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Rasputín era un «cíclope sexual». No obstante, si meditamos acerca del sentido del testimonio que hemos citado, no podemos dejar de percibir que no se refiere al aspecto «cuantitativo» del asunto, sino a la capacidad de Rasputín de ofrecer a las mujeres sensaciones fundamentalmente distintas en cuanto a su calidad.

      Cuando no se trataba de los casos de «mimos» o de la «liberación de los demonios», el guión de las «agresiones sexuales» de Rasputín era siempre el mismo: les manifestaba verbal­mente sus intenciones, las besaba, les realizaba tocamientos caóticos en sus partes íntimas, les arrancaba la ropa, y concluía ... dándoles un «beso monacal» e invitándolas a pronunciar juntos una apasionada plegaria. Prácticamente todas las «víctimas» que dejaron memorias de estas «agresiones» constatan con sorpresa la facilidad con la que Rasputín estaba dispuesto a deponer en cualquier momento sus, en apariencia irrefrenables, intenciones —especialmente si la mujer comenzaba a ofrecer algún tipo de resistencia— y continuar la conversación sobre cualquier otro tema.

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