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      Una vez identificados el eje principal de las narrativas, la estética que privilegian estas y los tipos de héroes que se ponen en escena, se hace relevante hacer uso del esquema actancial de Greimas (1970) con el fin de ubicar todos los actantes presentes en los relatos de campaña y entender la lógica que manejan. Los seis actantes presentes en la mayoría de las historias se ubican sobre tres ejes que los relacionan de manera significativa: el sujeto y el objeto (el héroe y el objetivo) están ubicados sobre el eje del deseo (el héroe desea conseguir el objeto mediante su búsqueda). El iniciador y el destinatario están ubicados sobre el eje de la comunicación (el iniciador motiva la búsqueda del objeto por parte del héroe para el destinatario). El iniciador representa, en la mayoría de los casos, los valores a nombre de los cuales actúa el héroe. El personaje actúa solamente cuando el iniciador lo pone a actuar; y al final del relato, es el mismo iniciador quien “sanciona” el éxito o el fracaso de la búsqueda del héroe, según si este logró conseguir el objeto de su búsqueda o no. Por último, los adyuvantes y los oponentes están situados sobre el eje del poder (suman o restan poder al héroe en su búsqueda).

      Entendemos que este esquema ubica a la figura del héroe como central en toda historia, dado que es ella la encargada de realizar la búsqueda para entregar el objeto al destinatario. Sin esta etapa, no hay desenlace posible. Como vimos, las narrativas usadas en las campañas presentan en su mayoría como héroe a un candidato y como destinatario a los electores. Resulta lógico, por ende, que el héroe deba aparecer como atractivo a su público y que, para lograr este fin, los atributos y el actuar del héroe correspondan a lo esperado por los destinatarios.

      Dado el perfil de cada público, el héroe debe ajustar sus características a ciertas expectativas; en el caso de Duque, el personaje es el de un candidato amable pero que cuenta con un apoyo muy valioso, el de su iniciador encarnado por la persona del expresidente Uribe. La fuerza del héroe Duque no sería la misma sin este talismán mágico que constituye el guiño del expresidente y que se refleja en millones de votos. En otras palabras, es la clave para llegar a la presidencia y entregar el objeto a su destinatario. Así, el personaje de Duque no solamente se reduce a la figura del candidato afable, es también “el que diga Uribe”, el hombre escogido entre una serie de precandidatos, todos ansiosos por llevar la marca de la preferencia del jefe. Pese a que Álvaro Uribe desata grandes controversias, continúa siendo el fenómeno político de las últimas décadas y su “bendición” es suficiente para arrastrar a millones de votantes. Esta bendición convirtió a Duque en el ungido de Uribe, es decir, un candidato con una dimensión casi mesiánica, por haber sido escogido como el más digno entre todos para encarnar el nuevo héroe del relato uribista. Es el esquema actancial de este relato que presentamos a continuación (figura 6).

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      Fuente: elaboración propia con base en Greimas (1970).

      Del lado de petrismo encontramos un héroe y un relato en las antípodas de lo propuesto por el duquismo. Acerca del personaje, dos visiones se oponen radicalmente a su apreciación: mientras algunos sectores lo perciben como un populista de extrema izquierda que llevará a Colombia a un modelo similar al de Venezuela, otra ola de personas lo asocian con un líder que conducirá al país por un camino de justicia social en el que los pobres y los campesinos, por fin, llegarán a ser tenidos en cuenta. A los que lo definen como un “castrochavista”, Petro responde: “somos una vanguardia política sintonizada con el siglo XXI” (Semana, 2018d). Y acerca de su populismo, Miranda (2018) especifica:

      Si entendemos el populismo como una lógica de hacer la política, hay rasgos populistas en distintos grados y manifestaciones en las tres narrativas de cambio: Duque, Petro y Fajardo. Sin embargo, la campaña petrista recoge con más fuerza la lógica de ellos contra nosotros, la batalla entre “el pueblo puro” y las “élites corruptas” y la representación única del líder mesiánico del pueblo.

      La narrativa petrista, en efecto, está muy a menudo ligada a lo que él llama la lucha contra las mafias; en sus discursos, el candidato se presenta como el líder antisistema que debería enarbolar las banderas del cambio en el poder; se define como un luchador y un resistente quien, en la militancia guerrillera, casi encuentra la muerte. En sus alocuciones en tarimas nunca pierde una oportunidad para recordar los años en los que fue encarcelado y torturado, enfocándose en el carácter épico de su relato sin olvidar su reconversión a la democracia que le otorga una dimensión mesiánica a su personaje (Semana, 2018d). En sus tuits volvió a compararse con Moisés, invitando a sus seguidores a “partir las aguas de la historia”, equiparando la multitud que lo sigue con el pueblo elegido para establecer una asimilación entre su destino como líder con el del profeta en la Biblia.

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      Fuente: www.twitter.com

      De la misma manera, redactó sus compromisos con los demás políticos que respaldaron su candidatura en simbólicas tablas de la ley.

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      Fuente: www.youtube.com

      Con estos elementos, se termina de configurar el esquema actancial del relato petrista.

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      Fuente: elaboración propia con base en Greimas (1970).

      Con esta herramienta semiótica que constituye el esquema actancial, podemos observar que los dos candidatos a la presidencia, ideológicamente opuestos, usaron técnicas similares a la hora de construir sus personajes y sus tramas narrativas. Ambos hacen uso de técnicas de storytelling o encuadre similares, posicionando un personaje con una dimensión mesiánica, lo que le da al relato un alcance excepcional. Los otros actantes participan también en el desenlace de cada una de las tramas, idénticas en las lógicas narrativas que manejan. Por fin, y con el ánimo de cerrar nuestro análisis de las campañas duquista y petrista, es menester resaltar que ambas historias movilizan el mismo registro emocional, el del miedo, y su complemento opuesto, la esperanza.

      Ted Brader, en su libro Campaigning for hearts and minds. How Emotional Appeals in Political Ads Work (2006), señala que dos tipos de sentimientos, aparentemente opuestos, son los que dictan el voto de los electores, en pro de un candidato o en contra de algún otro: se trata de la esperanza y el miedo. Según el autor, casi todos los anuncios buscan producir emociones y la mayoría de estos también dan un argumento lógico al votante para votar por el candidato. Sin embargo, el componente emocional domina al elemento lógico3.

      En la campaña de 2018, estas emociones son movilizadas para fortalecer a los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta.

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