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es que los sonidos se producen de una manera más bien aleatoria y torpe. Quizás escuchemos un «ba-ba-ba-ba», pero el bebé solo pronuncia con fuerza el primer «ba». Los otros salen menos firmes y con poca consistencia, y la secuencia en su conjunto no tiene una forma bien definida. Alrededor de los nueve meses, por primera vez oiremos secuencias como «ba-ba» bien formadas. Empiezan a parecer palabras reales. ¿Cómo consiguen esto los bebés?

      Logran hacerlo porque han empezado a aprender dos de las características más importantes del lenguaje: el ritmo y la entonación. De la entonación hablaré más adelante. El ritmo es el compás que tiene un idioma. En un idioma como el inglés, podemos percibir ese compás si decimos en voz alta una oración y aplaudimos cada vez que escuchamos un sonido fuerte. En la frase

      I think it’s time we went to town Creo que es hora de que vayamos a la ciudad

      los golpes más fuertes caen en think ‘creo’, time ‘hora’, went ‘irnos’ y town ‘ciudad’. Y el ritmo de la oración en su conjunto es «te-tum-te-tum-te-tum-te-tum».

      Este tipo de ritmo es típico del inglés. Podemos escucharlo en mucha de su poesía, por ejemplo. Es ampliamente usado en rimas infantiles como esta:

      The grand old Duke of York El viejo gran duque de York

      He had ten thousand men. tenía diez mil hombres.

      Aquí se repite «te-tum-te-tum-te-tum» dos veces seguidas. Es también el patrón poético favorito de William Shakespeare. Si vamos a ver alguna de sus obras, este es el principal tipo de ritmo que oiremos de los personajes.

      No escucharemos este ritmo, sin embargo, en todos los idiomas. Los franceses no hablan de ese modo. Su discurso tiene un ritmo que es más como «rat-a-tat-a-tat-a-tat». Los chinos tampoco. Cuando los angloparlantes oyen hablar a los chinos, suelen describir su discurso como un «sing-song».

      Alrededor de los nueves meses de edad, los niños comienzan a añadir a sus expresiones un cierto compás que refleja el ritmo del idioma que están aprendiendo. Las expresiones de los bebés ingleses empiezan a sonar como «te-tum-te-tum»; las de los bebés franceses, como «rat-a-tat-a-tat», y las de los bebés chinos como «sing-song». Por supuesto, ninguno de sus enunciados es muy largo todavía. No le dicen a su madre: «Creo que es hora de que vayamos a la ciudad»; ni recitan «El viejo gran duque de York», pero sí están probando pequeñas expresiones, como «mamá» y «papá», que pueden parecer palabras reales. No tienen todavía un significado claro, pero las pronuncian con mayor confianza y consistencia. Y a nosotros nos da la sensación de que el verdadero lenguaje está justo a la vuelta de la esquina.

      Esta sensación se ve reforzada por la otra característica del lenguaje que he mencionado en líneas precedentes: la entonación. La entonación es la melodía o la música de un idioma. Se refiere a la manera en la que la voz sube y baja cuando hablamos. ¿Cómo le diríamos a alguien que está lloviendo?

      ¡Está lloviendo!

      Estamos informando a la persona, así que le damos a nuestro discurso una melodía informativa, asertiva. El tono de nuestra voz desciende al final, lo que provoca que parezca que sabemos de lo que estamos hablando: estamos haciendo una afirmación. Ahora, imagínate que no sabemos si está lloviendo o no. Creemos que podría estarlo, así que le preguntamos a alguien para confirmar. Podemos usar las mismas palabras, solo que ahora las escribimos entre signos de interrogación:

      ¿Está lloviendo?

      En esta ocasión estamos preguntando a la persona, así que le damos a nuestro discurso una melodía interrogativa. El tono de nuestra voz asciende y parece que estamos haciendo una pregunta.

      Llegados a este punto, puedo por fin contestar a la pregunta que hice al final del capítulo 1: «¿Qué elementos de la lengua materna aprenden primero los bebés?». La respuesta es el ritmo y la entonación. Si mezcláramos grabaciones de niños ingleses, franceses y chinos de nueve meses de edad, podríamos identificar sin problema su procedencia. Los bebés que aprenden inglés empiezan a sonar a inglés; los franceses a sonar a francés; y los chinos, a chino. Podemos identificar un ritmo y una entonación conocidos.

      Para cuando los bebés llegan a su primer cumpleaños normalmente han comenzado ya a desarrollar unos patrones de entonación y a utilizarlos para expresar diferentes nociones. La típica expresión «No es lo que has dicho, sino cómo lo has dicho» nos acompaña durante toda nuestra vida. A menudo escuchamos a alguien decir algo y pensamos «No ha sido lo que ha dicho lo que me ha molestado, sino cómo lo ha dicho». Como veremos en un capítulo posterior, el tono de voz es una manera muy importante de transmitir significado. Los bebés empiezan a hacerlo aproximadamente al año de edad.

      Tengo una grabación de uno de mis hijos más o menos a esa edad. Oye pisadas fuera de la habitación y dice «papá» con una entonación ascedente interrogativa, como diciendo: «¿Ese es papá?». En ese momento, entro yo y dice: «papá», con una fuerte entonación descendente, que quiere decir: «Sí, es papá». Después, estira los bracitos y dice «papá» con entonación de llamada, que significa «¡Cógeme, papá!» Algún tiempo después, una vez que hubiera aprendido a enlazar palabras, sería capaz de decir correctamente: «¿Ese es papá?», «¡Sí, es papá!», «¡Cógeme, papá!». Una pregunta, una afirmación y una orden. A los doce meses, sin embargo, no sabía todavía componer frases con palabras, porque solamente conocía una: «papá».

      ¿Cuándo había aprendido «papá»? ¿Cuándo aprenden los niños su mágica primera palabra? ¿Y cuándo comienzan a enlazar palabras para formar oraciones? Esa es la siguiente etapa en el asombroso proceso de adquisición del lenguaje.

ESCUCHAR ANTES DE NACERLos bebés oyen desde el útero materno antes de nacer. Normalmente, a un bebé le lleva nueve meses desarrollarse desde un minúsculo grupo de células hasta estar listo para salir al mundo. Antes, aproximadamente a los seis meses de estar en el útero, ya tienen completamente formadas las orejitas y todos los conductos dentro de su cabeza que le permiten oír. Puede, por tanto, oír cualquier ruido que se produzca a su alrededor.
¿Cómo sabemos qué puede oír un bebé? A veces, los médicos tienen que insertar una sonda en el útero para revisar cómo se está desarrollándo el feto. Es muy fácil insertar un micrófono minúsculo al mismo tiempo y escuchar. De ese modo, podemos oír lo mismo que el bebé.
¿Y qué oye? Los latidos del corazón. Sangre circulando por las venas del cuerpo. Rugidos del estómago. Y la voz de la madre. Cuando ella habla, el bebé puede oír su voz en la distancia (de modo parecido a cuando nos tapamos los oídos con los dedos). Si hacemos eso y alguien nos habla, la voz suena muy apagada y distante. Quizás no somos capaces de captar todas las palabras, pero ciertamente podemos escuchar el ritmo y la entonación. Los bebés practican la escucha de esos elementos del lenguaje incluso antes de haber nacido. Seguramente por eso, esas son las primeras características del lenguaje que aprenden.
Podemos hacer otro experimento muy interesante cuando nace un niño. Los investigadores le ponen audífonos y reproducen algunos sonidos (un perro ladrando, la voz de un hombre, la voz de una mujer, la voz de la madre). Colocan una tetina en la boca del bebé y la conectan a un contador. El bebé succiona a un ritmo estable. Cuando oye los sonidos del perro, del hombre y de la mujer, la succión se acelera un poco y luego vuelve a descender. Pero, cuando escucha la voz de su madre, ¡succiona como loco! Claramente, la reconoce.
Se puede llevar a cabo este experimento cuando el bebé tiene apenas unas horas de vida. No tienen que esperar a aprender cómo suena la voz de su madre. Ya lo saben.

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      APRENDER A ENTENDER

      Pensemos en lo que pasa cuando aprendemos una palabra. Si te digo que en japonés existe la palabra bara-bara y te pido que la aprendas, ¿qué es lo primero que me preguntarás?

      «¿Qué significa?»

      Es una pregunta

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