Скачать книгу

trataría, en primer lugar, de una señal de alarma mediante la cual el organismo indica que algo no va bien, avisa de alguna forma de agresión7 o advierte que un peligro acecha. La sensación de ardor que nos aparta del fuego evita que suframos quemaduras más graves. El pinchazo hace que nos apartemos de las espinas y no suframos heridas mayores. Etcétera.

      Amigos o enemigos, dolor y sufrimiento necesitan tomarse siempre en serio.

      El dolor, experiencia personal

      Aunque el dolor nos produce repulsa a todos, tiene efectos diversos en cada persona. No todos sufrimos igual. Se podría decir que más que “dolores” o “sufrimientos” existen personas que sufren. Mi dolor o el de cualquier otro es siempre una vivencia individual. Quizá no haya experiencia más personal que la del sufrimiento. Afecta al ser en su totalidad: al cuerpo y al espíritu. Sea físico o moral, el dolor nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia, acapara nuestra atención en nuestro propio malestar y convierte su eliminación en la más urgente de las tareas.

      Nuestra dificultad para analizar el dolor se complica además con el hecho de que, al impregnar todas las dimensiones del ser, afecta en mayor o menor medida a nuestra objetividad. Sobrevenga de forma súbita en un accidente o se anuncie con anticipación en una enfermedad crónica, el dolor nunca nos encuentra preparados: perturba nuestra existencia y puede paralizarla por completo. Cada vez que irrumpe en nuestra vida, nos convierte de algún modo en víctimas pasivas de lo que nos acontece. No importa cuán responsables seamos de sus causas, siempre lo percibimos como un intruso que nos invade.

      ¿Cuánto nos duele?

      El dolor es una sensación muy difícil de medir. La valoración de su intensidad es todavía muy aleatoria y difiere considerablemente de unos pacientes a otros y de unos médicos a otros. Las técnicas fiables para medir el dolor son muy recientes y aún no están ni generalizadas ni reconocidas del todo.

      Reacciones ante el dolor

      Las actitudes ante el dolor son casi tan diversas como las personas que sufren. Es difícil generalizar sobre las dimensiones subjetivas del dolor, porque hay tantas formas y grados de sufrimiento como variaciones de los umbrales de sensibilidad. Ciertas dolencias consiguen ser increíblemente soportadas por algunos de los que más sufren y particularmente temidas por los que han sufrido menos. Por eso la evaluación del sufrimiento es muy relativa y varía según los pueblos, los individuos y los casos. En algunas guerras los soldados operados sin anestesia no parecían sentir más dolor que el de sus propias heridas. En ciertas etnias, hay mujeres que dan a luz y siguen trabajando casi como si nada especial hubiese ocurrido.

      ¿Es verdad que nadie quiere sufrir?

      A pesar de que, en teoría, todos buscamos el bienestar y cada uno se defiende a su manera contra el dolor, en realidad el sufrimiento también se cultiva. Es sorprendente comprobar con qué obstinación nos mantenemos en situaciones que nos hacen sufrir, y cuánta energía somos capaces de gastar alimentando precisamente las causas de nuestros problemas.

Скачать книгу