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procuró no creer la imagen que trataba de dar. Debía salir de allí, sin embargo, se acercó más a ella. Solo podía mirarla. Contemplar su aspecto de inocencia. Aunque no había sido una mujer inocente en su vida. ¿O sí?

      Apollo tenía un recuerdo muy erótico del momento en que se adentró en la humedad de su cuerpo. Su musculatura se había tensado tanto alrededor de su miembro que había visto las estrellas.

      Enfadado, preguntó en tono cortante:

      –¿De veras te arrepientes? ¿O todo es puro teatro para conseguir meterme de nuevo en tu cama y así intentar quedarte embarazada de verdad?

      –No. ¿Cómo puedes decir tal cosa?

      –Es fácil. Tú lo has hecho antes innumerables veces, incluida esa vez que cuando llegué a casa te encontré desnuda en mi cama.

      Sasha lo miró con incredulidad y dio un paso atrás.

      Ella negó con la cabeza.

      –No, no es posible que yo haya hecho tal cosa.

      –¿Por qué iba a mentir? Has de reconocer que tenía sentido. Después de todo, no estabas embarazada, así que tenías que quedarte embarazada cuanto antes.

      Sasha tragó saliva.

      ¿De veras había estado tan desesperada? Trató de defenderse cuando sintió que todo se derrumbaba en su interior.

      –Es evidente que no me deseas… ¿Por qué me habría humillado de esa manera?

      Apollo la miraba tan intensamente que ella apenas podía respirar.

      Él susurró algo y después comentó en voz alta:

      –Pensaba que ya no te deseaba, pero ahora es en lo único que puedo pensar. ¿Qué tipo de hechizo es este?

      La miró de arriba abajo y ella empezó a temblar. Los pezones se le pusieron turgentes y presionaban contra la tela de su picardías. Su cuerpo recordaba a ese hombre. Y sus caricias. Sasha no. La frustración se apoderó de ella. No podía apartar la mirada de su boca, de sus labios.

      Apollo apenas oyó la negativa de Sasha. Sabía que aquello era una locura. Que no debía haber ido a su habitación. No obstante, el deseo hacía que no pudiera pensar de forma racional. Estiró la mano y le acarició un mechón de pelo, tirando suavemente para atraerla hacia sí.

      Al mirar hacia abajo vio el movimiento de sus pechos al respirar. Sus senos redondeados rodeados de tela de encaje lo invitaban a explorar. Una fuerte tensión se apoderó de ellos.

      La sujetó por la barbilla y la miró a los ojos. Recordó la primera vez que se besaron. Estaban sentados en una mesa apartada del hotel de lujo donde la había llevado a tomarse una copa cuando salió de trabajar aquella noche.

      Esperar a que saliera por la puerta de empleados del hotel había sido una novedad extraña. Apollo recordaba la sensación de que, ese día, algo se había liberado en su interior.

      Sasha se había mostrado muy cohibida, vestida con falda negra, blusa blanca y chaqueta negra. Zapatos planos. Medias finas.

      Él la deseó entonces, y la deseaba en esos momentos. Inclinó la cabeza con anticipación. Nunca pensó que fuera a besarla otra vez.

      «No había querido hacerlo».

      Sin embargo, allí estaba, guiado por el intenso deseo igual que la primera vez.

      Sasha estaba muy tensa mientras esperaba a que Apollo la besara en los labios. Él ya la había besado antes, así que, no debía ser una novedad. No obstante, cuando sus bocas se rozaron, sintió como si un terremoto hubiera tenido lugar en su interior.

      Ni siquiera fue consciente de cuando le agarró la camisa para atraerlo hacia sí. Él introdujo los dedos entre su cabello y le inclinó la cabeza. Ella percibió el sabor a brandy en su boca. Era embriagador, y nada podía haberla preparado para aquello.

      Su torso era como un muro de acero contra sus senos. Ella arqueó la espalda para tener más contacto con él. Apollo colocó una de sus manos en su espalda y la estrechó contra su cuerpo.

      Sasha notó su miembro erecto contra la parte baja de su vientre y, al instante, un calor húmedo en su entrepierna. Intentando contener el intenso deseo, apretó las piernas, pero no lo consiguió.

      En ese mismo instante, Apollo se retiró. Fue un movimiento tan repentino que ella se tambaleó y él tuvo que sujetarla por los hombros para estabilizarla. Ella abrió los ojos. Se sentía mareada. Ansiosa. Necesitada.

      Al ver la expresión seria del rostro de Apollo, se separó de él.

      –Esto no debería haber sucedido. No forma parte del contrato de matrimonio. Vete a la cama, Sasha, es tarde.

      Él se volvió y salió de la habitación. Sasha se quedó mirando al vacío unos instantes. Estaba tan sorprendida que ni siquiera se sentía enfadada por el hecho de que él le hubiera hablado como si fuera una niña, como si hubiese sido ella la que había entrado en su habitación y la que lo había besado.

      Tenía el corazón acelerado y todo su cuerpo ardía de deseo. Una sensación que conocía, pero que no recordaba. Le dolían los senos y tenía húmeda la entrepierna, y todo por un simple beso.

      Sin pensar, cerró las puertas de la terraza, se quitó el albornoz y se metió en la cama. Al cabo de un rato se quedó dormida, y sus sueños se llenaron de imágenes inconexas e inquietantes.

      Apollo permaneció bajo la potente ducha de agua fría durante más tiempo del que casi podía soportar. Cuando salió, se colocó una toalla alrededor de la cintura y se miró en el espejo.

      Su imagen mostraba sufrimiento. Y sabía que no era por la ducha de agua fría. ¿En qué diablos estaba pensando cuando fue al dormitorio de Sasha? ¿En besarla? No estaba pensando. Ese era el problema.

      Había tenido que contenerse para retirarse sin rasgarle la ropa, tumbarla en la cama, y revivir la noche que habían compartido en Londres. Y así, consumar su matrimonio.

      Aquel matrimonio no tenía nada que ver con acostarse con ella. Y mientras no la había deseado le había resultado muy fácil olvidar que una vez la deseó.

      «Nunca lo olvidaste», pensó frunciendo el ceño.

      Además, había traspasado la barrera. Había besado a Sasha otra vez y se había dado cuenta de que era tan potente como la primera vez.

      Deseaba a su esposa.

      Sin embargo, era lo último que debía desear. Sobre todo, cuando ella tenía la capacidad de reabrir viejas heridas con solo una mirada. Lo que él necesitaba era apartar a Sasha de su vida de una vez por todas.

      Y para que eso sucediera, ella tenía que recuperar su memoria. Cuanto antes sucediera, antes volvería a mostrar su verdadera naturaleza y Apolo podría continuar con su vida y olvidarse de ella.

      Hasta entonces, lo que debía hacer era proporcionarle la oportunidad de trabajar su memoria en la dirección correcta.

      Sasha intentó evitar mirar a Apollo mientras desayunaban en la terraza. Apenas había dormido debido a los inquietantes sueños que había tenido. No obstante, el impulso de mirarlo era demasiado fuerte y lo observó justo cuando se llevaba la taza a los labios mientras leía el periódico. Por su aspecto, parecía que no había sucedido nada la noche anterior, y que había dormido como un bebé. Estaba recién afeitado y, al recordar el roce de su barba incipiente sobre el mentón, Sasha notó que una ola de calor la invadía por dentro. Durante un instante se preguntó si no habría soñado que la había besado, pero entonces, él bajó el periódico y la miró, y al ver cómo reaccionaba su cuerpo, supo que el beso había sido real.

      –Nos iremos a Krisakis unos días.

      –¿A dónde?

      –Es la isla de mi propiedad. Forma parte de las islas Cíclades. Santorini, Naxos, Paros…

      Ella

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