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los ojos completamente en blanco. Seguidamente tiró con fuerza de mi mano y me dijo con voz sorda: “No se va a morir. No se va a morir. No se va a morir”. Después me soltó, le volvió el color al rostro y continuó la conversación, como si nada hubiera pasado. ... Yo me disponía a viajar esa noche a Kiev, pero antes recibí un telegrama en el que leí: “Alisa está mejor, ya le ha bajado la fiebre”».178

      «Carecía de motivaciones basadas en ideas»

      Todo el poder psicológico de Grigori Rasputín, al igual que sus muchos y diversos talentos, no estaban dirigidos a llevar a término ningún programa que tuviera un contenido social significativo sino, por el contrario y exclusivamente, a colocarlo en el centro de atención de quienes le rodeaban y obligarles a girar inconscientes alrededor de un starets Sol y devolverle en su adoración la luz que de él recibían. La consecución de ese objetivo fundamental constituía el verdadero «programa» de Rasputín.

      «¿Quieres que te enseñe esto?»

      Si lo meditamos, vemos enseguida que ello no entraña nada sorprendente, ya que los histeroides típicos se caracterizan por una potencia sexual comparativamente modesta. Sin embargo, aquí es obligatorio dar una respuesta satisfactoria a los numerosísimos testimonios que afirman que la práctica de relaciones sexuales era poco menos que la única necesidad vital que se percibía en Grigori Rasputín. Encontrar una solución a esta incongruencia es tanto más importante cuanto que fue precisamente el erotismo el encargado de jugar un papel clave en la elevación del «padre Grigori» hasta las cimas del poder, así como en su postrer ruina.

      El análisis detallado de los testimonios que han llegado hasta nosotros no deja lugar a dudas: el verdadero Grigori Rasputín era un sujeto con una potencia sexual gravemente disminuida, cuyo modelo de comportamiento estaba dedicado totalmente a la máxima ocultación de esa deficiencia, que se le hacía todavía más insoportable por cuanto la suya era una personalidad histeroide, radicalmente necesitada de un amor inmediato y total por parte de todos y todo. Además, Rasputín no se esforzaba simplemente en compensar —es decir, ocultar, velar— su carencia, sino que, por el contrario, quería «sacar un clavo con otro» o, dicho según la terminología médica, «hipercompensarse». En lugar de admitir su discapacidad sexual y, por lo tanto, administrar en la medida de lo posible sus relaciones físicas con las mujeres, Grigori pretendía dominarlas totalmente llevando esa pretensión a dimensiones verdaderamente industriales, convirtiendo así una discapacidad psicofísica que parecía fatal en una poderosísima arma de expansión erótica.

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