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Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
Читать онлайн.Название Roja esfera ardiente
Год выпуска 0
isbn 9788446051428
Автор произведения Peter Linebaugh
Жанр Документальная литература
Серия Reverso
Издательство Bookwire
En 1798, los Irlandeses Unidos publicaron un panfleto ampliamente distribuido, The Union Doctrine or Poor Man’s Catechism [Doctrina de la Unión o catecismo del pobre]:
No es posible que a Dios le agrade ver a toda una nación dependiendo del capricho y el orgullo de una pequeña facción, que puede negar la propiedad comunitaria de la tierra a su gente, o al menos decirle cuánto comerá y qué comerá; y cuánto y cómo vestirá. Como a diario experimentamos nosotros de las manos de estos usurpadores crueles, que se han erigido en una corporación de legisladores, y están constantemente exportando nuestras provisiones, o impidiendo su producción, con la política horrible de conservar la subordinación, mediante una degradación de nuestros caracteres, y obligándonos a todos a la ocupación servil de ganarnos unos medios de vida escasos en un país capaz de producir la mayor abundancia.
William Wickham, secretario de Estado para Irlanda, pretendía «hacer a los líderes despreciables y representarlos ante el pueblo como traidores a la causa que con su propia falsedad sacrifican a los órdenes inferiores». El 7 de junio de 1798, Coigly pelaba una naranja en el patíbulo de Guildford mientras esperaba que el verdugo hiciera su trabajo, mostrando su desprecio por la Orden de Orange, creada tres años antes con la connivencia del Gobierno, para violar, saquear y quemar hogares católicos en el condado de Armagh[9].
Thomas Russell escribió An Address to the People of Ireland [Mensaje al pueblo de Irlanda] en 1796: «Es bien sabido que el viajero recibirá en la cabaña más mísera de las partes más agrestes de Irlanda toda la hospitalidad que las circunstancias del propietario puedan permitirle: recibirá su porción de leche, si la hay, y de patatas; y si se ha perdido, lo guiarán al camino acompañándolo durante millas, y todo esto sin esperar compensación»[10]. Lewis Henry Morgan, el antropólogo estadounidense del siglo XIX, conocedor de los iroqueses, declaró inequívocamente que «la ley de la hospitalidad tendía a la igualación final de la subsistencia», y testimonio tras testimonio habla de esta «ley» entre los indígenas[11]. Jonathan Carver descubrió «una comunidad de bienes» entre los ojibwas de la península Superior de Míchigan; James Adair reveló el predominio de la hospitalidad entre los cheroquis, los choctaw, los chickasaw y los creek en el sur de Estados Unidos; John Heckewelder encontró la regla de la hospitalidad entre los delaware, los cayuhoga, los tuscarora y los muskingum de Pensilvania. Algunos miembros de los Irlandeses Unidos (Tone, Hope, Russell, Nielson) intentaron estimular la movilización de las masas con independencia de la religión, promoviendo explícitamente el radicalismo social con respecto a las rentas, los salarios y los diezmos. John Citizen Burk escribió The Cry of the Poor for Bread [El grito de los pobres por el pan], en el que hace todo lo posible por evitar llamamientos abstractos e hipócritas. Fue escrito en Liberties, un barrio obrero radical de Dublín, en 1795, un año excepcionalmente duro en lo que a la comida se refiere.
¡OH! Señores de las casonas, y otros hombres propietarios de tierras, como habéis monopolizado la tierra, sus hortalizas, su caza, los peces de los ríos, y las aves del cielo ¿podéis permitiros solo una libra y 12 onzas de pan malo, húmedo, mohoso y adulterado por 4 peniques? Y mantequilla, queso y carne proporcionalmente caros…
Y haréis más, cazaréis, mataréis y destruiréis con la espada, así como con el hambre, a vuestros degradados y miserables hermanos si lloran para pediros pan…
CIUDADANOS, soldados, milicias, regimientos, paisanos, y familia de sangre, ¿mataréis a vuestros hermanos, de cuyas entrañas y harapos se ha extraído hasta ahora la parte principal de vuestra miserable paga?
¡OH Irlanda! ¡Si tus gobernantes permanecen sordos ante tu grito pidiendo pan, no desesperes, ni te destruyas por divisiones partidistas o intestinas!… Busca tu libertad. ¡Y manifiesta tu voluntad con una voz, y su poder irresistible para conmoverla, tal vez esté en las alas del viento!»[12].
Una gran multitud se reunió en Downpatrick, condado de Down, Irlanda, para presenciar el ahorcamiento de Thomas Russell, la mañana del 21 de octubre de 1803. Era la quintaesencia del irlandés unido, desde la fundación de esta sociedad en 1791 hasta su última manifestación, en 1803[13]. Alto, atractivo, poético, espiritual, atlético, Russell poseía capacidades de notable movilidad: entre Belfast y Dublín, entre protestantes y católicos, entre proletarios urbanos y campesinos rurales, entre ciudad y campo, entre Inglaterra e Irlanda, entre burgueses y plebeyos, entre Europa y Asia. Como Oswald o Stewart, Thomas Russell fue uno de los grandes caminantes de la década. Fue emisario itinerante, abarcando distancias inmensas, difundiendo el evangelio del republicanismo mediante la peregrinación de propaganda política, periódicos, panfletos, folletos. De acuerdo con su sobrino, mientras se dirigía al patíbulo exclamó «¿Es este el sitio?». Este sentido de coordenadas geográficas inciertas se transmite en una balada escrita sobre él, «The Man from God Knows Where» [El hombre de Dios sabe dónde][14].
Russell pronunció también el juramento de los Irlandeses Unidos –«Haré todo lo que esté en mi mano para forjar una hermandad de afecto, una identidad de intereses, una comunión de derechos, y una unión de la fuerza entre los irlandeses de todas las confesiones religiosas, sin la que cualquier reforma sería parcial, no nacional, inadecuada para las necesidades, engañosa para los deseos e insuficiente para la libertad y la felicidad de este país»– tan impresionante si sus expresiones se interpretan políticamente. Russell criticaba las condiciones insanas de las fábricas de algodón, y elogiaba las asociaciones de los obreros. «La pobreza es una especie de crimen», dijo. Le entristeció el Acta de la Unión y la conversión del edificio del Parlamento irlandés en un banco, «un templo de la avaricia». Era abolicionista y escribió poemas contra la esclavitud[15].
«¡No soy ningún traidor! Muero siendo un hombre perseguido que defiende un país perseguido.» Eso declaró William Orr –un granjero próspero y joven del condado de Antrim, presbítero y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos–, ahorcado el 14 de octubre de 1797. Orr fue detenido por sembrar lino, la base de los célebres tejidos irlandeses. Por infringir la reciente Ley contra la Insurrección, fue ahorcado por jurar con dos soldados del regimiento de Fifeshire «perseverar en el esfuerzo de formar una hermandad de afecto entre irlandeses de todas las confesiones religiosas»[16]. Aquellos soldados formaban parte del ejército británico de ocupación y, sin que Orr lo supiera, eran delatores. Lo llevaron del tribunal de Carrickfergus al Campo del Patíbulo. La población silenciosa y hosca se negó a asistir a la ejecución, aunque miles de personas llenaron las carreteras y los montes adyacentes durante el entierro. Dejaba una viuda embarazada, Isabella, y cinco niños. Al año siguiente, los casacas rojas incendiaron su casa, dejándola «solo con la tierra de Dios bajo sus pies y el cielo sobre su cabeza»[17]. La expresión «¡Recuerda a Orr!» se convirtió en grito de batalla de los Irlandeses Unidos antes de comenzar el levantamiento de 1798, y fue su lema mientras esta duró. «Remember Orr!» estaba escrito en paredes y suelos. Las palabras se escribieron en fichas monetiformes. Se grabaron en mangos de picas. Las imprentas produjeron tarjetas por su causa, «los DERECHOS DEL HOMBRE lesionados». Recordad a Orr.
Un testigo del ahorcamiento señalaba: «un pobre que era su inquilino se quedó llorando a su lado, y él le entregó el sombrero, ofreciéndoselo como símbolo de amistad y recuerdo». A comienzos del siglo XX, Francis Joseph Bigger, abogado presbiteriano e intelectual del Ulster, accedió a la tradición oral de Antrim. Aunque enterrado como presbiteriano, el «pobre hombre» era sin duda de procedencia católica, «un resto de los “meros irlandeses” que quedaron después de que la plantación hubiera barrido el país, y que se aferraban a su viejo patrimonio,