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parte de sus senos redondeados. Él se imaginó qué aspecto tendría si acabara de salir de la piscina. Su cabello rojizo mojado sobre la espalda y la tela del bañador pegada a su cuerpo, sin dejar nada para la imaginación. Sus pezones turgentes presionando sobre la…

      «Cielos».

      Disgustado por su falta de control, Apollo apartó la mirada de su esposa. No había envases a su alrededor. Solo un libro y un vaso de agua.

      Él recordaba cómo la noche anterior había estado a punto de estrecharla contra su cuerpo y besarla en los labios. Podía tratar de convencerse de que solo estaba poniéndola a prueba, pero sabía que su motivación era mucho más profunda que eso.

      La deseaba de nuevo.

      Cuando tres meses antes, su secretaria en Londres le había dicho que Sasha quería verlo, había pasado un mes desde la noche que pasaron juntos. Él no había dejado de pensar en ella, sobre todo de noche, cuando solía despertarse debido a la frustración que le generaban los sueños eróticos que tenía.

      Durante esa época, se había dado más duchas de agua fría que en toda su vida.

      Y no había sido capaz de contener la sensación de sentirse aliviado porque hubiera sido ella la que dio el primer paso. La que dejó claro que deseaba más.

      Sin embargo, tan pronto como ella entró aquel día en su despacho, él no sintió nada. A pesar de que tenía el mismo aspecto de siempre. Llevaba el cabello suelto sobre los hombros, y parecía una mujer inocente y trémula.

      Él odiaba admitirlo, pero no solo era alivio lo que había sentido al ver que su deseo hacia ella había disminuido, sino también decepción. Porque era la prueba de que ella era una mujer diferente a todas con las que se había acostado. Y que lo que habían compartido no debía haber sido tan increíble como él lo recordaba. Suficientemente increíble como para que él se arrepintiera de decirle…

      De pronto, ella se movió en la tumbona y pronunció un sonido parecido a una queja. Algo incomprensible, pero parecido a: «no, por favor, ¡no pares!»

      Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Apollo se agachó y la sujetó por los brazos. Ella estaba muy tensa y una fina capa de sudor cubría su piel. Él experimentó una emoción que no quería nombrar.

      –Sasha… Despierta.

      Sentía las manos de Apollo sobre su piel. Ardientes. Y ese intenso deseo que solo había sentido una vez en su vida. Era evidente. Lo necesitaba para calmar su ardiente deseo… Para volver a sentirse viva…

      –¡Sasha!

      Sasha abrió los ojos y vio aquellos ojos verdes que le recordaban al agua de los océanos misteriosos. Impenetrables.

      –Estabas soñando.

      La voz de Apollo. Su tono duro e inflexible. De pronto, Sasha recuperó la consciencia. Estaba en la tumbona y se había quedado dormida. Apollo todavía le sujetaba los brazos. Ella podía oler su aroma y ver la barba incipiente en su rostro. Deseó acariciarle el mentón para ver qué sentía. Imaginó que rascaría contra su piel.

      Recordaba esa sensación.

      Al ver que se mezclaban sus recuerdos con la realidad, se sintió desorientada.

      Se incorporó de golpe y él se puso en pie. Ella agarró el albornoz y se lo puso rápidamente, consciente del escote de su bañador. Era el único bañador entero que había encontrado entre un montón de bikinis.

      –Apollo, no te he oído llegar. ¿Qué hora es?

      Sasha tenía el cabello alborotado, las mejillas sonrosadas y los ojos adormecidos. Apollo apretó los dientes al ver cómo sus senos se movían con cada respiración, bajo la tela del bañador. Estaba tan pálida que su piel parecía translúcida. Él frunció el ceño. Antes estaba más bronceada, aunque posiblemente fuera artificial. Otro recordatorio acerca de con quién estaba tratando. Sufría amnesia o no sufría amnesia.

      –Deberías tener cuidado con el sol –dijo él–. Puedes quemarte incluso en la sombra.

      Sasha se puso tensa al oír su tono de voz y se ató el cinturón del albornoz.

      –Encontré crema solar en el baño y me la puse. Puede que haya perdido la memoria, pero conozco el peligro de tomar el sol.

      Miró a Apollo y vio que vestía un polo de manga corta y unos pantalones cortos. Estaba muy sexy.

      –Solo he venido a decirte que esta noche voy a salir.

      –Ah –era extraño, pero era la primera vez que se daba cuenta de que ella no había salido de la residencia desde su regreso del hospital. Tenía cierta sensación de claustrofobia–. ¿Dónde vas a ir?

      –A un baile benéfico para ayudar a la investigación sobre el cáncer.

      Por algún motivo, Sasha sintió algo familiar, pero no llegó a recordar nada.

      Se puso en pie.

      –¿He de ir contigo?

      Él negó con la cabeza.

      –No hace falta. Solo quería avisarte que no estaré para la cena.

      Sasha no estaba segura de lo que había sucedido entre ambos y necesitaba recuperar la memoria.

      –¿No solía acompañarte a esos eventos?

      Apollo la miró un instante. ¿De veras no recordaba lo que le había dicho?

      «¿Por qué no me utilizas? ¿Sin duda será mejor para ti que te vean con tu esposa que sin ella? Ayudará a que parezca que tu negocio está más establecido», recordó sus palabras.

      Cuando se casaron, él no tenía ninguna intención de implicarla en su vida más que lo necesario, pero sabía que en cierto modo tenía razón, así que, decidió llevarla a un par de eventos.

      –¿Qué pasa? –Sasha lo estaba mirando fijamente–. ¿Por qué me miras así?

      –¿No lo recuerdas?

      Ella se puso pálida.

      –No. ¿Qué es lo que hice?

      –Digamos que heriste susceptibilidades.

      –¿Cómo?

      –Fuiste muy maleducada con los empleados y mostraste tu aburrimiento cuando te diste cuenta de que los eventos de empresa a los que voy no se celebran con fines de entretenimiento.

      Sasha se sintió mareada. ¿Había hecho algo bien?

      –No puedo dejar de disculparme por haber hecho cosas que ni siquiera recuerdo. Quizá esta sea la oportunidad de compensarte por ello. Al margen de lo que hiciera, ¿tus colegas y amigos no se preguntarán dónde está tu esposa?

      Él no contestó a su pregunta, así que ella continuó.

      –¿A qué hora tienes que marcharte? No tardaré mucho en prepararme.

      Él arqueó una ceja.

      –Lo creeré cuando lo vea –dijo él, poniéndose las gafas de sol–. Tengo que irme dentro de una hora. Si vas a venir, has de estar abajo esperándome. Si no, me iré solo. No voy a esperarte, Sasha.

      Menos de una hora más tarde, Sasha esperaba a Apollo en el recibidor. Estaba nerviosa. Después de su ultimátum le había entrado miedo. No tenía ni idea de cómo prepararse para un evento. Encontró a Kara en la cocina y le suplicó que la acompañara para ayudarla. Al principio, ella se mostró reticente, pero después cedió y le contó que Apollo le había pedido que le preparara el esmoquin, así que, al menos sabía que era un evento de etiqueta.

      Consiguieron encontrar un vestido adecuado y no demasiado escotado, y Kara la ayudó con el peinando y el maquillaje. Sasha se preguntó por qué le había dicho que lo acompañaría, cuando no tenía ni idea de si podría manejarse en un evento así.

      Quedaría como una tonta y perdería

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