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con su modus operandi, ha inaugurado un cierto tertium genus, que, seguramente, habría suscitado el interés, incluso el asombro del gran jurista florentino. Sobre el asunto de esta nota véanse también las interesantes reflexiones de Michele Taruffo, «Il giudice e lo storico: considerazioni metodologiche»: Rivista di diritto processuale, 3 (1967).

      13.En Storia d’Italia, trad. it. de A. Acquarone, G. Ferrara degli Uberti y M. Sampaolo, Laterza, Roma-Bari, 62011, p. 616.

      14.Entrevista recogida por Corrado Stajano y Marco Fini, La forza della democracia. La strategia della tensione in Italia 1969-1976, Einaudi, Turín, 1977, pp. 169-171.

      15.Por su pertinencia y expresividad, se hace uso del título de la conocida obra de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, Madrid, 61.a edición, 10.a de España, 1990). Las «máquinas de picar carne humana» —léase aquí: también la de las 85 víctimas mortales y los 200 heridos de la estación de Bolonia y tantas otras de acciones terroristas ejecutadas en Italia— escribe Galeano, «integran un engranaje internacional» (p. 452). Algo sobre lo que, a tenor de la rigurosa información ofrecida por Turone, acerca de las conexiones y financiaciones que hicieron posibles las masacres, no puede caber la menor duda.

      16.Es el modo como Noam Chomsky alude al criterio inspirador de la política exterior, al descarnado ejercicio del imperialismo por parte de Estados Unidos, en el título de uno de sus libros, donde, entre tantos datos expresivos del tenor de aquella, se refiere a la «preocupación» (ciertamente activa y operativa), de sus dirigentes por «los peligros de la política democrática en Francia e Italia», «‘amenazadas’ por la participación de los comunistas en los gobiernos» (en La quinta libertad, trad. cast. de C. Castells, Crítica, Barcelona, 1988, pp. 109 y 306).

      17.Por la viuda de Moro, que testificó en este sentido ante la Comisión parlamentaria, se supo que, en una entrevista con Kissinger celebrada posiblemente el 27 de septiembre de 1974, en ocasión de un viaje oficial a Estados Unidos, este le dijo: «Honorable… debe renunciar a perseguir su proyecto político de llevar a todas las fuerzas del país a colaborar directamente. O renuncia a hacerlo o lo pagará caro. Entiéndalo usted como quiera». Se sabe asimismo que, después de esto, Moro se sintió mal, y tuvo que anticipar el regreso a Italia. Es también elocuente que, por aquella época, Moro hubiera dicho a su alumna Luisa Familiari: «¿Cree que yo no sé que puedo acabar como Kennedy?» (véase Alfredo Carlo Moro, Storia di un delitto annunciato, Riuniti, Roma, 1998, pp. 148-149).

      18.Infra, pp. 354 ss.

      19.«¿Es posible que estéis todos de acuerdo en querer mi muerte por una presunta razón de Estado que alguien malignamente os sugiere, casi como solución de todos los problemas del país?», preguntará Aldo Moro, desde su cautiverio, a Zaccagnini, a la sazón, secretario nacional de la Democracia Cristiana, en carta del 21 de abril de 1978. Carta en la que, más adelante, se lee una severísima y dramática advertencia: «Recordad, y que lo recuerden todas las fuerzas políticas, que la Constitución republicana, como primer signo de novedad, canceló la pena de muerte. Así, queridos amigos, vendría a reintroducirse, sin hacer nada para impedirla, haciendo con vuestra propia energía, insensibilidad y respeto ciego de la razón de Estado, que entre de nuevo, de hecho, en nuestro ordenamiento. He aquí, que, en la Italia democrática de 1978, en la Italia de Beccaria, como en siglos pasados, yo soy condenado a muerte» (cf. L. Sciascia, L’affaire, cit., pp. 88-90). Diametralmente opuesta sería tres años más tarde la actitud del partido ante el secuestro del también político democristiano Ciro Cirillo, por parte de las Brigadas Rojas, cuando sí se pagó un rescate por su liberación.

      20.Aristóteles, Política, ed. bilingüe y trad. de J. Marías y M. Araujo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, 1287 b, p. 104.

      21.San Agustín, La ciudad de Dios, introducción, traducción y notas de R. M. Marina Sáez, Gredos, Madrid, 2007, lib. IV, cap. 4, p. 201.

      22.Hans Kelsen, Teoría pura del derecho, trad. cast. de R. J. Vernengo, UNAM, México, 1979, pp. 57, donde da comienzo el parágrafo rotulado: «El derecho como orden coactivo normativo. Comunidad jurídica y ‘bandas de ladrones’».

      23.Desde luego, no es el único caso. Pero la masiva, estructural y sistémica relación del Partido Popular de nuestro país con la corrupción, de cuya ejecutoria al respecto hay aparatosas muestras en todos los territorios en los que ha tenido presencia con responsabilidades de gobierno, es un desolador motivo para la reflexión. Una buena razón para preguntarse por la clase de estímulos y la calidad de la cultura que los protagonistas de tal inabarcable número de acciones criminales han podido difundir en el interior de las instituciones y en el entorno social. Y más, en vista de las actitudes negacionistas de los primeros responsables de esa formación, empeñados en ignorar con llamativa desvergüenza lo evidente, o tratando de rebajar su significación con el manoseado «de eso hace ya mucho tiempo».

      24.Véase Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional, trad. y prólogo de P. Andrés Ibáñez, Trotta, Madrid, 22013, pp. 45-46, nota 2. «La expresión ‘poderes salvajes’» —dice Ferrajoli— «alude claramente a la ‘libertad salvaje y sin ley’ de la que habla Kant como poder del más fuerte, en cuanto no sujeto a límites y a reglas, que inevitablemente se afirma en el estado de naturaleza, por la falta de los límites jurídicos que caracterizan al ‘estado jurídico’ o de derecho» (I. Kant, Principios metafísicos de la doctrina del derecho, § 47, en La metafísica de las costumbres, trad. de A. Cortina y J. Conill, Estudio preliminar de A. Cortina, Tecnos, Madrid, p. 146; ibid., pp. 45-46, nota 2).

      25.Cierto que estas tampoco han sido del todo ajenas al odioso fenómeno del terrorismo de Estado. Ahí están los GAL y el caso Lasa y Zabala, en España; la voladura del Rainbow Warrior de Green Peace en Nueva Zelanda por militares franceses; los múltiples episodios de la guerra sucia contra el IRA, en Gran Bretaña.

      26.Las que conforman «el otro [país] intacto y limpio», al que se refiere Pasolini, en «La novela de los atentados», publicado inicialmente en Corriere della Sera, de 14 de noviembre de 1974, ahora en Escritos corsarios, cit., p. 111.

      27.Y sombra que no acaba de disiparse: «Los mandantes de las masacres de ‘aquellos años de plomo’ estuvieron, y desgraciadamente están, protegidos por el Estado republicano nacido de la Resistencia: aún en 2017, los parientes de las víctimas de las matanzas de la estación de Bolonia del 2 de agosto de 1980—85 muertos y 200 heridos— se ausentaron cuando tomó la palabra el representante del Gobierno, porque todavía siguen cubiertos por el secreto de Estado los documentos que podrían hacer luz sobre los mandantes de la mayor masacre de la historia republicana: y habían pasado 37 años» (Mario G. Losano, Norberto Bobbio. Una biografia culturale, Carocci editore, Roma, 2018, p. 148).

      PRÓLOGO

       Corrado Stajano

      Una

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