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El pequeño libro del lenguaje. David Crystal
Читать онлайн.Название El pequeño libro del lenguaje
Год выпуска 0
isbn 9788418236198
Автор произведения David Crystal
Жанр Документальная литература
Серия Yale Little Histories
Издательство Bookwire
¿Dónde se localizan, exactamente, los pliegues vocales? Si te palpas cuidadosamente la garganta, notarás una parte rígida que sobresale: la nuez. La nuez está ahí para proteger los pliegues vocales, que se encuentran justo detrás. La parte donde ambas membranas se juntan está delante. Puedes percibir dónde están al toser. Inténtalo. Tose suavemente y trata de sentir de qué parte del cuello proviene la tos. Lo que en realidad ocurre cuando toses es que los músculos de la garganta hacen que los dos pliegues vocales se cierren firmemente. Estás dejando que el aire se almacene debajo de ellos para dejarlo salir en una repentina explosión sonora.
Ahora aguanta la respiración. Inténtalo. ¿Qué sucede? Una vez más, has cerrado firmemente los pliegues vocales, evitando que salga el aire. Puedes sentir cómo los músculos del cuello y el pecho retienen la respiración. Cuando quieras dejar que salga, simplemente relaja los músculos. Los pliegues vocales se separan, produciendo un ligero pero audible soplido, y empiezas nuevamente a respirar con normalidad.
Nos viene muy bien tener pliegues vocales que se puedan cerrar de este modo. Aguantar la respiración nos ayuda a aumentar la presión para que podamos levantar o empujar cosas. Sellar los pliegues vocales evita que algo de comida o líquido pase a nuestros pulmones. Todos hemos tenido la experiencia de que algo «se vaya por el otro lado» cuando comemos o bebemos sin prestar atención. Lo que sucede ahí es que no hemos tragado correctamente. Cuando tragamos, cerramos la tráquea. Si comemos o bebemos demasiado deprisa, no sincronizamos correctamente a la hora de tragar, la tráquea permanece abierta y terminamos tosiendo y respirando con dificultad. No es una experiencia agradable e, incluso, puede llegar a ser peligrosa. Mucha gente ha tenido que ir al hospital por haberse atragantado con la comida.
Es asombroso ver cómo los seres humanos, después de miles de años de evolución, hemos aprendido a usar los pliegues vocales para ayudarnos a hablar. Lo hemos conseguido controlando la manera en la que los hacemos vibrar. Una vibración se produce cuando algo va y viene tan rápido que es casi imperceptible a simple vista, pero se puede sentir —como un teléfono móvil que vibra en nuestro bolsillo o una lavadora centrifugando—. Podemos crear vibraciones fácilmente estirando una goma entre nuestros dedos y dándole tironcitos. El movimiento es borroso, pero percibimos la vibración como una sensación de cosquillas en los dedos.
De ese mismo modo, al hablar podemos hacer vibrar los pliegues vocales cuando el aire pasa entre ellos. No nos damos cuenta, pero vibran cientos de veces, o más, cada segundo. Y podemos hacerlos vibrar más rápido o más despacio. Si hacemos que vibren más despacio, produciremos con nuestra voz un sonido más grave. Decimos que tiene un tono bajo. Si los hacemos vibrar muy rápido, produciremos un sonido más agudo, con un tono alto. Lo mismo sucede cuando cantamos. Si cantamos notas graves, nuestros pliegues vocales vibran lentamente. Si cantamos una nota muy aguda, podemos sentir la tensión que se produce en el cuello al mantener los pliegues vocales vibrando a gran velocidad.
¿A qué velocidad vibran los pliegues? Es diferente en hombres, mujeres y niños. Los hombres hablan con un tono más grave que las mujeres, y tanto hombres como mujeres hablan más grave que los niños. Hay muchas variaciones, por supuesto. Algunos hombres tienen una voz muy profunda y otros la tienen muy aguda. Algunas mujeres poseen una voz estridente, y otras, más bien grave. No se puede predecir el tipo de voz que tendrá una persona con tan solo mirarla. ¿Un hombre muy grande tendrá una voz muy profunda? No siempre.
La mayoría de los hombres, cuando hablan, hacen que sus pliegues vocales vibren aproximadamente ciento veinte veces por segundo. Cuando su entonación desciende, la velocidad se reduce a más o menos noventa vibraciones por segundo; y cuando se eleva, las vibraciones pueden aumentar hasta trescientas cincuenta por segundo. Algunos hombres con voces de bajo pueden hacer que sus pliegues vocales vibren extremadamente despacio, unas cincuenta o cuarenta veces por segundo. En YouTube puedes ver cómo un hombre llamado Tim Storms baja tanto su voz —hasta unas ocho vibraciones por segundo— que se vuelve inaudible. Pero las vibraciones siguen ahí: Storms coloca la boca cerca de un vaso de agua y se aprecia cómo las vibraciones de los pliegues vocales hacen que se mueva la superficie del agua.
La mayoría de las mujeres tienen voces más agudas que los hombres. Al hablar, sus pliegues vocales vibran aproximadamente doscientas veces por segundo. Cuando la entonación desciende, sus vibraciones bajan hasta unas ciento cincuenta por segundo; y cuando asciende, pueden subir hasta mil. El tono de las sopranos puede llegar todavía más arriba, hasta alcanzar las mil quinientas, o más, vibraciones por segundo.
La mayoría de los niños tienen una voz bastante aguda. Cuando hablan, sus pliegues vocales vibran unas trescientas veces por segundo. Sus voces no descienden mucho más, pero llegan mucho más alto, como sabe cualquiera que haya escuchado a un grupo de fans gritar en un concierto de pop. En ese instante, ¡los pliegues vocales están trabajando a toda pastilla!
En algún momento, durante los años de adolescencia, la voz se «rompe» debido a los cambios hormonales que experimenta el cuerpo. Las voces tanto de los chicos como de las chicas se vuelven más graves, pero con los chicos el cambio se percibe más claramente. Los niños sopranos y altos se convierten en tenores y bajos. De hecho, es un poco engañoso usar la palabra romper, pues el cambio rara vez ocurre de la noche a la mañana. Puede llevar varias semanas que la voz de un chico se vuelva grave.
Es posible sentir las vibraciones de los pliegues vocales. Haz el sonido «ah» y mantenlo unos segundos, como si estuvieras cantando. Ahora, coloca suavemente el pulgar y el índice a cada lado de la nuez. No presiones con demasiada fuerza. Deberías ser capaz de sentir la vibración a través de la piel. Si te resulta difícil, inténtalo con un amigo. A menudo es más fácil sentir la vibración en la garganta de otra persona.
Hay algo, sin embargo, que solamente tú puedes hacer: «oír» la vibración. Para ello, pronuncia los sonidos «sssss» y «bzzzzz» (este último, como suena la letra <z> inglesa, como el zumbido de un abejorro), alternando entre uno y otro. Ahora, tápate los oídos con los dedos y dilo otra vez. Con el «sssss» no escucharás gran cosa, pero el «bzzzzz» te dejará sorprendido de lo fuerte que suena. Ese es el efecto de la vibración subiéndote a la cabeza.
Cuando los sonidos vibran de este modo, como «bzzzzz» en inglés, decimos que son sonidos sonoros. Cuando, en cambio, se producen sin hacer vibrar los pliegues vocales, como «sssss», les llamamos sonidos sordos. Al susurrar no se generan vibraciones y la voz se escucha muy suave. Cuando hablamos normalmente, el volumen proviene de la forma en la que producimos algunos sonidos con vibraciones muy fuertes.
Para que Steven dijera «all gone» tenía que aprender todo esto. Debía conseguir que sus pliegues vocales vibraran durante todo el enunciado. Y tenía que modificar esta vibración de muy rápida a muy lenta, porque la palabra all la decía con un tono más alto que el gone, con una voz cantarina. Así es como comunmente los padres les dicen all gone a sus hijos. Steven lo entendió perfectamente, y así le salió:
Ou
Dou
¡Qué control de los pliegues vocales, Steven! Pero espera un momento: ¿dónde están los sonidos /l/, /g/ y /n/? Y el sonido vocálico de all debería sonar diferente que el de gone. ¿Por qué no ha sido así?
«No me presiones», podría haber dicho (si hubiera sabido hablar). «Solo tengo doce meses». Y, efectivamente, pocos meses después fue capaz de decir «all gone» como tú o como yo. ¿Qué más tuvo que aprender para llegar hasta ahí?
DE DÓNDE PROVIENE EL NOMBRE BOCADO DE ADÁN |
Cuenta la historia que, en el Jardín del Edén, Eva le dio de comer una manzana a Adán.
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