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a Dios es que pongas en primer lugar el servicio a los demás, antes que el culto y los mandatos de la ley. ¿Entiendes la lección que te da Jesús en este episodio hoy?

      Hoy pide a Jesús ver la vida y a las personas con ojos de misericordia: Sé, Jesús, que siempre prefieres que lleve una vida de misericordia, una vida abierta al amor, abierta a la esperanza, más que una vida ceñida a la normativa legal. Sí, Señor, lo sé, por eso te pido que no pase de largo ante las necesidades de mis hermanos. Te pido no enjuiciar sus acciones desde la ley, sino desde el amor y la misericordia. Ayúdame a vivir de este modo. Madre de misericordia, ruega por nosotros.

       25 de febrero ¿Hacer el bien o hacer el mal?

      Tenemos a la vista otra escena en la que a Jesús lo que le importa es hacer el bien por encima del sábado.

      Al contemplar este relato, nos sorprende el dolor de Jesús manifestado en la mirada de ira. Los fariseos no entienden la enseñanza del sábado que continuamente les da Jesús. «Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía la mano paralizada (...). “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?” (...). Echando en torno una mirada de ira, y dolido de la dureza de su corazón, dice al hombre: “Extiende la mano”. La extendió y su mano quedó restablecida» (Mc 3,3.4).

      Y piensa: si Jesús miró con ira a estos fariseos, que en vez de compadecerse del mal y de las enfermedades que ven, endurecen su corazón, ¿cómo te mirará cuando muchísimas veces conviertes el Evangelio en actos superficiales? ¿Qué dolor le producirás al verte pasar con indiferencia ante el hermano necesitado? Hay ciertas cosas que no puede soportar el corazón de Jesús: una de ellas es la dureza de corazón.

      Reflexiona: tus reacciones tienen que cambiar. Debes imitar las actitudes de Jesús ante las diferentes situaciones en las que se enfrenta ante la ley, ante la enfermedad, ante la dureza de corazón. Debes ser una persona llena de amor a Dios y siempre disponible en el servicio a tus hermanos.

      Jesús, sé que sentirás pena al ver mis acciones, sí, muy legalistas, pero poco llenas de amor hacia los demás. Hoy te presento mi corazón duro, frío, rebelde e insensible, para que tú lo cambies y lo llenes de comprensión y amor. Que no sea causa de tu mirada dura hacia mí. María, nuestra madre, ayúdame a cambiar mi corazón y hazlo como el de tu Hijo, Jesús. En ti confío.

       26 de febrero La plegaria de petición

      Una escena preciosa para leerla y releerla con mucho amor y desde Jesús. Cuando Jesús va a resucitar a la hija de Jairo, se cruza esta mujer, la hemorroísa, que estaba enferma desde hacía doce años, gastando mucho en toda clase de médicos. ¡Qué ejemplo de fe! ¡Y qué ejemplo de valentía y de acercamiento a Jesús! Le toca el manto. Esta mujer nos hace pensar que, realmente, cuando nos vemos en el límite, tenemos que actuar como ella. ¿Seremos capaces de tocar, buscar a Jesús para que nos cure? Oigamos lo que dice Jesús a esta temblorosa mujer que se postra a sus pies: «¿Quién me ha tocado el manto? (...). Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc 5,30.34). ¿Cómo es tu fe? Necesitamos la de esta mujer. Necesitas arrojarte con humildad a los pies de Jesús.

      Es el momento de ejercitar la petición de súplica: Jesús, dame la fe de la hemorroísa. Dame la valentía que necesito para acercarme a ti. Te pido que mi fe no sea cerebral sino comprometida. Ayúdame a ir junto a ti para curarme de las muchas enfermedades y debilidades que inundan mi vida. Madre, ayuda mi débil fe. Quiero ser como la hemorroísa y acudir a tu Hijo en todas mis flaquezas.

       27 de febrero Seguridad de curación

      Nos impresiona la actitud orante de Jairo y la bondad compasiva de Jesús. Una escena realmente preciosa. Jesús manifiesta su poder ante la misma muerte y actúa con rapidez cuando ve a este jefe de la sinagoga, Jairo, con mucha fe y necesidad de ayuda: «Mi hija está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella para que se cure y viva» (Mc 5,23).

      Vemos a Jairo que manifiesta las actitudes necesarias para la oración: 1. Ora con humildad: «Se arrojó a sus pies» (Mc 5,22). 2. Ora con perseverancia: «Le rogaba con insistencia» (Mc 5,23); y 3. Ora con fe en el poder de Jesús: «Ven, impón las manos sobre ella» (Mc 5,23). Pero vemos que su oración no es del todo perfecta, y Jesús le confirma en su fe: «No temas, basta que tengas fe» (Mc 5,35).

      Muchas veces te tiene que ayudar el Señor a tener fe, porque estás dudoso. ¿Sabrás rogar a Jesús una y otra vez como lo hacía Jairo? Aprende de este relato y admira la fe de este hombre que se olvida de su dignidad y se arrodilla delante del Señor. En las circunstancias difíciles, cuando todo se te va de las manos, no tengas miedo y acude al Señor. Él está siempre a tu lado. ¿Por qué temer?

      Señor, no quiero que mi fe esté inactiva y muerta. Quiero creer en tu poder. Quiero oír en mi vida: «Levántate» y «cambia de vida, de costumbres, de forma de actuar». En ti espero para caminar junto a ti y volver a la verdadera vida. Gracias, Señor.

       28 de febrero Tus cegueras

      Probablemente a nosotros nos pasa lo que a estos dos ciegos. Piden su curación a Jesús y le siguen insistentemente con su petición. «Cuando salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: “Ten compasión de nosotros, hijo de David”» (Mt 9,27). Necesitan ver y confían en que Jesús les puede dar la vista. Tienes que caminar junto a Jesús como estos dos ciegos. Déjate tocar en tu vista por Jesús. Él tocará tus ojos ciegos y te ayudará para tener otra visión de la vida, de las personas, de los acontecimientos.

      ¿Sientes necesidad de que Jesús imponga sus manos sobre tus ojos? ¿Le gritas una y otra vez que tenga compasión de ti? ¿Crees en su poder curativo y liberador? Acude a Jesús. Grítale. Síguele. Te devolverá la vista y la salud.

      Jesús te quiere con una fe fuerte, segura, pronta y sin miedos. Quiere oír de ti las grandes necesidades que tienes y que acudas a él sin dudar, con necesidad, con pobreza, con la espera de que solo él te puede sanar. Que en tus oraciones descubras al dueño del verdadero sentido de la vida y, con fe, te dejes curar e imponer las manos sobre tus cegueras.

      Quiero esforzarme en conseguir las condiciones que necesito para ver, pero requiero, Señor, tu ayuda. Que descubra los secretos de la luz. Abre mis ojos para verte en todo: personas, acontecimientos... Y que así descubra tu Espíritu. Limpia mis ojos. A ti, Madre del amor, acudo para que me devuelvas la vista y descubra el amor de tu Hijo, que siempre está atento a mis cegueras.

      Marzo

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