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volantazo, riéndose como un maníaco, y les preguntaba burlón: «¿Qué pasa?, ¿tenéis miedo?». Su madre, que había dejado de gritarle, estaba encogida en su asiento, suplicándole gimoteante que aminorara la velocidad, con un lado de la cara amoratado por el puñetazo que él le había propinado el día anterior.

      Ella veía como el árbol cada vez estaba más cerca… Gritaba, pero era demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde…

      Alguien estaba intentando hacer que recobrara la consciencia. Sentía unas manos en sus hombros y oía que decían su nombre.

      –Layla… Despierta… Estás teniendo una pesadilla. Despierta…

      Pero no era la enfermera fuera de servicio que se había parado en la carretera para intentar ayudar. Cuando abrió los ojos vio a Logan sentado al borde de la cama, apartándole un mechón del rostro.

      –Tranquila, estoy aquí, a tu lado. Solo era una pesadilla.

      Layla parpadeó, tratando de apartar aquellas imágenes aterradoras de su mente. Se incorporó, guiñando los ojos por la luz de la mesilla de noche que Logan había encendido. ¿Cuánto tiempo había dormido? Debía haber dormido durante horas, porque fuera ya había oscurecido.

      –Perdona. Dios… No sabía que fuera tan tarde… ¿Te he despertado?

      Logan tomó su mano entre las suyas y le acarició el dorso con movimientos lentos y rítmicos.

      –Estaba en la cama, pero no estaba dormido. Estaba repasando unos e-mails en el móvil cuando te oí gritar.

      Layla miró el despertador de la mesilla de noche y vio que era casi medianoche.

      –Vaya… Por mi culpa has perdido la reserva que habías hecho para cenar fuera. Lo siento; no pensé que nadar fuera a cansarme tanto.

      –¿Quieres que te traiga algo de comer, o un vaso de leche caliente, o algo?

      –No seas bobo; no hace falta que te preocupes por mí como si fuera una niña pequeña. No tengo hambre, y no me hace falta un vaso de leche para volver a dormirme –protestó ella con la cabeza gacha.

      No se atrevía a mirarlo. La ponía nerviosa que el muslo desnudo de Logan estuviera tan cerca del suyo, las lentas caricias de sus dedos y cómo reaccionaba su cuerpo a sus caricias. Una sensación cálida se extendía desde su vientre hasta la parte más íntima de su cuerpo.

      Logan llevaba puestos unos boxers, pero estaba desnudo de cintura para arriba. Layla admiró a hurtadillas los músculos de su pecho y sus abdominales, que parecían esculpidos con un cincel. Se moría por tocarlo, por deslizar sus dedos por esos contornos perfectos de su cuerpo.

      –¿Quieres contármelo?, ¿lo de esa pesadilla? –le preguntó Logan.

      –Hacía siglos que no soñaba eso… –murmuró ella. Al aventurarse a lanzarle una mirada, lo encontró mirándola con preocupación. Bajó la vista de nuevo y le preguntó–: ¿He dicho algo en sueños?

      –Le gritabas una y otra vez a alguien que parara, y me temí que hubiera entrado un intruso en la casa. Vine corriendo y te encontré sacudiendo la cabeza en la almohada, inquieta, y comprendí que estabas teniendo una pesadilla. ¿Estabas soñando con el accidente?

      Layla asintió levemente, aún sin levantar la vista, y se quedó callada un momento.

      –En realidad no fue un accidente –dijo finalmente, levantando la vista por fin. Su voz sonaba tensa; tenía un nudo en la garganta–. Fue deliberado.

      Logan abrió mucho los ojos, alarmado.

      –¿Qué quieres decir?

      –Mi padre quería matarnos a todos. Estrelló el coche contra aquel árbol porque mi madre le había dicho que iba a dejarle.

      Logan le apretó la mano.

      –Dios mío… –murmuró–. No puedo ni imaginarme el pánico que debiste pasar. ¡Qué cobarde! ¡Qué miserable!

      –Desde luego no puedo decir que tuviera suerte con el padre que me tocó tener. Ni con mi madre, aunque creo que podría haber sido una madre mejor si no se hubiera casado con un hombre como mi padre. Ejercía una influencia terriblemente dañina y destructora sobre ella. Cuando por fin reunió el valor para abandonarlo fue demasiado tarde.

      Logan le apartó un mechón de la frente y la miró con compasión.

      –Es admirable cómo has superado algo tan horrible.

      –No habría podido hacerlo sin tía Elsie y la ayuda de tu familia –replicó ella–. No sé qué habría sido de mí si hubiese seguido mucho más tiempo en el hogar de acogida. Pasé allí unas semanas después de terminar con la rehabilitación de la pierna, hasta que tía Elsie consiguió que le concedieran mi custodia. Era un sitio horrible, aquel hogar de acogida –murmuró sacudiendo la cabeza–. Imagino que no todos son así, que también habrá buenos hogares de acogida, pero no es lo mismo que tener una familia –torció el gesto y añadió–: Claro que mi familia tampoco era como parar tirar cohetes: mi padre era muy simpático en la calle, pero en casa era un maltratador, un auténtico diablo. Decía que nos quería, pero no conocía el significado de esa palabra –se recostó sobre los almohadones con un pesado suspiro–. Y ahora es cuando me callo. Debo estar aburriéndote con las penurias de mi infancia.

      Logan negó con la cabeza y le acarició el dorso de la mano con el pulgar.

      –No estás aburriéndome –replicó mirándola a los ojos–. De hecho, creo que eres una de las personas más interesantes e intrigantes que he conocido.

      Le dio la vuelta a su mano y cuando se puso a trazar arabescos invisibles en su palma con el índice, Layla sintió que un cosquilleo le recorría la espalda. Aspiró temblorosa, sintiendo como el deseo afloraba en su vientre. El mismo deseo que vio reflejado en los ojos azules de Logan. Tragó saliva.

      –¿Te quedarás conmigo hasta que vuelva a dormirme? –inquirió. Aquella pregunta se le había escapado sin darse cuenta. Se le encendieron las mejillas y bajó la mirada y se mordió el labio–. Perdona, olvida lo que acabo de decir. Ya soy mayorcita para dormirme yo sola.

      Se hizo un silencio tenso. Logan se levantó, pero no se fue.

      –Hazme sitio; me quedaré contigo –le dijo con un ademán–. Pero me echaré sobre las sábanas –le advirtió.

      Layla le lanzó una mirada divertida.

      –¿Qué pasa?, ¿no te fías de mí?

      Logan se puso muy serio.

      –Es de mí de quien no me fío.

      A Layla le costó un poco volver a dormirse, pero cuando lo consiguió su sueño fue profundo, tranquilo y sin pesadillas. Se despertó al rayar el alba, cuando el sol empezaba a colarse en la habitación. Estaba tendida sobre el costado, con el cálido brazo de Logan en torno a su cintura, y una de sus piernas musculosas por encima de la suyas.

      En algún momento de la noche debía haberse metido bajo las sábanas, pero ella no lo recordaba. Sin embargo, en ese momento era muy consciente de cada parte de su cuerpo que estaba en contacto con el suyo: su ancho pecho contra su espalda, sus fuertes muslos contra sus nalgas, su brazo en torno a su cintura… Oía su respiración, profunda y acompasada, y cada vez que espiraba lo sentía como una suave caricia en la mejilla.

      Logan se movió en sueños, apretándola un poco más contra sí, y su mano subió hacia su pecho. Layla sintió que los latidos del corazón se le aceleraban, y más aún cuando el muslo de Logan se deslizó entre los suyos, haciendo que una ola de calor aflorara en su vientre.

      –Umm… ¡qué gusto…!

      Layla sabía que debería despertarlo, pero no quería hacerlo. Nadie la había tocado nunca de aquella manera. ¿Estaba mal que quisiera romper las reglas que él había establecido? Movió las piernas un poco, para experimentar, y le encantó sentir los músculos y el vello de él rozándose contra su

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