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desarrollamos para un programa de mentoring de sabiduría, y los ancianos de la iglesia y el personal administrativo han aceptado que nos asociemos con ellos para dirigir el programa. Tamera Brand, Denise y Kevin Brooks, Marcile Crandall, Elaine y Gregg Koskela, Carol y David Sherwood y Elizabeth y Steve Sherwood, han trabajado como buenos mentores en el programa de mentoring de sabiduría. Natalie Koskela y Megan Anna Neff también han ayudado de manera importante en el proyecto de sabiduría. En el caso de Natalie al realizar entrevistas con participantes de sabiduría y en el caso de Megan Anna al proporcionar una perspectiva teológica a medida que desarrollábamos el plan de estudios. La clase de la escuela dominical Children of the Light me permitió enseñar sobre cada uno de los capítulos de este libro y me ofreció comentarios útiles a lo largo del camino.

      También doy gracias a los pastores y otras iglesias que se asociaron con nosotros en varios proyectos, incluidos los pastores Jeff Getsinger, Lynn Holt, Jed Maclaurin, Bill Moorman, Rich Miller, Ken Redford y Andrew Yarborough. La Dra. Rebecca Ankeny, ex superintendente de la Northwest Yearly Meeting of Friends (Reunión Anual de Amigos del Noroeste), ha sido especialmente útil en el establecimiento de relaciones de trabajo con iglesias y pastores.

      Finalmente, doy las gracias al equipo de diseño y editorial altamente profesional de Brazos Press. Ellos creyeron en esta idea y me ayudaron a lograr que el manuscrito se convirtiera en lo que es ahora.

      INTRODUCCIÓN

      Un nuevo diálogo sobre la virtud

      Mis alumnos se sonríen cuando menciono 1980, como si estuviéramos estudiando historia de la antigüedad. No me parece que haga tanto tiempo, pero a la mayoría de ellos le faltaban diez años para nacer. En aquel año entró en erupción el Monte St. Helens, cubriéndonos a mis compañeros y a mí con dos centímetros y medio de ceniza el día de la graduación en la universidad en Portland, Oregón. El Cubo de Rubik captó la atención del mundo y más de mi tiempo libre de lo que me gustaría admitir. Y una pareja preocupada de mi iglesia se nos acercó a mi esposa Lisa y a mí, unas pocas semanas antes de que hiciéramos nuestra mudanza a la escuela de posgrado, advirtiéndonos de que mi decisión de obtener un doctorado en psicología clínica probablemente nos llevaría a ambos a abandonar nuestra fe. Varias semanas después, durante mi primer día en el campus de la Vanderbilt University, otro estudiante de doctorado me dijo que seguramente no podría ser creyente y a la vez un buen científico. En 1980 la psicología y el cristianismo no se llevaban bien.

      Aunque no podamos decir que la guerra entre la psicología y la religión ha terminado por completo, me parece sorprendente que, treinta y cinco años más tarde, cristianos comprometidos escriban gran parte de la literatura de psicología científica que leo. No solo los psicólogos pueden ser creyentes y los creyentes pueden ser buenos científicos sociales, sino que algunos de los desarrollos más emocionantes en este campo se han producido porque creyentes comprometidos decidieron hacer las paces con la psicología.

      Buena parte del cambio se debe a la psicología positiva. En 1998, el presidente de la American Psychological Association (Asociación Americana de Psicología), Martin Seligman, dijo que los psicólogos habíamos hecho un muy buen trabajo explicando y tratando lo que está mal en las personas, pero que en gran medida habíamos pasado por alto lo que está bien en ellas. Casi de la noche a la mañana nació una vibrante psicología moderna de la virtud,1 y desde entonces muchos cristianos han formado parte de este nuevo movimiento para estudiar la virtud científicamente. Muchos de los principales investigadores en el tema del perdón son cristianos, así como algunos de los principales expertos del mundo en gratitud. Casi todos los científicos que estudian actualmente la humildad son cristianos. Se están desarrollando nuevos programas de investigación para estudiar la gracia y ¿se imaginan quién está al frente? Cuesta trabajo incluso imaginar que se pueda estudiar la gracia sin conocer a Jesús.

      La Fundación John Templeton merece buena parte del crédito. Incluso ante las críticas enconadas de científicos de la vieja escuela que aún sostienen que la religión no tiene espacio en la investigación empírica, la Fundación Templeton ha dado generosamente para financiar investigaciones de ámbito mundial sobre religión y ciencia. La fundación exige una ciencia excelente al tiempo que resalta la importancia de las cuestiones fundamentales de significado y propósito. Muchos cristianos involucrados en la investigación de psicología positiva, así como investigadores de otras creencias religiosas, han recibido fondos a través de esta fundación.

      Es un momento emocionante para el investigador cristiano, científico social, consejero y seguidor de Jesús. Las tensiones se mantienen entre la psicología y la iglesia, pero sobre todo parecen tan lejanas como lo es el año 1980 para mis alumnos. Hoy tenemos un nuevo diálogo que abre la posibilidad de asociación y colaboración mutua.

      ¿POR QUÉ ESCRIBIR ESTE LIBRO?

      ¿POR QUÉ LEERLO?

      Tengo cuatro razones para escribir La psicología de la virtud, pero ahora solo voy a dar dos de ellas, y me guardo otras dos para el final de la introducción.

      Primero, la psicología positiva nos ayuda a vindicar o redimir el lenguaje de la virtud, perdido en gran medida en los tiempos que corren. Uno de los sentidos de la palabra “redimir” es comprar o rescatar algo.

      Con la modernidad el discurso sobre la virtud disminuyó, así como nuestra capacidad para entender lo que es.2 Hoy en día valoramos la ciencia, con su intenso escrutinio de “lo que es”, más que a la virtud misma, lo cual requiere una toma de conciencia de quiénes vamos a llegar a ser (teleología). Para redimir la virtud se requiere que imaginemos una vocación, para comprender que estamos llamados a ser más humanos, que abundemos más y más como Jesús. Necesitamos un Punto B que nos ayude a dar sentido a nuestro Punto A actual, y también necesitamos saber cómo pasar del Punto A al Punto B.

      Aunque la ciencia no puede recuperar en su plenitud la rica idea que la gente tenía de la virtud en los siglos pasados, la psicología positiva es un paso en la buena dirección. La psicología positiva está redimiendo la virtud, suscitando y abordando temas tratados desde antes de los tiempos de Cristo —pero perdidos en su mayoría en los últimos decenios. Así como Aristóteles enseñó tanto la ética de la virtud como el estudio empírico del mundo, la psicología positiva reúne la virtud y la ciencia para tratar temas como la esperanza, la capacidad de recuperación, la compasión, la gratitud, la tolerancia, el perdón, la autenticidad, la humildad, la creatividad, la sabiduría y muchas cosas más. Me ocuparé solo de algunos de estos temas en un libro corto como este, pero en cada capítulo nos adentraremos en la psicología de la virtud para ver cómo la psicología positiva influye en nuestra comprensión del carácter humano, principalmente de modo práctico.

      Principalmente. Esto nos lleva a mi segunda razón para escribir el libro. Otro significado de la palabra “redimir” es cambiar a mejor. La actual psicología de la virtud será más efectiva si la iglesia se informa y se implica. La psicología positiva necesita a la iglesia. Hablaré de este punto en cada capítulo del libro. En seguida resumiré mi argumento de por qué la psicología positiva necesita a la iglesia, pero primero permíteme establecer el contexto relacionando la virtud con lo que Jesús llamó los mayores mandamientos.

      LA VIRTUD Y LOS MAYORES MANDAMIENTOS

      Tómate un minuto para pensar solo en ti mismo. ¿Qué quieres comer en tu próxima comida y cómo vas a conseguirlo? ¿Te gusta tu trabajo? ¿Ganas lo que quieres? Y si no lo haces ¿cómo puedes ganar más? ¿Quién te gusta? Y si esa persona no corresponde a tu afecto ¿qué puedes hacer para que te quiera? ¿Cómo está tu salud y qué puedes hacer para mejorarla? Bueno, es momento de parar, pero imagina por un instante que toda tu vida consistiera en pensar solo en ti mismo. Esta es la esencia del vicio: ocupar uno mismo todo el campo visual.

      Podríamos sentirnos tentados a decir que el vicio se centra en uno mismo y que la virtud, en cambio, se centra en los demás, pero no es posible centrarse totalmente en los demás. Parece que estamos programados según el propio interés. Piensa en esta frase: Para ser completamente virtuosos, debemos vaciarnos completamente de nosotros mismos y centrarnos en el otro. ¿Ves el error lógico? ¿Cómo puede

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