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que vivió hace unos 18 millones de años. En los milenios que han transcurrido desde entonces, la evolución separó las tasas metabólicas de nuestros dos linajes. Los humanos y los simios no sólo éramos diferentes en forma y proporción, también éramos distintos por dentro.

      Pero la verdadera sorpresa llegó cuando comparé el gasto energético de los orangutanes con los de una gama de especies: roedores, carnívoros, ungulados… cualquier mamífero placentario del que encontré publicada una medición de su gasto energético diario (ignorando a los marsupiales, como koalas y canguros, que tienen fisiologías extrañas). Increíblemente, los orangutanes sólo quemaban una tercera parte de la energía que era de esperarse para un mamífero placentario de su tamaño. Sus gastos energéticos caían en el 1 por ciento inferior de los mamíferos placentarios. La única especie con un gasto menor en relación con su tamaño corporal eran los perezosos de tres dedos y los pandas.17

      Todo lo que sabíamos sobre la ecología y la biología de los orangutanes cobró sentido.18 Los orangutanes tienen historias de vida extraordinariamente lentas, incluso para estándares primates. En libertad, los adultos no alcanzan la madurez y las hembras no tienen su primer bebé sino hasta alrededor de los 15 años de edad. Las hembras se reproducen increíblemente lento, con periodos entre embarazos de entre siete y nueve años, el espaciamiento entre nacimientos más largo de todos los mamíferos. También enfrentan carencias alimenticias graves e impredecibles en los bosques tropicales de su nativa Indonesia. Los orangutanes dependen de la fruta, pero puede haber meses en los que hay tan poca que se ven obligados a arrancar la corteza de los árboles y roer la suave capa interior como única fuente de alimento. Estas crisis afectan su conducta social, pues son el único simio que vive solo; no siempre hay suficiente alimento para mantener a un grupo.

      El lento metabolismo de los orangutanes y lo que sabemos sobre su fisiología también tienen implicaciones importantes para la supervivencia de la especie. La vida en un bosque tropical impredecible, donde la inanición es una amenaza permanente, ha conducido a adaptaciones que minimizan las necesidades diarias de energía. Sus maquinarias metabólicas han evolucionado para correr despacio y conservar combustible, y así mantener a raya el agotamiento y la muerte. Pero las consecuencias fueron severas: el crecimiento y la reproducción requieren energía, y una tasa metabólica más baja inevitablemente implica una historia de vida más lenta. Esto significa que las poblaciones de orangutanes tardan mucho en recuperarse de los desastres naturales o provocados por el hombre. Su baja tasa metabólica, una solución evolutiva elegante en un medio ambiente cambiante, los hizo más vulnerables a la extinción provocada por la destrucción de hábitats y otros tipos de interferencia humana.

      Las primeras mediciones del gasto energético diario de un simio habían revelado un nuevo mundo de la evolución metabólica, con importantes implicaciones para la ecología, la salud y la supervivencia. ¿Qué más había esperando ser descubierto? ¿Y cómo entramos los humanos en este panorama? No teníamos idea; sólo se habían medido los gastos energéticos diarios de un puñado de especies de primates. Necesitábamos más datos de más especies en todo el espectro del árbol genealógico primate.

      PODER PRIMATE

      El proyecto de energética primate se extendió a lo largo de varios años, involucró a más de una decena de colaboradores y fue tomando forma poco a poco. Brian Hare, experto en cognición de simios y viejo amigo mío del posgrado, trabajaba en dos santuarios para simios en África, el Centro de Rehabilitación para Chimpancés Tchimpounga, en la República del Congo, y Lola Ya Bonobo en la República Democrática del Congo. (Nota para los viajeros: no confundas los Congos: uno es bastante peligroso; el otro es extremadamente peligroso.) Como el Gran Fondo para los Simios, eran centros que privilegiaban su bienestar y que sólo realizaban investigación si era segura y útil para los chimpancés y los bonobos. Por entonces Mitch Irwin, primatólogo y conservacionista que trabajaba en Madagascar, accedió a incorporar mediciones energéticas en la evaluación médica anual de los sifacas de diadema.

      Pero lo que de verdad cambió la historia fue cuando conocí a Steve Ross, el director del Centro Fisher para el Estudio y la Conservación de Simios del Zoológico de Lincoln Park, en Chicago. Steve es un tipo increíblemente amigable, optimista y servicial, y es canadiense. Además de su trabajo de conservación y su investigación con gorilas y chimpancés en el Zoológico de Lincoln Park, Steve se ha dedicado a trasladar chimpancés que viven infelices en laboratorios, zoológicos ambulantes, garajes y otros lugares miserables a buenos zoológicos y santuarios. Ha trabajado, incansable y exitosamente, para lograr que en Estados Unidos se les otorgara a los chimpancés la misma protección federal de la que gozan gorilas, bonobos y orangutanes. Steve es un héroe.

      Con su ayuda pudimos incluir en el proyecto gorilas, monos de Allen, gibones y chimpancés del Zoológico de Lincoln Park. Las dosis de agua doblemente marcada viajaron por todo el planeta, hacia Chicago, el Congo, el otro Congo y Madagascar, y poco a poco fueron regresando las muestras de orina para su análisis. Con ayuda de las mediciones publicadas por otros laboratorios pudimos determinar la diversidad de gastos energéticos de toda la familia primate, desde diminutos lémures ratón hasta gigantescos gorilas lomo plateado de 200 kilogramos de peso. Incluso tuvimos una muestra representativa de entornos que incluían laboratorios, zoológicos, santuarios y estado salvaje. En 2014 ya habíamos reunido todos nuestros datos. ¿Las maquinarias metabólicas de los primates serían distintas de las de otros mamíferos?

      Los resultados fueron sorprendentes. Los primates sólo queman la mitad de las calorías que otros mamíferos placentarios.19 Para ponerlo en términos humanos, pensemos que el gasto energético promedio para los adultos es de entre 2,500 y 3,000 kilocalorías diarias, como discutiremos en el capítulo 3. Nuestros análisis mostraron que un mamífero placentario típico de nuestro tamaño quema bastante más de 5,000 kilocalorías al día. ¡Ése es el gasto energético diario de los atletas olímpicos en los momentos más intensos de su entrenamiento! Pero no es que esos otros mamíferos sean increíblemente activos; caminan tres kilómetros al día a lo más y pasan buena parte de su tiempo comiendo y descansando. Sus cuerpos sencillamente queman energía mucho más rápido de lo que puede tolerar nuestro menguado metabolismo primate.

      Al fin sabíamos cómo fue que los humanos y otros primates terminamos teniendo historias de vida tan lentas. Hace unos sesenta millones de años, muy tempranamente en la evolución de los primates, ocurrió una colosal reducción en el gasto energético. Las maquinarias metabólicas de los primates se ralentizaron dramáticamente, a la mitad de la velocidad de otros mamíferos placentarios. No queda claro si este cambio metabólico ocurrió a causa de la presión evolutiva para tener una historia de vida más lenta o si algún cambio en la dieta o el entorno condujo a un metabolismo más lento que repercutió en el crecimiento, la reproducción y el envejecimiento. Lo que sí sabemos es que la magnitud del cambio evolutivo en el metabolismo de los primates corresponde precisamente al cambio en sus historias de vida. Las lentas tasas de crecimiento, reproducción y envejecimiento son exactamente lo que se espera dado su bajo gasto energético diario. Hoy los humanos y otros primates, herederos de este legado metabólico, disfrutamos vidas más largas y lentas que otros mamíferos.

      Curiosamente, igual que otros investigadores anteriores a nosotros, hallamos que las TMB de los primates eran parecidas a las de otros mamíferos, aunque su gasto energético diario fuera drásticamente distinto. Creemos que la discrepancia entre la TMB y el gasto diario total refleja el considerable tamaño de los cerebros primates (los cerebros consumen mucha energía). Y hay que subrayar que la relación entre la energética y la historia de vida sigue siendo un área de investigación activa y controvertida. Nos ocuparemos de estos temas en el capítulo 3 y otras secciones del libro; por ahora, dirijamos nuestra atención a un último enigma en la evolución de la energética de los primates, que resonará a lo largo de estas páginas: cómo evolucionó la estrategia metabólica de nuestra propia especie.

      ÉSTOS SOMOS NOSOTROS

      Incluso mientras analizábamos los resultados del proyecto de energética primate ya tramábamos la búsqueda de un premio más grande y esquivo. Los datos sobre orangutanes y otros primates nos habían mostrado lo maleables que son las tasas metabólicas a lo largo del tiempo evolutivo, y lo íntimamente vinculadas que están

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