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y crecer con la mejor compañía.

      Conoceremos a Álvaro, un niño que, pese a sus dificultades, termina sonriendo; a Montse, Sonia y sus vidas, muy complicadas por circunstancias físicas y personales; a los profesionales del hospital, como la Doctora Gimeno y López, que se entregan, sufren y a quienes acaba exigiendo que nunca olviden que cada persona “es un ser único e irrepetible”. El libro avanza y no tienen más remedio que aparecer dos figuras importantes, Verónica y Rosario. Regresan, sienten y aparece una nueva vida. Hay un aprendizaje para “gestionar la emoción y hacernos dueños de nuestro destino, donde la emoción decide y la razón justifica”. Aprendemos que, lo menos esperado, nos termina emocionando. Y nos regala música, como paréntesis en el argumento. Dice Barry White: “tú eres lo primero, lo último y lo único”, un reconocimiento a la fidelidad (a veces podemos estar con otras personas que no están en nuestra vida, pero también podemos ser capaces de renunciar a las tentaciones si no merecen la pena). Frases que ponen en escena el Vínculo (“lo importante no es lo que dices, sino desde dónde lo dices y a quién llegas”), haciendo bueno aquello de que “en comunicación es más importante la emoción que la razón”, buena lección para todos los dirigentes políticos que siguen sin ver la realidad. Y también hay críticas a las subvenciones, a quienes viven del Estado del Bienestar sin merecimiento, que acaba siendo el mazo más duro para los verdaderos luchadores, como Roberto.

      La Inteligencia Emocional, la que nos fascina desde finales del pasado siglo, tiene un importante referente en el Modelo V.E.C., junto al resto de emociones o conceptos nuevos, como la Poda Sináptica sobre nuestras neuronas, cómo actúan las mezclas químicas, nuestras emociones de reptil, mamífero, homo sapiens y su cerebro y cómo llegamos a la ya citada Inteligencia Emocional.

      Resulta difícil magnificar o sacar una gran lección al margen del título, que es el gran mensaje. La felicidad se consigue cuando estás desconectado de las tragedias, pero la satisfacción es la que te da fuerzas en los momentos más duros. Resulta mucho más fácil entender que “la Felicidad es un sentimiento más, pero no puede ser la meta en la vida”. En realidad ¿sabemos tomar decisiones transcendentales para nuestra vida cuando somos felices?

      El pasado nos ha podido marcar, pero hay que vivir el presente, “conocerte a ti mismo es conocer tu historia y diferenciar entre lo que ya pasó y lo que pasa hoy”, por eso debemos procurar “echar a la Culpa, porque cuando sale de un habitáculo toma emociones básicas para terminar en síndrome o enfermedad” y no es nada recomendable.

      Son frases de Roberto Aguado que encontramos en este texto, con personajes e historias muy intensas. Relatos, pasión y drama. Crítica, juegos de palabras y conclusiones muy certeras, donde la emoción decide y la razón justifica, un gran titular. Roberto Aguado, además de ser un prestigioso psicólogo clínico, demuestra ser un muy buen escritor, además de gran comunicador. Antes de la obligada finalización de esta introducción, aprovecho para utilizar otra de sus frases, muy ilustrativa, referida a lo que a veces olvidamos en las relaciones diarias entre padres e hijos, parejas, amigos y que acaba siendo mucho más que un gesto y que nunca debemos olvidar: “Para empezar y terminar, un abrazo. Nos cuesta hacerlo, pero es fundamental”. Y ese sencillo y esencial mensaje: “aquellas personas con menos necesidades son habitualmente las más felices”.

      Jesús Javier Rodríguez Gallardo

      Periodista

      Capítulo 1

      Si me permites, quiero escoltarte al universo más

      impresionante y grandioso en el que puedes habitar:

      TU VIDA.

      R. Aguado

      Pedro se convierte en atrapador de almas en cuanto se coloca su peluca amarilla, algunos dicen que este color da mala suerte, pero él ya está acostumbrado a convivir con la suerte mala, hechizándola con sus palabras mágicas que curan todas las enfermedades mientras estamos vivos y, como la magia no sabe de ortografía, amarilla significa AMAR y YA, y a partir de ahí la suerte depende mucho más de las personas.

      Además de su peluca, viste con zapatos gigantes; que le hacen andar despacio como si estuviera pisando un suelo de chicle, es habitual oírle decir que con estos zapatos nunca se ha caído, ya que cada paso tiene su tiempo y su espacio, mientras que cuando se los quita para dejar de ser payaso, se tropieza habitualmente por querer ir más deprisa de lo que sus pies pueden o, simplemente, por no mirar por dónde se anda. Y es que siendo payaso de un hospital hay que saber por dónde pisas y con estos zapatos eso se hace más fácil.

      Su pantalón multicolor es un mono con un solo tirante que siempre coloca sobre su hombro izquierdo, el derecho lo deja libre por si alguien quiere apoyar su cabeza en él. Pedro sabe que una de las partes más importantes del cuerpo es el hombro; no hay nada como saber que tienes un hombro donde colocar tu cabeza, cerrar los ojos y dejar que pase el tiempo. Es un pantalón muy original, lo fue creando con trozos de tela que son como parches fruncidos por hilos que unen los distintos avatares de su vida. Cada trozo de pantalón es una historia vivida, como si fuera un pedazo de su biografía, un momento que como una condecoración ha sentido en lo más profundo de sus entrañas, es decir, lo entrañable.

      Y su nariz es espectacular. A simple vista parece una pelota roja, pero es tan grande que cuando se le ve venir por el pasillo, PASADO y YO, parece como si fuera un faro que viene hacia ti para rescatarte de las olas que te envuelven, en ese océano de enfados que te hace sentir esa soledad que no eliges. Pedro es el último diseño de un faro, antes eran estáticos, ahora te buscan y te escoltan hasta tu destino para que no te pierdas en él.

      Su habilidad es torsionar globos consiguiendo esculturas de aire cubiertas por esa pequeña membrana de látex, ya que sabe muy bien que este material tarda lo mismo que una hoja de roble en biodegradarse, ochenta días, los mismos que tuvieron que vivir Phileas Fogg y su ayudante Jean Passepartout en la novela de Julio Verne para dar la vuelta al mundo. Cada globo de látex es una vuelta al mundo, al mundo que ENGLOBA, y por ello envuelve, la verdad de la realidad con esa pimienta que tiene la fantasía de lo que nos emociona, y es que con estos globos consigue navegar por la mente y despereza los mil ojos de la esperanza.

      Y es un atrapador de almas porque no tiene miedo a conocerte y por esto te mira, no solo te ve, sabe que cuando te mira, eres lo único, nada más está en su mente en ese momento, pero sobre todo sabe que si te mira te puede admirar y en ese momento puede descubrir contigo no solo lo que ya sabes de ti, también lo que no sabes de ti y, fundamentalmente, porque no sabías lo que no sabes de ti, consiguiendo en ese momento que el cuerpo desaparezca de la escena de relación y con él, su dolor, su enfermedad y su respectiva angustia, tanto que incluso el peor de los miedos desaparece por unos minutos. Pedro atrapa el alma del enfermo y le entretiene con su arte de buscar el ridículo, zarandeándose por universos que solo pueden ver aquellos que se contagian; es el universo de las almas que desnudan al cuerpo, le quitan esos nudos que lo aprisionan y, con sus globos, pueden volar fuera del hospital y recorrer esos mundos donde la muerte no importa, ya que la vida lo ocupa todo. Pedro dice que su alma descubre el alma de su interlocutor a través de una medicina fantástica, el amor en forma de risa, asombro y, frecuentemente, desconcierto. Nadie como Pedro sabe que en un mundo tan serio como es el del enfermo, lo absurdo, el ridículo, lo grotesco, el desatino, lo inesperado, lo irracional, lo poco común, nos devuelve a sentir nuestra alma, esa que nunca perece ni tiene fecha de caducidad.

      El alma del payaso es capaz de conectar con la parte sana del enfermo, esa que aún existe y que habitualmente está desterrada por un clima de aparente normalidad y un ambiente emocional lleno de miedo, tristeza, culpa y rabia. Lo importante es que el enfermo tenga en él ganas de seguir viviendo y este motor solo se pone en marcha ante emociones como la Curiosidad, la Admiración, la Seguridad y la Alegría, la C.A.S.A., tal como han investigado Pilar Martín y Sonia Esteban desde la Universidad de Valladolid, siguiendo lo publicado por R. Aguado (2014) en “Es emocionante saber emocionarse”.

      Pedro cuando es payaso tiene el nombre de Escarabajo, ya que dice que “es bajo y tiene mucha cara”, y cuando entra en una habitación del hospital lo hace

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