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mendigos, peregrinos, leprosos y gitanos (romaníes), acusados de propagar la epidemia. Según David Nirenberg (2015), quien estudió en detalle los territorios que hoy son Francia, España y Portugal, hubo episodios de violencia contra miembros de estos grupos, incluyendo persecución y muerte. Estos hechos contribuyeron a establecer los términos y límites de la convivencia de las minorías, una lección sobre los riesgos de discriminación y episodios de violencia asociados al estallido de epidemias.

      La Peste Negra se propagó a través de las principales rutas comerciales que conectaban Asia con Europa, extendiéndose por Asia Menor, África del Norte, Sicilia y Europa. En 1348, los registros de Génova muestran que la epidemia se esparcía entre los habitantes de esta ciudad, extendiéndose la pandemia a Francia y España en 1349, a Inglaterra en 1350, llegando a Europa del Este y Rusia en 1351 (Kohn, 2008). Esta epidemia ha perseguido repetidamente a Europa y la región mediterránea hasta el siglo xviii, siguiendo el movimiento de personas y mercancías (Hays, 2005: 46). Noticias de Argel dan cuenta de un brote epidémico en 1620-1621, que victimizó a entre 30.000 y 50.000 habitantes (Davis, 2003: 18). Esta pandemia también devastó gran parte del mundo islámico y se dejó sentir hasta 1850. Bagdad sufrió varios brotes de peste, que habrán matado cerca de dos tercios de su población (Issawi, 1988: 99).

      Uno de los últimos brotes epidémicos de peste bubónica se produjo a finales del siglo xix, llegando a China e India. En el caso de la India, este episodio, que pasó a conocerse como la «peste de Bombay», tuvo sus primeros casos detectados en la zona portuaria de esta ciudad, a fines de 1896. El diagnóstico lo hizo el médico Acácio Gabriel Viegas, quien luego lanzó una campaña para limpiar los barrios marginales y exterminar a las ratas que transmiten Yersinia pestis, la bacteria de la peste (Echenberg, 2007). Pero el epicentro de esta epidemia fue la región china de Yunnan, que en la década de 1850 experimentó una rápida afluencia de chinos han. Estos migrantes llegaron a la región como mineros, para trabajar en la exploración de los recursos minerales existentes (Benedict, 1996: 47). Paralelamente, el comercio del opio estaba cobrando impulso; con las mejoras en el transporte, el número de migrantes en la región se disparó y pequeños brotes de peste dieron lugar a la epidemia, que se extendió a otras regiones de China. En 1894, la enfermedad llegó a Cantón, habiendo, desde marzo y en unas pocas semanas, matado a 60.000 personas (Pryor, 1975: 69). El tráfico diario entre Cantón y la vecina ciudad de Hong Kong dio lugar a una cadena de contagio que transmitió la peste a esta ciudad portuaria. Se sospecha que la epidemia entró en la India desde Hong Kong, transportada por ratas llenas de pulgas infectadas o por pasajeros ilegales infectados, que seguían en los barcos mercantes británicos cargados de opio. En la India, la epidemia se propagó rápidamente, llegando a Bengala y Punjab, y también a Birmania (ahora Myanmar). La velocidad de la propagación se debió, en parte, a la inacción de los agentes políticos. Durante las primeras etapas de la epidemia, la administración británica, para no poner en peligro el floreciente comercio global, mantuvo sus puertos abiertos a las actividades comerciales. Esta opción fue desastrosa, ya que promovió la propagación de la enfermedad. Paralelamente, el desplazamiento masivo de más de 200.000 personas al interior de la India que buscaban escapar de la peste, llevó la enfermedad consigo a regiones más remotas, especialmente en el oeste y norte de la India. En 1898, la epidemia ya había matado a unas 300.000 personas.

      Además de las acciones inmediatas del médico Acácio Gabriel Viegas, el gobierno colonial se vio obligado a tomar varias medidas para controlar el azote: cabe destacar la cuarentena, los campos de aislamiento, las restricciones de viaje y la prohibición de la práctica de la medicina tradicional india. La administración colonial británica recurrió también a la Ley de Enfermedades Epidémicas, de 1897. Esta ley, aún vigente y utilizada recientemente durante la pandemia de la covid-19, autoriza al gobierno estatal a tomar medidas extraordinarias cuando «se vea amenazado por el brote de cualquier enfermedad epidémica peligrosa». La legislación también estipula que el Estado puede hacer cumplir regulaciones provisionales, «para ser observadas por el público, según sea necesario para prevenir el brote de una enfermedad o su propagación» (Dey, 2020).

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