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      EUGÉNIE RICHARD

      Las elecciones presidenciales del año 2018 en Colombia hubieran podido ser el teatro de enfrentamientos entre propuestas contradictorias acerca de qué rumbo debe tomar el país después de la firma de la paz entre el gobierno del saliente presidente Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), durante el año 2016, pero no lo fueron. Varias razones explican este fenómeno. En primer lugar, aunque la firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y verdadera ha sido celebrada en el mundo entero con entusiasmo y le ha asegurado al presidente Santos el muy apetecido galardón de Premio Nobel de Paz, los numerosos tropiezos que ha sufrido el proceso y los repetidos ataques que le ha propiciado el jefe de la oposición y muy popular expresidente Álvaro Uribe, han alimentado una cierta desconfianza de los colombianos acerca de la legitimidad del proceso, particularmente cuando contempla la posibilidad para los exintegrantes de las FARC de participar en política con curules reservadas en el Congreso de la República y con la posibilidad de lanzar candidatos a cargos de elección popular (OFACP, 2017).

      Como consecuencia, un año y medio después de la firma del documento, la percepción sobre el balance de la implementación de los acuerdos sigue: el 66,5 % de los colombianos opina que el proceso no va por buen camino y el 76 % piensa que las FARC no cumplirán con lo pactado en el acuerdo. De manera general, el 70 % de la población es pesimista acerca del futuro en el país (Semana, 2018a). Dado este clima en el cual dominan la desconfianza y el pesimismo, resulta lógico que los candidatos que se lanzan a la nueva carrera por la presidencia privilegien unas propuestas de campaña basadas en la idea del cambio. Los dos finalistas, Iván Duque, del partido de derecha Centro Democrático, y Gustavo Petro, de la colación Colombia Humana, de izquierda, presentan propuestas radicalmente diferentes sobre cómo materializar este cambio, pero ninguno de los dos propone continuidad. Desde orillas diferentes, estos dos candidatos que provienen de la oposición al gobierno de Santos se desmarcan del exmandatario y de su mensaje de paz. Así, por primera vez en décadas, el repetido tema de qué hacer con la guerrilla –y el reiterado debate entre mano dura frente a diálogo– no ocupa un lugar prioritario en la campaña (Semana, 2018a).

      Esta realidad resulta extraña cuando se toma en cuenta que, en esta oportunidad, los miembros de las FARC ahora desmovilizadas y reagrupadas en partido político participan por primera vez en su historia en la contienda electoral. Se creyó que el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) sería el gran protagonista; no obstante, el abandono anticipado de su candidato presidencial Rodrigo Londoño, Timochenko, por problemas de salud, termina de enterrar al tema de la paz como bandera electoral. Surgen nuevas temáticas que preocupan más al electorado, como la corrupción (el escándalo de Odebrecht ha salpicado al conjunto de la clase política), el desempleo, el acceso a la salud y a la educación (Semana, 2018a).

      Dado este escenario, varios candidatos proponen, en sus historias de campaña, “pasar la página” para que el país pueda tener un nuevo comienzo, o incluso “partir las aguas de la Historia”, al estilo de Moisés en la Biblia, para cambiar el futuro de Colombia. Los personajes que interpretan estas tramas narrativas son los candidatos principales, Iván Duque y Gustavo Petro quienes, usando los recursos del storytelling, se convierten en los protagonistas de estos relatos.

      Estos relatos, así como los personajes de campaña que se construyen para conquistar al electorado, constituyen el material de esta investigación cuyo objetivo radica en demostrar cómo la nueva campaña presidencial sella el fin de la era Santos, cerrando el ciclo narrativo basado en la idea de paz en Colombia que el presidente había impuesto en su último mandato, para abrir el espectro hacia otras propuestas narrativas y otras modalidades en cuanto a hacer campaña. Se formula una hipótesis general de trabajo que enuncia cambios importantes que surgen en esta oportunidad: en cuanto al fondo de la historia, se observa la llegada de un nuevo camino narrativo que privilegia la trama del cambio a cargo de un personaje con dimensión mesiánica; y en cuanto a la forma que maneja el relato, está asociada a una estética “de lo popular” en la manera de comunicar y un afrontamiento entre esperanza y miedo en el terreno de las emociones. Para comprobar la validez de estas hipótesis, se someterán al análisis semiótico varias piezas de campaña (que toman la forma de afiches, eslóganes y spots televisivos) y técnicas de comunicación política como el storytelling que fueron protagónicas durante la campaña electoral.

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