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antropología, cristología y soteriología.20 Estas doctrinas llevan a elaborar el centro de su pensamiento: la humanidad de Jesús.21 De allí desprende la idea de que el ser humano puede llegar a ser perfecto, tal como lo fue él. En este sentido, Dios esperará hasta que un considerable número de cristianos llegue a desarrollar un carácter igual al de Cristo. A ese concepto, se lo dio en llamar el de “la última generación”, 22 porque será la generación de cristianos vivos cuando se produzca la parousía (término griego que significa “advenimiento” o “llegada” y del cual se deriva la palabra española “parusía”). Este concepto está basado, según él, en la Biblia y en Elena de White. Douglass lo subraya de esta manera: “Dios esperará la maduración del carácter cristiano en un significativo número de personas como la principal condición determinante de aquellos eventos que afectarán el tiempo cuando la prueba para el mundo finalizará, y entonces el tiempo del Advenimiento vendrá”.23

      Evaluación

      Para Douglass, el único detonante de la Segunda Venida es el pueblo de Dios, cuando refleje fielmente el carácter de Cristo. No tiene una visión integral de la providencia divina, sino que enfatiza solo lo que atañe al pueblo de Dios.

      La pregunta es: ¿No podría haber otra serie de factores que intervengan en la decisión de Dios de poner un punto final a la historia de este mundo? La Segunda Venida ¿depende únicamente de que el pueblo de Dios decida reflejar fielmente el carácter de Cristo? Pareciera que existen otros factores que intervienen en los eventos que anteceden a la Segunda Venida. Aun cuando la decisión del pueblo de Dios de reflejar fielmente el carácter de Cristo sea un evento fundamental, los demás eventos del tiempo del fin ¿no podrían de alguna manera impactar en la condición del pueblo de Dios, sin que esto necesariamente implique que Dios coarte la libertad del ser humano?

      De esta manera, podría decirse que, si bien Douglass trabaja con el presupuesto bíblico de la providencia divina como marco de referencia, pareciera no elaborar su posición acerca de la demora a partir de este presupuesto bíblico. En lugar de ello, hace un salto desde el ámbito de la cristología y la soteriología al de la escatología. En lugar de elaborar su posición escatológica acerca de la Segunda Venida a partir del presupuesto bíblico de la providencia –además de otros presupuestos bíblicos necesarios para tal construcción–, pasa de la cristología y la soteriología a la escatología.

      Como se mencionó, Douglass no sigue el carácter sistemático del conocimiento. En lugar de plantear los presupuestos bíblicos para una correcta comprensión de la escatología, sustenta su posición acerca de la demora en la Segunda Venida únicamente en sus presuposiciones cristológicas, antropológicas y soteriológicas, pero no tiene en cuenta todas las dimensiones de la providencia divina.

      Es más, no solo no las tiene en cuenta, sino tampoco se percata de que el tema de la demora pertenece al nivel de la providencia, no al de la cristología, antropología o soteriología; todas se incluyen dentro del marco general de la providencia. Tiene el presupuesto bíblico de la providencia divina como marco de referencia, pero no elabora su posición a partir de ella siguiendo el carácter sistemático del conocimiento, y por lo tanto deja en el camino aspectos importantes de la providencia divina que desempeñan un papel trascendente en el tiempo del fin, en relación con el tema de la Segunda Venida que está abordando.

      Conclusión

      En su postura acerca de la demora de la Segunda Venida, Douglass parece tener el presupuesto bíblico de la providencia divina como trasfondo, sobre todo a la hora de elaborar el concepto de la condicionalidad de la profecía, aceptando que Dios lleva a cabo sus planes históricamente, dentro de la contingencia y el riesgo que caracterizan la historia humana. No obstante, tener el presupuesto bíblico de la providencia divina como horizonte no supone que haya elaborado su posición acerca de la demora a partir de este presupuesto.

      Su visión monocondicional de la providencia divina, en la que el único elemento determinante de la Segunda Venida

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