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sobre cómo vivir de acuerdo con nuestra naturaleza humana.

      También agradezco a George Miller y George Albee sus esfuerzos por alertar a los psicólogos de la necesidad de encontrar mejores maneras de ejercer la psicología. Ellos me ayudaron a ver que el enorme sufrimiento presente en nuestro planeta requiere que se difundan habilidades muy necesarias con más eficacia de la que puede ofrecer un enfoque clínico.

      Me gustaría agradecer a Lucy Leu la edición de este libro y la creación del manuscrito final; a Rita Herzog y Kathy Smith su ayuda con la edición; y dar también gracias, por su colaboración adicional, a Darold Milligan, Sonia Nordenson, Melanie Sears, Bridget Belgrave, Marian Moore, Kittrell McCord, Virginia Hoyte y Peter Weismiller.

      Finalmente, me gustaría expresar gratitud a mi amiga Annie Muller. Ella me animó a ser más claro acerca del fundamento espiritual de mi obra, lo cual le ha dado una mayor fuerza y ha enriquecido mi vida.

       LAS PALABRAS SON VENTANAS (O SON MUROS)

      Me siento tan sentenciada por tus palabras,

      me siento tan juzgada y alejada...

       Antes de irme tengo que saber:

       ¿era eso lo que querías decir?

      Antes de erigirme en mi defensa,

      antes de hablar desde la herida o el miedo,

      antes de construir un muro de palabras,

       dime: ¿lo escuché bien?

      Las palabras son ventanas o son muros,

      nos sentencian o nos liberan.

      Cuando hablo y cuando escucho,

      que la luz del amor brille a través de mí.

      Hay cosas que necesito decir,

      cosas que significan mucho para mí.

      Si mis palabras no son claras,

       ¿me ayudarás a ser libre?

      Si parecí decepcionarte,

      si sentiste que no me importabas,

       intenta escuchar a través de mis palabras

      los sentimientos que compartimos.

      RUTH BEBERMEYER

      1

      Dar desde el corazón

       El corazón de la Comunicación NoViolenta

      Lo que quiero en mi vida es compasión,

       un flujo entre mi ser y los demás basado

      en un darse mutuamente desde el corazón.

      MARSHALL B. ROSENBERG

      Como estoy convencido de que está en nuestra naturaleza disfrutar de dar y recibir de manera compasiva, la mayor parte de mi vida me han preocupado dos cuestiones: ¿qué sucede para que nos desconectemos de nosotros mismos y de nuestra naturaleza compasiva? Y, al contrario: ¿qué permite a algunas personas mantenerse conectadas con su naturaleza compasiva incluso en las circunstancias más adversas?

      Mi preocupación por estas cuestiones comenzó en mi niñez, alrededor del verano de 1943, cuando nuestra familia se mudó a Detroit (Michigan). La segunda semana después de nuestra llegada se desató una guerra racial tras un incidente en un parque público. Más de cuarenta personas fueron asesinadas en los días siguientes. Nuestro barrio estaba situado en el centro de la violencia y nos pasamos tres días encerrados en casa.

      Cuando el conflicto racial terminó y comenzó el colegio, descubrí que un nombre podía ser tan peligroso como cualquier color de piel. Cuando el profesor pronunció mi apellido al pasar lista, dos chicos me miraron y murmuraron entre dientes: “¿Eres un kike?” Yo nunca había oído esa palabra antes y no sabía que algunas personas la usaban como término despectivo para referirse a los judíos. Después del colegio, esos dos mismos chicos me estaban esperando: me tiraron al suelo y me patearon y golpearon.

      Desde ese verano de 1943 he estado examinando las dos cuestiones que he mencionado. ¿Qué nos empodera, por ejemplo, para mantenernos conectados con nuestra naturaleza compasiva incluso en las peores circunstancias? Estoy pensando en personas como Etty Hillesum, que siguió siendo compasiva incluso cuando estaba sujeta a las grotescas condiciones de un campo de concentración alemán. Como escribió en su diario en aquel momento:

      No me asusto fácilmente. No porque sea valiente, sino porque sé que estoy tratando con seres humanos, y que debo intentar con todas mis fuerzas entender todo lo que cualquier persona haga en cualquier momento. Y eso fue lo importante esta mañana: no que un joven oficial de la Gestapo malhumorado me gritara, sino que yo no sintiera indignación, más bien una compasión real, y me habría gustado preguntarle: “¿Tuviste una infancia muy infeliz? ¿Tu novia te ha dejado?”. Sí, tenía un aspecto alterado, amargado y débil. Me habría gustado empezar a ayudarle en ese mismo instante, porque sé que los jóvenes que se sienten desgraciados como él resultan peligrosos en cuanto quedan sueltos en la sociedad.

      ETTY HILLESUM EN ETTY: UN DIARIO 1941-1943

      CNV: una manera de comunicarnos que nos lleva a dar desde el corazón

      Cuando estudiaba los factores que afectan a nuestra capacidad para permanecer compasivos, me impresionó el papel crucial que desempeña en ella el lenguaje y el uso que hacemos de las palabras. Desde entonces he identificado un enfoque específico de la comunicación —tanto al hablar como al escuchar— que nos lleva a dar desde el corazón, conectando con nosotros mismos y con los demás de una manera que permite aflorar nuestra compasión natural. Yo llamo a este enfoque Comunicación NoViolenta, usando el término noviolencia tal como lo empleaba Gandhi, al referirse a la compasión que el ser humano expresa de un modo natural cuando su corazón renuncia a la violencia. Aunque tal vez no consideremos que nuestra manera de hablar es “violenta”, las palabras con frecuencia nos conducen al daño y al dolor, ya sea para los demás o para nosotros mismos. En algunas comunidades, el proceso que yo estoy describiendo se conoce como Comunicación Compasiva; la abreviatura CNV se usa a lo largo de este libro para referirse a la Comunicación Compasiva o NoViolenta.

      La CNV está basada en unas habilidades del lenguaje y la comunicación que refuerzan nuestra capacidad para conservar nuestra humanidad, incluso en condiciones difíciles. No contiene nada nuevo; todo lo que ha sido integrado en la CNV se conoce desde hace siglos. La intención es recordarnos lo que ya sabemos acerca de cómo relacionarnos en consonancia con nuestra naturaleza humana y ayudarnos a vivir de manera que dicho conocimiento se manifieste en lo concreto.

      Cuando usamos la CNV para escuchar nuestras necesidades más profundas y las de los demás percibimos las relaciones bajo una nueva luz

      La CNV nos guía a la hora de reestructurar cómo nos expresamos y cómo escuchamos a los demás. En lugar de las habituales reacciones automáticas, nuestras palabras se convierten en respuestas conscientes con una base firme en la conciencia de lo que percibimos, sentimos y queremos. Nos guía para expresarnos con honestidad y claridad, prestando al mismo tiempo una atención respetuosa y empática a los demás. En cualquier conversación, llegamos a escuchar nuestras necesidades profundas y las de los demás. La CNV nos prepara para observar con atención y ser capaces de identificar las conductas y las situaciones que nos afectan. Aprendemos a identificar y expresar claramente lo que queremos en cualquier situación en términos concretos. El esquema es simple, y aún así poderosamente transformador.

      A medida que la CNV reemplaza nuestros viejos patrones de defensa, huida o ataque

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