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Que abra mi corazón al raudal de amor con el que me inundas continuamente y sepa agradecértelo. Gracias por mi historia, por mi familia. Que mis relaciones sean de amor, unidad y de agradecimiento a ti, que me has creado con tanto amor.

       4 de enero «¡No temas!»

      Es maravilloso contemplar cómo el Señor no puede dejar de amar a su pueblo. Lo vemos en dos personas ancianas, Zacarías e Isabel, estériles y de edad avanzada. Así es la manera de trabajar de Dios sobre el hombre.

      Considera que el mensaje que transmite Dios a través del ángel a Zacarías es el más pacificador: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado» (Lc 1,13). En la vida todo es fruto de oración y Dios siempre, siempre nos escucha. ¿Lo has comprobado? ¿Confías en el Señor? ¿Le comentas todas tus dudas y tu miedo?

      Es maravilloso sentir que Dios siempre está detrás de nuestras débiles, pequeñas y grandes historias. Los mensajes de Dios siempre son de mucha tranquilidad y paz y, aunque nos cueste entender su voluntad, piensa que para Dios nada, nada es imposible. Y la paz llenará tu corazón.

      Por esto hoy te invito a ver el amor de Dios en todos los acontecimientos que marquen tu vida. Ante tus dudas dile: Señor, aumenta mi fe porque vacilo ante la angustia y ante los problemas y acontecimientos que me inquietan cada día. Sí, Señor, creo pero aumenta mi fe. Contigo y muy cerca de ti, Señor, tendré fuerza para esperar sin derrumbarme, para llenarme de alegría con tu presencia y para comunicarla a los que comparten mi camino y mi historia.

       5 de enero «¡Alégrate!»

      ¡Cuánto amor se respira en esta expresión!: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Repítela muchas veces en tu interior y sentirás la alegría de tener una Madre tan maravillosa. ¡Con qué delicadeza y respeto se dirige Dios a ella! La alegría es el mensaje que le comunica, haciéndole experimentar el saberse amada al llamarla «la llena de gracia» (Lc 1,28).

      Y piensa: ¿qué quiere indicarnos Dios con este saludo? Lo más grande. El amor y la alegría. Esta es «la Buena Noticia» de un Dios que nos ama tanto que quiere estar muy cerca de nosotros; tan cerca que se quiere hacer niño como nosotros.

      Hoy te invito a que pases unos momentos contemplando esta escena tan maravillosa en silencio, escuchando en tu corazón la palabra «Alégrate». En este silencio, pregúntate: ¿soy capaz de escuchar a Dios, que me que quiere llenar de alegría y desea compartir mi vida? ¿Soy capaz de escuchar «la Buena Noticia» de que me ama inmensamente»? ¿Soy capaz de llenarme de alegría al experimentar su deseo de vivir conmigo? Admira todos los detalles de la Anunciación, en la que Dios elige a una mujer muy sencilla para ser su Madre. Habla con María. Dile lo feliz que eres al saber que es «llena de gracia»: ¡Alégrate, María! Déjame que me alegre contigo. Que sienta el gozo de quererte al ser mi Madre llena de gracia, que escuche las palabras del ángel en ti. Madre mía, quiero repetir muchas veces estas palabras y en silencio oír la voz del que llevas en tus entrañas: Jesús.

       6 de enero ¿Por qué te alteras?

      Hoy te encuentras con la segunda frase clave que el ángel dirige a María: «¡No temas, María! Porque has encontrado gracia ante Dios» (Lc 1,30). El «no temas» penetra en su corazón y este se llena de confianza y de paz.

      Hoy también María te dice: «No temas, hijo mío». Ante el miedo, ante la pobreza, ante la enfermedad, ante las incomprensiones, ante el sufrimiento, ante la soledad y ante la muerte, «yo estoy siempre contigo». Y sentirás los brazos amorosos de una Madre que te cobija y te ayuda en los momentos más duros de tu vida.

      ¿Tienes temores? Acude a María. ¿Te acobardas ante el dolor, la soledad, lo que no entiendes? Acude a María. Piensa en lo que te quita la paz y la alegría y deposita todo lo que ensombrece tu diario vivir en el corazón de tu Madre, María. ¿Sabes lo que es sentirse querido por Dios? ¿Sabes que has encontrado gracia ante él, seas como seas? Siéntete amado por un Dios al que no le importa cómo eres. Disfruta de su amor y comunícalo a tu alrededor.

      Repítele con fuerza: Madre, yo te suplico que me socorras en todos los momentos de mi vida: en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, la gracia de escuchar en mi interior el «no temas, porque yo estoy contigo». Bendíceme y ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte. Gracias, María, por ser mi Madre.

       7 de enero «Hágase»

      Este es el final del coloquio maravilloso del anuncio del nacimiento de Jesús: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Dice «sí», «acepto tu voluntad, tu deseo de elegirme como madre de tu Hijo». Y así, inserta en la voluntad de Dios, nos da la alegría de abrir la puerta a la redención de la humanidad con el nacimiento de su Hijo, Jesús.

      Piensa: hoy María te invita a que también tú digas este «sí» que tantas veces te cuesta pronunciar. Señor, muchas veces me cuesta ser valiente y decir: «Hágase tu voluntad». Pero si pienso en María, con ella todo lo puedo.

      En silencio amoroso contempla esta escena y deja que María, nuestra Madre, pronuncie ese «sí» en tu nombre cuando tú no tengas la valentía necesaria para aceptar la voluntad de Dios.

      Hoy, con gozo y lleno de felicidad, susúrrale a María: ¡Gracias, Madre, por haber dicho que «sí»! ¡Gracias!, porque con tu «sí» me has regalado a Jesús, eje de nuestra vida. En los momentos más difíciles, ayúdame y dame valentía para decir «sí». «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tú quieras. Solo quiero y deseo hacer tu voluntad».

       8 de enero Ponte en camino

      María está llena de felicidad y quiere compartir su alegría con su prima y, conociendo la necesidad que tiene Isabel como anciana, le apremia el deseo de estar con ella. Nos dice este episodio de la Visitación que fue «deprisa», «con prontitud» a ayudarla. «María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña... y saludó a Isabel» (Lc 1,39). ¡Qué ejemplo de servicio y entrega!

      Hoy, a través de María, se te invita a «ponerte en camino». Se te exige salir de ti mismo y preguntarte: ¿qué es lo que me impide ponerme en camino: mis propios intereses o quizá mi egoísmo, mi comodidad o mi orgullo? ¿Soy sensible a las necesidades de los demás? ¿Llevo en el contacto con mis hermanos la alegría de Dios?

      Cuántas veces a lo largo de tu vida has tenido ocasión de ponerte en camino hacia los demás. Cuántas veces habrás sentido la voz de tu conciencia o la propia voz de Dios invitándote a comenzar un camino de entrega, de servicio hacia los demás. Reflexiona hoy cómo vives el estar pendiente de las necesidades de los demás.

      Pide al Señor y a la Virgen: Señor, quita de mi vida todo lo que me impida no servir y darme a los demás y dame la urgencia de entregarme a los más necesitados.

      Señor, ensancha mi corazón para que pueda desvivirme por el hermano que tengo a mi lado. Que el ejemplo de María con su prima Isabel me ayude a olvidarme de mí mismo. A tu Madre le pido que me enseñe a estar pronto a la entrega y que llene a los demás de detalles de amor.

       9 de enero Alaba al Señor

      ¡Qué regalo tan grande se nos ha dado con el canto del «Magníficat»! ¡Qué oración tan preciosa de alabanza y de acción de gracias! «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc 1,46.48). María se siente asombrada y reconoce los dones tan grandes que le ha hecho su Señor. Así responde ante las alabanzas de Isabel.

      Piensa: ¿me inundo de alegría ante el amor de Dios? ¿Sé proclamar con alegría las maravillas de Dios en mi vida? ¿Soy capaz de proclamar las grandezas del Señor en mí?

      Hoy, lleno de admiración, proclama su amor con enorme alegría con el canto de María: «Engrandece mi alma al Señor, porque ha mirado la humillación de su sierva». Nunca podrás reconocer la obra de Dios en tu vida si

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