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transmitirte. Concédeme la gracia de tener una vida digna de testimoniarte ante los demás con fuerza y valentía. Que sea capaz de conjugar tu vida con la mía para que mi forma de actuar sea una unidad plena contigo.

      21 de enero

      Endereza tu vida

      Se nos plantea un mensaje duro. Juan Bautista inicia su ministerio a orillas del Jordán como la voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor; enderezad sus senderos» (Mt 3,3). Invita a todos a arrepentirse. Es un mensaje duro. Usa la metáfora del hacha puesta en la raíz de los árboles: por lo tanto todo árbol que no da fruto se corta y se echa al fuego. Aunque las multitudes lo rodeaban, Juan no buscó ser el centro, nunca olvidó que su papel principal era anunciar la venida del Salvador.

      El mensaje de Juan Bautista te lleva hoy a reflexionar acerca de tu forma de vida. Pregúntate: ¿qué haré?, y Juan te indicará el camino, al igual que indicó a los fariseos, publicanos, soldados y a las personas que le escuchaban: arrepentíos, pero con un arrepentimiento que destile frutos de buenas obras. Arregla todo lo que tienes torcido. No exijas a los demás lo que no hagas tú.

      Pregunta a Jesús qué te sugiere cambiar para tu progreso espiritual, qué te aconseja para quitar de ti todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza. Tienes que dar frutos de una vida digna de Dios.

      Y considerando con detenimiento el mensaje de Juan Bautista surge tu plegaria ardiente de petición y ayuda: Señor Jesús, te pido que sepa reducir o moderar los obstáculos que entorpecen tu encuentro. Que sepa llenar mi vida de buenas obras. Corta y quema todo lo que no es como tú quieres. Te lo pido con la confianza de que tú y tu Madre me ayudaréis en mi conversión y cambio interior.

       22 de enero Recuerda tu bautismo

      Hoy tenemos a la vista la investidura pública de Jesús como Mesías. «Y fue bautizado por Juan en el Jordán» (Mc 1,9). Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Vemos que Jesús se adelanta entre el grupo de peregrinos que viene de Galilea; ha llegado al Jordán para ser bautizado por Juan. Pero este se resiste diciendo: «Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?».

      Es el momento de sorprenderte ante el ansia que tiene Jesús de transmitir su mensaje de amor extremo y de liberarnos de tantas cargas... Jesús necesita comunicar cómo es su Padre y cómo ama. Pero, ¡qué ejemplo el suyo! Le vemos sumergirse en el agua y limpiarse para purificar todos los pecados de la humanidad.

      Jesús bautizado te lleva a pensar en la gracia de tu bautismo, que has recibido como una donación del amor de Dios. ¿Cómo vives el ser Hijo de Dios? ¿Te limpias en el agua de su corazón? ¿Has pensado en el significado de tu bautismo? ¿Lo agradeces?

      Desea con toda fuerza limpiarte en las aguas de la misericordia de Jesús y agradece su gran amor. Renueva en silencio las promesas de tu bautismo. Estás ungido por Dios.

      Jesús, limpia mi vida. Sumérgeme, límpiame en el agua que brota de ti mismo. Que responda con mi vida de entrega, servicio y donación. Que viva cada día mi verdadero bautismo como un compromiso de vida. Gracias por hacerme con tanto amor hijo tuyo. Bendito seas por siempre, Señor.

       23 de enero Tus tentaciones

      No te pierdas hoy las lecciones que te da Jesús, para saber cómo actuar cuando te sientas tentado.

      Jesús en el bautismo ha quedado lleno del Espíritu y este le empuja al desierto. «Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). ¿A qué le lleva el Espíritu al desierto? A orar, a sentir lo que es el hombre, a experimentar sus debilidades, a pasar por sus tentaciones. Va libremente pero no se deja llevar por la tentación. Quiso ser en todo semejante a nosotros.

      Ante las situaciones difíciles, vete a recobrar fuerzas como Jesús al desierto de la oración, a la soledad, y ayuna de tus ideas. Él te llama a una vida mejor y necesitas orar más, privarte del mundo que te rodea. Te llama a la soledad para purificarte, para fortalecerte, para impulsarte a dar un testimonio de vida auténtica.

      Hoy fija tu mirada en Jesús y cuando sientas la debilidad de la tentación, observa qué tentaciones sientes y cómo debes salir de ellas. ¿Haces como él? ¿Alimentas tu vida con ratos de desierto, de silencio y oración? ¿Reservas espacios cada día para orar y sentir la compañía de Jesús?

      Jesús, te doy gracias por compartir nuestra vida, nuestra condición humana, nuestras necesidades y debilidades. Te pido gracia para poner mi mirada en ti, para confiarte todo lo que me inquieta y para que, en diálogo contigo, pueda superar los momentos más difíciles. Madre mía, en mis tentaciones y caídas ven en mi ayuda.

       24 de enero Espíritu del mal, ¡aléjate de mí!

      Acompaña hoy a Jesús que está en pleno desierto, donde es probado. «Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo le darás culto”» (Mt 4,10). Jesús sufre la debilidad del hombre: el hambre, la ambición y la ostentación. ¡De qué manera tan dura e incisiva fue probado Jesús! Así son las tentaciones del ser humano. ¡Cómo nos enseña a vencerlas!

      Repasa la primera tentación, que tiene que ver con algo natural y esencial: el hambre. Y observa cómo Jesús rápidamente se niega. No quiere usar el poder de su Padre. La segunda es la ambición del poder. Jesús sabe que el hombre es ambicioso, pero él no se deja seducir por el mal. La tercera tentación es la ostentación. Esta no es su vida ni su misión. «Vete. No tentarás al Señor, tu Dios» (Mt 4,7).

      También tú, como todo ser humano, eres tentado en los deseos naturales, en los de poder. ¿Qué tentaciones te dominan? ¿Cómo las vences? ¿Qué vida llevas para no caer en la tentación? Urge hoy que examines tus tentaciones y, si te ves caer, pide ayuda y deséchalas.

      Necesitas con urgencia pedir ayuda: Señor, ayúdame a permanecer firme ante las insinuaciones del mal. Defiéndeme del peligro de las riquezas, del poder y del orgullo. Madre mía, ayúdame en mis debilidades, defiéndeme y socórreme del poder del mal.

       25 de enero Humildad que atrae

      Nos admira la humildad de Juan. Es el mensajero, el portavoz de Jesús. Esta es su misión: «Soy la voz del que clama en el desierto» (Jn 1,23). «Al que viene detrás de mí no soy digno de desatar la correa de sus sandalias» (Jn 1,27). No se enorgullece, solo quiere dar a conocer a Jesús y presentarlo.

      Hoy tienes a la vista una extraordinaria lección de humildad. Cuántas veces defendemos a capa y espada nuestra posición. Pero, ¿qué es lo más importante, el anunciador o el mensaje de la persona que anuncias?

      Si realmente se te preguntara quién eres tú, cuál es tu misión en la vida, ¿cuál sería la respuesta sincera? ¿Tendrías la humildad suficiente para reconocer que eres enviado para una misión, pero que por tu pobreza de vida necesitas continuamente la fuerza del espíritu de Dios?

      La sociedad te observa y cuestiona tu identidad. Se te pregunta: ¿quién eres tú? Sé consciente de que tu forma de vida deja huella y se te exige una vida digna de un anunciador de Jesús.

      Con el cariño de ser testigo de Jesús le pides: Jesús, Juan respondió que era tu voz. Yo, con valentía, quiero tener la misma fuerza para anunciarte, la humildad para reconocerme débil y necesitado en esta misión. Quiero transmitir tu voz. Quiero seguir tus normas. Sé que el mundo te necesita y aquí me tienes siendo sencillamente «voz manejada por ti». Santa María, ayúdame en mi testimonio.

       26 de enero Jesús te libera

      Así anuncia Juan a Jesús, con esta expresión sencilla. «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo» (Jn 1,30).

      Nos extraña la palabra que usa Juan para definir a Jesús. Lo llama «Cordero». «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo entendemos perfectamente porque sabemos que es el símbolo del sacrificio y de la liberación. Así lo

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