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agarró el espaldar de una silla cuando se vio inmersa en una ola de pánico. April había sido secuestrada de la casa de su padre en otra ocasión en la que Gabriela había ido a la tienda.

      Oscuridad, un atisbo de una llama.

      Riley se dio la vuelta y corrió al pie de las escaleras.

      “April”, gritó.

      No hubo respuesta.

      Riley corrió por las escaleras. Los dormitorios estaban vacíos. No había nadie en su pequeña oficina.

      El corazón de Riley latía con fuerza, sin importar que su mente le estaba diciendo que era una tonta. Su cuerpo no estaba escuchando a su mente.

      Corrió al piso inferior y luego a la cubierta trasera.

      “April”, gritó.

      Pero nadie jugaba en el patio de al lado y no había niños a la vista.

      Logró controlarse para no dejar escapar otro grito. No quería que los vecinos se convencieran de que estaba realmente loca. No tan pronto.

      Buscó en su bolsillo, sacó su teléfono celular y le envió un mensaje de texto a su hija.

      No recibió ninguna respuesta.

      Riley entró en su casa y se sentó en el sofá. Sujetaba su cabeza con sus manos.

      Estaba de nuevo en el sótano de poca altura, acostada sobre la suciedad en la oscuridad.

      Pero la luz se estaba moviendo hacia ella. Podía ver su rostro cruel en el resplandor de las llamas. Pero no sabía si el asesino venía por ella o por April.

      Riley se obligó a separar la visión de su realidad.

      “Peterson está muerto”, se dijo enfáticamente. “Nunca nos volverá a torturar”.

      Se sentó en el sofá y trató de concentrarse en el aquí y en el ahora. Estaba aquí en su nueva casa, en su nueva vida. Gabriela había ido a la tienda. April seguramente estaba en algún sitio cercano.

      Su respiración se volvió más lenta, pero no pudo obligarse a ponerse de pie. Tenía miedo que iría al patio y gritaría de nuevo.

      Después de lo pareció ser mucho tiempo, Riley oyó la puerta principal abrirse.

      April entró por la puerta, cantando.

      Ahora Riley pudo ponerse de pie. “¿Dónde coño andabas?”.

      April se veía sobresaltada.

      “¿Cuál es tu problema, Mamá?”.

      “¿Dónde andabas? ¿Por qué no respondiste mi mensaje de texto?”.

      “Disculpa, tenía el celular en silencio. Estaba en casa de Cece, Mamá. Al otro lado de la calle. Cuando nos bajamos del autobús escolar, su mamá nos ofreció helado”.

      “¿Y cómo iba a saber dónde andabas?”.

      “No creía que llegarías a casa antes que yo”.

      Riley se oyó a sí misma gritar, pero no pudo contenerse. “No me importa lo que creas. No estabas pensando. Siempre tienes que dejarme saber…”.

      Las lágrimas que corrían por las mejillas de April finalmente la detuvieron.

      Riley recuperó el aliento, corrió hacia April y la abrazó. Al principio, el cuerpo de April estaba rígido por su rabia, pero Riley la sintió relajarse poco a poco. Entró en cuenta que ella también estaba llorando.

      “Lo siento”, dijo Riley. “Lo siento. Es solo que hemos pasado por tantas… tantas cosas terribles”.

      “Pero ya todo acabó”, dijo April. “Mamá, ya todo acabó”.

      Ambas se sentaron en el sofá. Era un sofá nuevo, lo había comprado luego de mudarse a esta casa. Lo había comprado para su nueva vida.

      “Sé que todo acabó”, dijo Riley. “Sé que Peterson está muerto. Estoy tratando de acostumbrarme a eso”.

      “Mamá, todo está mucho mejor ahora. No tienes que preocuparte por mí todo el tiempo. Y no soy una chiquilla. Tengo quince años”.

      “Y eres muy inteligente”, dijo Riley. “Lo sé. Tengo que seguir recordándomelo. Te amo, April”, dijo. “Por eso es que me porto tan loca a veces”.

      “Yo también te amo, Mamá”, dijo April. “No te preocupes tanto”.

      Riley estaba encantada de ver a su hija sonreír de nuevo. April había sido secuestrada, había sido la prisionera de Peterson y había sido amenazada con esa llama. Parecía que ya era una adolescente absolutamente normal de nuevo, aún si su madre no había recuperado su estabilidad.

      Aún así, Riley no podía dejar de preguntarse si todavía había memorias oscuras en algún lugar de la mente de April que estaban a punto de estallar.

      En cuanto a sí misma, sabía que tenía que hablar con alguien sobre sus propios miedos y pesadillas recurrentes. Y tenía que hacerlo lo más pronto posible.

      Capítulo Seis

      Riley se movía nerviosamente en su silla mientras pensaba en lo que quería decirle a Mike Nevins. Se sentía agitada y nerviosa.

      “Tómate tu tiempo”, dijo el psiquiatra forense, estirando el cuello en su silla de oficina y mirándola fijamente con preocupación.

      Riley se rio tristemente. “Ese es el problema”, dijo. “No tengo tiempo. He estado postergándolo. Tengo que tomar una decisión. Ya no puedo postergarlo más. ¿Alguna vez me habías visto tan indecisa?”.

      Mike no respondió. Solo sonrió y presionó las puntas de sus dedos.

      Riley estaba acostumbrada a este silencio de Mike. El hombre apuesto y algo irritable había sido muchas cosas para ella durante los años—un amigo, un terapeuta, hasta un mentor. Últimamente acudía a él para saber su perspectiva sobre la mente oscura de un criminal. Pero esta visita era diferente. Lo había llamado anoche después de llegar a casa de la ejecución y había conducido a su oficina en DC esta mañana.

      “¿Cuáles son tus opciones, exactamente?”, preguntó finalmente.

      “Bueno, creo que tengo que decidir lo que voy a hacer con el resto de mi vida, o enseñar o ser agente de campo. O hacer otra cosa completamente”.

      Mike se rio un poco. “Un momento. No tratemos de planificar todo tu futuro ahora mismo. Concentrémonos en el presente. Meredith y Jeffreys quieren que tomes un caso. Solo un caso. Esto no significa que tienes que escoger una de las dos. Nadie está diciendo que tienes que dejar de enseñar. Y todo lo que tienes que hacer es decir sí o no esta vez. ¿Entonces cuál es el problema?”.

      Ahora le tocó a Riley guardar silencio. No sabía cuál era el problema. Por eso estaba aquí.

      “Supongo que estás asustada”, dijo Mike.

      Riley tragó grueso. Sí, eso era. Estaba asustada. No había querido admitirlo, ni siquiera a sí misma. Pero ahora Mike iba a hacerla hablar del tema.

      “¿A qué le tienes miedo?”, preguntó Mike. “Dijiste que estabas teniendo pesadillas”.

      Riley siguió guardando silencio.

      “Esto obligatoriamente tiene que ver con tu TEPT”, dijo Mike. “¿Todavía estás teniendo flashbacks?”.

      Riley había estado esperando esa pregunta. Después de todo, Mike era el que más la había ayudado a tratar de superar el trauma de su terrible experiencia.

      Inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Por un momento sintió que estaba en la jaula oscura de Peterson de nuevo y él estaba amenazándola con una llama de propano. Meses después de haber sido la prisionera de Peterson, esa memoria aún la atormentaba de vez en

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