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jorobada a buscar una cerveza, un minuto de silencio entre los dos.

      —Muy bella tu historia, ¿verdad? Victimizándote cuando la del problema eres tú, no yo, drogadicta de mierda.

      —¿Hay un maldito problema con el que me pueda relajar y beber una cerveza todos los días? —respondió con una muy repetitiva excusa barata para lograr meterse sus quince cervezas y “relajarse”.

      —Mamá, que eres alcohólica, necesitas ayuda, te estás matando. ¿Crees que es muy cómodo hablarte mientras tienes esa cara de borracha todos los días y el aliento te huele a mierda? Das asco. —A medida que hablaban, aumentaban el grado de insultos. Los ojos de la pobre mujer querían llorar, pero no lo hacía, ella solo quería hacerle sentir mal y no le importaba nada de lo que Benjamin le decía.

      —¡Cállate! —Con el revés de la mano, le dio una cachetada tan fuerte que quedó la silueta en su rostro seguido de dos puñetazos en el pecho. Benjamin había sido maltratado a golpes por su madre, pero nunca había sido tan fuerte como este. Sus ojos lloran instantáneamente, impotencia era el sentimiento, el enrojecimiento de su cara se hacía sentir como si le hirviera la sangre.

      —Anda a joder, maldita mujer. —Benjamin no creía lo que le decía a su propia madre, pero él ya no la aguantaba más.

      —¡No te vas! —Lo arrastró hacia la casa por un brazo, la fuerza de Benjamin era notablemente mayor que la de ella, a pesar de que la de ella si era bastante fuerte—. ¡Benjamin, ¿qué haces?!

      —¡Suelta ya! —La empujó con todas sus fuerzas dentro de la casa, cerró la puerta rápidamente para que no pudiera salir, su cabeza golpeó el piso.

      Benjamin se asustó, quedó paralítico.

      —Benjamin… —Su madre toca su cabeza y la sangre de su cabeza toca sus dedos, extendió su mano hacia él. No podía quedarse más tiempo, se largó de la casa lo más rápido que pudo, su madre gritaba histéricamente y se escuchaban en toda la calle. Algunos vecinos volteaban a ver, Benjamin se tapó el rostro con la capucha de su chaqueta.

      ELLIOT

      Benjamin le avisó a Elliot que estaba por llegar y este lo esperó por unos minutos fuera de su casa.

      —¡Elliot! —saluda Benjamin, se le mojan las bragas cada vez que escucha a Benjamin llamarlo por su nombre.

      —Es la primera vez que vienes, ¿verdad? —Como si Elliot no pudiese recordar que Benjamin lo ha visitado antes—. Pasa, pasa.

      Elliot se acostumbró a ver a Benjamin solo en la universidad y nunca imaginó que esto fuese posible, aunque esté pasando por razones equivocadas a las que Elliot deseara. Subieron hasta su habitación, la cual ordenó y aromatizó como nunca.

      —¡Puedes sentarte! —le ofrece Elliot sin disimular su emoción. Benjamin ni siquiera pensaba que tenía una actitud extraña, estaba atormentado por su madre.

      —¿Qué escuchas? —pregunta Benjamin.

      —Estaba escuchando el álbum de la película Spacial, la que se ganó cinco Oscars. Escucha. —Elliot sube el volumen y Benjamin trata de entender cómo es que alguien prefiere escuchar música melódica en vez de una más rítmica y fiestera, así eran los gustos de Elliot. Benjamin no quería ser grosero, pero la música que escuchaba Elliot no generaba emoción, metió sus manos en el laptop y colocó una canción de JBalvin. Benjamin cargaba un aspecto poco serio que no podía ocultar.

      —¿Oye que es esa marca en tu cachete? —pregunta Elliot.

      —¿Cuál marca…? —fingió no saber de qué hablaba—. Elliot, por cierto, ¿tienes novia? —cambió la conversación.

      —¿Novia? No. —Elliot se confunde con esa pregunta.

      —¡Chicos! Ya estamos sirviendo —la Sra. Aguilera los invitó a comer.

      —Mira que llegaste a buena hora, apenas llegaste y ya todo está listo —dice Sra. Aguilera a Benjamin.

      —Man. —Este es Elliot intentando escucharse masculino frente a Benjamin—. ¡Yo estoy esperando este asado desde las tres de la tarde!

      En la mesa, la luz iluminaba perfectamente los ojos color miel de Benjamin. Elliot se inundaba en sus ojos brillantes, no por mucho tiempo o su padre se daría cuenta, y no queremos eso. Desde mi silla podía sentir su rodilla chocar contra la de Elliot, pero Benjamin pensaba que estaba tocando la pata de la mesa. A Cristale le palpitaban las ganas de conocer más a Benjamin. Como de costumbre con cualquier hombre nuevo que llegaba a casa, había que colocarle una correa y amarrarla para que deje de quitarle los novios a sus amigas, bien puta, pero eso sí, Cristale era de buen corazón.

      —¿Quieres más ensalada Benjamin? —ofrece Cristale sonriéndole tontamente.

      —Sí, por favor. —Elliot piensa que Cristale es ridícula porque cambia su forma de ser dependiendo con quien se encuentren, cuando conoce hombres lindos su personalidad cambia totalmente a señorita/princesa/reina/risitas estúpidas y actitudes raras.

      Elliot aparta la ensalada de las manos de Benjamin.

      —Ya viene el taxi, deberíamos irnos. —Benjamin todavía masticaba la carne y Elliot se lo lleva por los brazos fuera de la mesa.

      —Pero… Yo… —hablaba con la boca llena.

      —¿Qué pasa? —pregunta Elliot.

      —Necesito ir al baño.

      Elliot agarra su brazo, lo cual le da mucha ilusión hacerlo, hasta el baño. Benjamin entra, Elliot se asoma debajo de la puerta descuadrada de su marco y si lo hacía bien, podía verle el pene a Benjamin, pero vio apenas un pedazo, que se quedará en su memoria por siempre.

      —¿Qué haces? —Cristale toca su espalda.

      —Ah, eh…

      —¿I O U? —vacilaba.

      Benjamin sale del baño, todos se miraron las caras, Elliot esperando que Cristale no dijera nada de lo que presenció.

      Se despidieron rápidamente de Cristale y de todos los demás, hasta llegar al taxi.

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