Скачать книгу

real y enteramente humana, define el ideal de perfección a que ella debe encaminar sus energías como la posibilidad de ofrecer en un tipo individual un cuadro abreviado de la especie. (1993, p. 10)

      Marx, el otro optimista paradójico, dijo medio siglo antes en la Ideología alemana:

      En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos. (1973, p. 34)

      Para entender un poco más la visión que tenía Rodó sobre el utilitarismo, vale la pena detenerse un momento y hacer la comparación con las reflexiones citadas de Weber y Marx.13 En la cita de Weber, se evidencia cómo ante una misma situación —el utilitarismo de la sociedad estadounidense al desnudo— la elaboración de Rodó es totalmente diferente de la del sociólogo alemán. La cita de Marx, por lo contrario, muestra una afinidad entre Rodó y el pensador alemán. La comparación entre las dos citas y la elaboración de Rodó permite destacar tres aspectos importantes. Primero, la lectura hecha por Rodó de su momento histórico no es un simple reflejo de la situación material, sino la elaboración de un individuo que logra vislumbrar la constructividad del proceso social. La reflexión weberiana es fruto de su visión pesimista de la modernidad, que a su vez está arraigada en una concepción “ingenuamente evolutiva” del proceso social, muy en la tónica de final del siglo XIX europeo, que ubica en línea ineluctable de desenvolvimiento la sociedad estadounidense, concebida como extensión de la sociedad europea, como cabeza de la historia de la humanidad. Aunque Rodó también entiende la sociedad estadounidense como prolongación de la europea, se diferencia del planteamiento de Weber en el sentido de no concebir la ruta estadounidense como inevitable destino de la humanidad. Segundo, para Rodó el gran problema que se tenía en ese momento era la consagración del utilitarismo como principio absoluto de desarrollo, es decir, sin posibilidades de concebirlo como construcción humana y, por tanto, evitable. La amenaza que veía el pensador uruguayo en los Estados Unidos no era el poder que podía desplegar su organización social sobre América Latina, sino el espíritu utilitarista que la soportaba y ya había permeado, por lo menos, a las élites latinoamericanas.14 Tercero, la reflexión sobre el utilitarismo en América Latina que se puede leer en Rodó constituyó, al igual que la europea, un balance de lo ocurrido con el desarrollo del capitalismo como forma de organización social. El optimismo paradójico que emparenta a Rodó con Marx tiene su base en que en los dos hay una concepción a largo plazo del proceso social que les permite entender el presente como un momento del desarrollo histórico, así como una visión del ser humano como productor de sí mismo; aunque el pensador uruguayo es más consecuente con su concepción de proceso en la medida en que el futuro lo entiende abierto y no predeterminado por ningún sujeto individual o colectivo.

      ¿De qué naturaleza es la superación del utilitarismo que Rodó dejó planteada en su Ariel? Como ya se anotó, la crítica al utilitarismo no se hace desde una añoranza romántica de un pasado mejor o de la sensación de amenaza de algo que se considera sagrado. No se trata de una vuelta al pasado, de la recuperación de “valores perdidos” que en algún tiempo pudieron encarnar el ideal de un ser humano en la plenitud de su ser. Asimismo, tampoco se puede decir que es la respuesta de un “idealista” (Fernández Retamar, 2006) al avance de un materialismo que no había tenido la capacidad de generar “ideales sublimes”, y que, por tanto, hería la sensibilidad de un miembro de la ciudad letrada (Rama, 2004), lo cual para algunos críticos de Rodó habría alimentado tendencias conservadoras en América Latina, que leyeron en la referencia a ideales aristocráticos una invitación a la conservación de ideales de rancias élites latinoamericanas. O también, como lo señala Fernández Retamar, es el idealismo del intelectual que se siente iluminado y llamado a conducir las muchedumbres ignorantes sin conocerlas realmente.

      Frente a estas interpretaciones, se puede destacar que para Rodó la superación del utilitarismo pasaba por un salto cualitativo en la forma en que los seres humanos tienen organizado el mundo. La civilización para el pensador uruguayo no se definía por la riqueza material, “sino de las superiores maneras de pensar y de sentir que dentro de ella son posibles” (1993, p. 24). Aunque en principio esto pueda aparecer como un argumento típicamente idealista, ubicado en la mecánica división factores materiales-factores ideales, cambia de sentido si se entiende que, en la esfera de la conciencia, otra manera de nombrar los modos de pensar y sentir también opera un proceso de acumulación que no es simple reflejo de la acumulación de riqueza, entonces, que Rodó considere que la acumulación de bienes materiales no es lo único que distingue una sociedad no puede ser tomado como el argumento de un “idealista”.

      La crítica que hace Rodó al utilitarismo la hace en cuanto es una forma de pensar y sentir que está atada a la acción, que se deriva en ver y concebir el mundo social como una proyección de la forma de actuar en el presente. Como parte de su crítica al utilitarismo, viene la de la nordomanía, donde expresa una frase ya célebre sobre los Estados Unidos: “Y por mi parte, ya veis que, aunque no les amo, les admiro”. En una de las varias descripciones que hace de este país dice:

      En el principio la acción era. Con estas célebres palabras del Fausto podría empezar un futuro historiador de la poderosa república, el Génesis, aún no concluido, de su existencia nacional. Su genio podría definirse, como el universo de los dinamistas, la fuerza en movimiento. Tiene, ante todo y sobre todo, la capacidad, el entusiasmo, la vocación dichosa de la acción. La voluntad es el cincel que ha esculpido a ese pueblo en dura piedra. Sus relieves característicos son dos manifestaciones del poder de la voluntad: la originalidad y la audacia. Su historia es, toda ella, el arrebato de una actividad viril. Su personaje representativo se llama Yo quiero, como el “superhombre” de Nietzsche. (1993, p. 38)

      Como se dejó establecido atrás, respecto del proceso que el ser humano ha venido haciéndose a sí mismo, se ha podido constatar empíricamente que la modernidad implicó un cambio en las formas de pensar y de sentir, se pasó de una lógica centrada en el sujeto, que veía el mundo como resultado de su propia acción, a una donde se buscan las causas como resultado de la propia lógica de los procesos naturales y sociales, y no como respuesta a una acción humana (Ibarra, 2005). El utilitarismo estadounidense para Rodó era una forma de pensar y sentir que ve el mundo desde el “yo quiero”, es decir, está atado a una “lógica subjetivista”. Ampliando lo que está entendiendo por una cultura hija del “yo quiero”, se lee en el Ariel:

      Diríase que el positivismo genial de la Metrópoli ha sufrido, al transmitirse a sus emancipados hijos de América, una destilación que le priva de todos los elementos de idealidad que le templaban, reduciéndole, en realidad, a la crudeza que, en las exageraciones de la pasión o de la sátira, ha podido atribuirse al positivismo de Inglaterra. El espíritu inglés, bajo la áspera corteza de utilitarismo, bajo la indiferencia mercantil, bajo la severidad puritana, esconde, a no dudarlo, una virtualidad poética escogida, y un profundo venero de sensibilidad, el cual revela, en sentir de Taine, que el fondo primitivo, el fondo germánico de aquella raza, modificada luego por la presión de la conquista y por el hábito de la actividad comercial, fue una extraordinaria exaltación del sentimiento. El espíritu americano no ha recibido en herencia ese instinto poético ancestral, que brota, como surgente límpida, del seno de la roca británica, cuando es el Moisés de un arte delicado quien la toca. (1993, p. 39)

      Cuando va finalizando el Ariel, Rodó expresa con sorprendente claridad lo que podría tenerse por una caracterización del salto cualitativo que él pensaba se requería dar frente al utilitarismo.

      Hubo en la antigüedad altares para los “dioses ignorados”. Consagrad una parte de vuestra alma al porvenir

Скачать книгу