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mantenerse activos por largos periodos de tiempo, incluso luego de ser intervenidos a través de algún tipo de acuerdo, al punto de reemerger y tornarse crónicos. En ocasiones los procesos de negociación y acuerdos pueden alcanzar las más altas instancias jurídicas y legales hasta adquirir magnitud internacional sin lograr una salida acordada o una adecuada transformación de los elementos fundamentales que los originan. Se dice que se encuentran anclados a estructuras sociales —culturales, económicas o institucionales— poderosas (Ramsbotham, Woodhouse y Miall, 2005).

      En este tipo de conflictos el Estado desempeña un papel importante por diferentes razones, debido, en primer lugar, a su limitada capacidad para prevenirlos o manejarlos, en virtud de su pobre reconocimiento y legitimidad, o, en segundo lugar, por ser él mismo parte inherente del conflicto, es decir, el agente que lo propicia o lo genera, ya sea por la vía de intereses directos en sus intervenciones, por ejemplo, por considerarlas de interés nacional, estratégico o económico, como desarrollo de la implementación de políticas o proyectos, entre muchos otros, o como efecto asociado a la producción de mecanismos jurídicos o de policía; en el caso que nos compete la sanción de normas de ordenamiento, leyes, reglamentaciones y regulaciones en distintos niveles.

      En el caso de las características de las instituciones que conforman la parte visible de la gubernamentalidad en los países del Sur, y respecto a sus orígenes, lógicas de actuación y motivaciones finales de las intervenciones estatales y, en últimas, a sus relaciones con los rasgos de intratabilidad, Azar anotaba que “La autoridad política tiende a ser monopolizada por grupos de individuos o por coaliciones de grupos hegemónicos, que usan el Estado para maximizar sus intereses a expensas de los otros […]. Esta situación genera crisis de legitimidad” (Azar, 1990, p. 7).

      En palabras de Ramsbotham, Woodhouse y Miall (2005), Azar logró relacionar lógicas, actuaciones y relaciones con los rasgos de intratabilidad, y en su momento consiguió

      sintetizar los paradigmas realistas y estructuralistas en un marco pluralista más apropiado para explicar los patrones prevalentes de conflicto que otras alternativas muy limitadas ofrecían, [así] correlacionó desde distintas disciplinas y aproximaciones estadísticas sobre movimientos sociales, movimientos étnicos (homogeneidad o heterogeneidad), satisfacción de necesidades, niveles de Desarrollo Humano, indicadores de gobernabilidad (escalas de represión política) y grados de vinculación a la economía mundial (volúmenes de exportaciones e importaciones) para generar patrones de análisis. (Ramsbotham, Woodhouse y Miall, 2005, p. 76)

      Para Azar, en estos conflictos concurren ingredientes étnicos: instituciones de gobiernos creadas y asociadas a los modelos extractivos poscoloniales, y en consecuencia frágiles y con baja legitimidad; así como la lucha por necesidades fundamentales: “seguridad, reconocimiento, aceptación, o el justo acceso a las instituciones políticas y económicas” (Azar, 1991, p. 43). Este autor, en sus hallazgos estadísticos, confirmó, por ejemplo, las fuertes correlaciones entre el conflicto y las “altas tasas de mortalidad infantil, bajo nivel de desarrollo de las instituciones democráticas y sus procesos; y la magnitud de los mercados de exportaciones” (Ramsbotham, Woodhouse y Miall, 2005, p. 81).

      Desde su lectura, la incapacidad de este tipo de Estados y sus aparatos para prevenir, mediar o transformar los conflictos está vinculada a su historia colonial y al papel extractivo de sus instituciones, por ello el Estado y las lógicas de actuación de sus mecanismos tiende a producir tensiones y enfrentamientos, dado que con frecuencia unas lógicas se oponen a otras (mecanismos de seguridad con mecanismos jurídicos o de policía) y, por consiguiente, se eleva la dificultad de transformación de los conflictos que involucran necesidades fundamentales o recursos naturales. Adicionalmente, a menudo las instituciones de los países del Sur presentan características de fragilidad, poco reconocimiento, fallos de transparencia, de acceso y de uso de información, así como baja capacidad de rendir cuentas. Además, el sistema político de estos países presenta distintos niveles de patrimonialismo, corrupción, impunidad y búsqueda de rentas, documentados como característicos de los países del Sur (Acemoglu y Robinson, 2012; Garay et al., 2008).

      Si bien los conflictos por recursos naturales con rasgos de intratabilidad definidos por la escuela norteamericana, que veremos en detalle a continuación, no han llegado todavía a tener características de enfrentamientos armados prolongados o violentos, como corresponde a los PSC, la principal contribución de Azar es vincular la emergencia, la larga duración, la recurrencia y la elusión de los repetidos intentos de transformación a las raíces coloniales de su administración estatal, su racionalidad y “fallos estructurales”, elementos que tienen un claro efecto sobre su incapacidad para prevenirlos o transformarlos y que evidencian las maneras como el mismo Estado se constituye en un elemento central del conflicto, dadas las relaciones de poder que protege, de las que es resultado, y sus cuestionables y confusas actuaciones, lo que configura a lo largo del tiempo un habitus proclive a la emergencia de este tipo de enfrentamientos y a los rasgos de intratabilidad reportados.

      Aquí se considera clave la reflexión planteada en las investigaciones sobre modernidad y colonialidad llevadas a cabo por estudiosos como Aníbal Quijano, Edgardo Lander, Ramón Grosfoguel, Agustín Lao-Montes, Walter Mignolo, Zulma Palermo, Catherine Walsh, Arturo Escobar, Fernando Coronil, Javier Sanjinés, Enrique Dussel, Santiago Castro-Gómez, María Lugones y Nelson Maldonado-Torres, donde se exploran las múltiples formas, interrelaciones e historia del colonialismo, la modernidad y la instauración de unas formas de saber, de conocer (poder simbólico) y la dimensión económica, ligada a la temprana instauración del capitalismo en los países del Sur, y sus conexiones con los múltiples dispositivos de extracción colonial que corresponde a uno de los ejes centrales de las investigaciones desde las perspectivas de los estudios culturales.

       Los conflictos ambientales intratables (environmental intractable conflicts)

      Como ya notamos, la categoría de EIC fue acuñada por autores de las escuelas norteamericanas de resolución de conflictos14 para referirse a conflictos por recursos naturales que involucran estructuras culturales y componentes fundacionales de las sociedades en las que los actores tienden a incorporar en sus demandas issues y elementos aparentemente “no negociables” por el establecimiento.

      Es importante resaltar que la escuela norteamericana se ha concentrado en investigar los marcos culturales de los que emergen este tipo de conflictos —el framing, que es traducido al castellano como ‘marcos de referencia’—, por lo que esta aproximación, si bien comparte algunos elementos culturales, como veremos, no presenta la misma magnitud crítica de los estudios culturales o de los estudios que abarcan las conflictivas relaciones ya referidas entre modernidad y colonialidad.

      Esta escuela considera que en este tipo de conflictos desempeñan un papel protagónico los elementos subjetivos, en términos de las posiciones de los actores involucrados, embebidas de juicios morales sobre lo que es o no “correcto”, sujetas a pautas de valores y a contextos potentes que inciden en las maneras como son percibidos, enunciados y producidos tanto el conflicto como sus causas, y las formas cómo los actores se subjetivan a sí mismos y a “los otros” como adversarios naturales.

      El grueso de casos de los conflictos examinados desde este enfoque se ha centrado en la necesidad de transformar los marcos de referencia y contextos como estrategia para cambiar la percepción y los factores culturales de producción del conflicto, sus causas y, sobre todo, las formas como es construido y naturalizado a lo largo del tiempo el “adversario”, como evidencian los trabajos de Asah, Bengston, Wendt y Kristen (2012); Elliott, Kaufman, Gardner y Burgess (2012); Gray (1997, 2005); Gray y Bebbington (2001); Gray y Putnam (2003); Kriesberg et al. (1989); Lewicki et al. (2003), y Rubinstein (1989).

      Para esta escuela, muchos de los rasgos de intratabilidad coinciden, en gran medida, con los de la escuela europea, a diferencia de la expresión de violencia, como ya se anotó, y son: 1) su permanencia en el tiempo; 2) la elusión de los numerosos intentos de resolución; 3) la incorporación de fuertes elementos culturales: sistemas de creencias, sistemas cognitivos y valores sociales, que permean un gran número de actores y dimensiones; 4) el involucramiento de los aparatos institucionales, y 5) por último, pero quizás el elemento más analizado

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