Скачать книгу

que el mundo había visto»[21]. La Royal Navy tenía un total de 100.000 hombres y muchachos. Unos 11.500 debían de ser irlandeses. Un tercio de los amotinados tenía nombres irlandeses. Valentine Joyce, nacido en Belfast y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos, había redactado esta petición en marzo: «Ahora estamos obligados a pensar por nosotros mismos, porque muchos (no, la mayoría) de la Flota estamos prisioneros desde el comienzo de la guerra, sin recibir ni una mísera moneda». Los Irlandeses Unidos pidieron: «Primero, que se aumenten nuestras provisiones al peso de dieciséis onzas la libra…, segundo, que se pueda garantizar suficiente cantidad de hortalizas del tipo más abundante en los puertos a los que vayamos…, tercero, que se atienda mejor a los enfermos, cuarto…, que podamos de algún modo tener permiso y oportunidad de disfrutar de las mieles de la libertad en tierra»[22].

      Esclavos procedentes de la costa occidental de África, que habían soportado el infame «Pasaje del Medio», proporcionaban la mano de obra para las plantaciones del Caribe y de la América continental. Azúcar, tabaco, café e índigo eran las principales mercancías producidas con su trabajo colectivo. El 21 de agosto de 1791, en Saint-Domingue, lideraron la lucha por la libertad atlántica contra la esclavitud, y se convirtieron, tras su victoria a finales de 1803, en la República de Haití. Este es el periodo en el que la plantación esclavista experimentó la transición económica y geográfica del azúcar al algodón.

      Los primeros actos de crueldad practicados por Picton no fueron, significativamente, contra esclavos negros africanos sino contra irlandeses del cuerpo militar isleño. En 1797, Hugh Gallagher fue ahorcado sin juicio, y a otros tres irlandeses los condenaron a 1.500 latigazos cada uno, una sentencia que equivalía a la pena de muerte.

      Al contemplar criados, esclavos, un artesano y un marino, hemos encontrado individuos de los principales sectores del proletariado del momento, es decir, aquellos cuyo servicio ayudaba a producir los personajes de «calidad», aquellos cuyo trabajo colectivo producía el dulzor de la vida (azúcar), aquellos cuyo trabajo en las máquinas de las fábricas producía la cálida suavidad de la vida (algodón) y, por último, los marineros que transportaban el azúcar y el algodón a la Calidad. Juntos, formaban la clase de personas que prescindían y laboraban, o que carecían y trabajaban. El humor patibulario mantenía el terror a raya, endurecía a la chusma, preparaba a los oprimidos para devolver la jugada. La conciencia de clase de estos miembros del proletariado, sin embargo, no era tal que incluyera el deber histórico de poner fin a las desigualdades sociales. Esto Despard no lo sabía, y su conspiración, o apuesta insurgente, fracasó.

      Una de las razones de este fracaso, sin duda, era el carácter en sí de la composición de clase. Tanto el racismo como el nacionalismo se convierten en grandes divisores de la clase obrera atlántica. Esta es una forma económica de entender la fuerza de trabajo atlántica. Hay también una forma política, en la medida en la que las nuevas naciones del momento se definían en parte por aquellos a quienes ahorcaban. Los ahorcamientos enseñaban lecciones, y una de ellas era racial.

Скачать книгу