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veces «bienaventurada».

      Dile: María, contigo quiero cantar el «Magníficat». Dame tus sentimientos de fe, alabanza y acción de gracias al Señor al considerar el gran regalo de su amor. Que hoy sepa alabar las grandezas y regalos que el Señor hace en mi vida. Ayúdame, Madre mía, a repetir contigo el gran «Magníficat» de mi vida.

       10 de enero Así es la figura de José

      Hay que ponerse en el papel de José. ¿Cómo iba a imaginar que su esposa le había sido infiel? Pero el Señor, que nunca falla, le avisa en sueños de que no tenga miedo en aceptar a su mujer, María, porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo. «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1,20).

      ¡Hermoso ejemplo el de José! Toda su gloria y su felicidad consistieron en haber sabido entender lo que Dios quería de él y haberlo cumplido con máxima fidelidad. Amó a Jesús como un buen padre ama a su hijo, le dio todo lo mejor, le cuidó con un amor extraordinario.

      José es nuestro gran protector y compañero de camino. Es nuestro modelo de fe. Un ejemplo de saber cumplir con toda fidelidad su papel para que Jesús pudiera salvar a la humanidad y hacerse uno con ella.

      ¿Cómo es tu cariño hacia José en tu vida? ¿Te paras a considerar las grandes virtudes y los ejemplos que nos deja en la historia de Jesús? ¿Le tienes como abogado y protector y acudes a él en tus momentos difíciles? ¿O quizás lo tienes muy olvidado? Acude a él, que nunca te fallará.

      ¡Glorioso patriarca san José! A vos acudo para que seáis mi protector durante todos los días de mi vida. Sed mi abogado, especialísimamente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.

       11 de enero Misterio de amor

      En dos sencillos versículos nos refiere Lucas el gran acontecimiento que nos cambia la vida a todos: Dios-con-nosotros. ¡Misterio del amor! «Y dio a luz a su propio primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7).

      Así vino al mundo Jesús para estar con y entre nosotros. No hay más palabras. Todo es silencio, amor, mucho amor. La madre de Dios con su hijo en brazos embelesada de ser madre. Recuerda este profundo canto: «Sobre la noche reina la luz de tu esplendor. En medio del silencio el Verbo se encarnó. ¡Misterio del amor!».

      Entra conmigo en silencio en la contemplación y en el asombro de este Misterio. Alégrate. Goza del amor de Dios que se hace niño por ti. Admira. Reflexiona sobre el misterio de Belén. Acompaña largos ratos a María y a José e inúndate de todo el cariño que envuelve la cueva de Belén.

      ¿Cómo nace Jesús en tu corazón? ¿Cómo vives este maravilloso acontecimiento? Alégrate. Goza. Celebra en tu corazón la verdadera Navidad.

      Gracias, Jesús, por hacerte uno con conmigo. Gracias, Jesús, por traerme la alegría, la paz y el amor. Haz que penetre con toda el alma en este profundo misterio de la Navidad. Pon en mi corazón la paz que busco, la alegría que necesito y el amor que hoy me entregas. ¡Gracias, Jesús!

       12 de enero Una gran noticia

      ¡Qué hermoso texto nos narra Lucas! ¡Qué alegre! ¡Qué sencillez! ¡Qué detalle de un Dios que quiere comunicar el nacimiento de su Hijo a un grupo de personas muy sencillas, pobres y humildes, de trabajos duros y quizás despreciados! «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

      La humildad de los pastores, la sencillez de María y José en Belén, el amor de Dios niño en el pesebre, la prontitud de los pastores para adorar a Jesús: «Os anuncio una Buena Noticia. Hoy ha nacido el Salvador del mundo» (Lc 2,10). El considerar la reacción que tuvieron los pastores de salir corriendo para adorar a ese Niño te tiene que llevar a contemplar embargado de maravilla y gratitud este misterio de amor y de luz.

      Como uno más de los pastores, acércate a la cueva de Belén, adora al Niño y pregúntate: ¿qué lecciones veo en este pasaje? ¿Sé recibir las «Buenas Noticias del Señor» con alegría, asombro y adoración?

      Ve ya a la cueva de Belén y pídele al Niño: Con los pastores de Belén, Jesús, ayúdame a correr presuroso a tu encuentro. Ayúdame a no quedarme «dormido» en mí mismo y, como los ángeles dieron la «Buena Noticia», que sepa anunciarte, dar y llenarme de alegría al comunicar tu presencia, el Dios-que-está y vive con cada uno de nosotros en nuestra vida.

       13 de enero María, vista desde dentro

      María es la mujer creyente, que resplandece y brilla siempre por su oración confiada, por su fe inquebrantable, por su apertura y escucha atenta al proyecto de amor de Dios sobre ella. ¡Cómo no alegrarnos de que María sea nuestro auténtico modelo de fe y vida interior! «Y María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Así es nuestra Madre.

      Cuando piensas en María tienes que llenarte de tanta alegría, de tanto amor hacia Ella, que te llevará a un exigente compromiso de vida, porque realmente la necesitas para todo: para orar, para que te acompañe y sobre todo para que te enseñe a ir a Jesús. Es tu compañera de camino. Ámala.

      Y surgirán en ti estas preguntas: ¿cómo estoy de amor a María? ¿Se ha debilitado mi trato con Ella? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Qué actitudes aprendo de Ella? Y no puedo por menos de repetirle y suplicarle una y otra vez: Bajo tu amparo, Virgen y Madre nuestra, pongo mi vida. Enséñame a conservar y meditar en mi corazón las grandes lecciones que tú me das.

      Quédate con el compromiso de acudir a Ella en todos los momentos de hoy y siempre para que te ayude a descubrir y ejecutar el proyecto de amor de Dios en tu vida.

      María, que sea como tú. Que abra mi interior y deje a Dios que entre en mi vida y sea el dueño de todo lo que soy. Que él me cubra con su sombra y purifique mi amor, el amor que he recibido de ti para poder darlo a los demás.

       14 de enero El nombre de Jesús

      Hoy no tenemos más remedio que preguntar a Jesús: «Pero, ¿por qué te sometiste a esta prescripción legal de la sangrienta circuncisión cuando tú, como Dios, no estabas sujeto a la ley?». ¡Qué ejemplo de humildad! A la circuncisión está ligada la imposición del nombre y Dios mismo fijó su nombre: «Jesús», que significa «Yavé salva». Este es su fin: ayudarnos, redimirnos y salvarnos. «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús» (Lc 2,21).

      Piensa en lo que significa el nombre de «Jesús» y en esta reflexión no dejes de repetir muchas veces su nombre, porque lo es todo para ti. Te librará de muchos obstáculos. Haz la prueba sintiéndolo desde el fondo de tu corazón.

      También te aconsejo que repitas muchas veces: «Jesús, ten compasión de mí, que soy un gran pecador». Esto obrará milagros en ti y en los demás. Dile muchas veces que le quieres.

      ¿Qué te dice el nombre de Jesús? ¿Cómo aceptas las normas que regulan tu vida? ¿Te has parado a pensar en la obediencia y sumisión de Jesús aun en los momentos más duros? ¿Invocas a Jesús en todos los peligros de tu vida?

      Jesús, hoy que comienzas tu camino de sufrimiento, enséñame a saber sobrellevar todo lo que me hace sufrir y me quita la paz. Dame docilidad y humildad para aceptar lo que me cuesta. Que ame tu nombre. Que lo repita muchas veces a lo largo del día y de mi vida y sobre todo a la hora de mi muerte.

       15 de enero Alabanza desde la sencillez

      Tres momentos importantes para pensar se te ofrecen hoy: la purificación de María como Madre de Dios y la figura de dos ancianos, Simeón y Ana, la profetisa. «Simeón tomó al Niño en brazos y bendijo a Dios» (Lc 2,22). «Ana alababa también a Dios y hablaba del Niño a todos» (Lc 2,38).

      Piensa:

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