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bendijo los locales.

      También fue preciso reconstruir la Acción Católica en las diócesis en las que había desaparecido a consecuencia de la larga contienda. Ello obligó a Pilar Bellosillo a realizar numerosos viajes de propaganda y a tener intervenciones públicas en diferentes localidades de España. En la memoria del año 1942 se afirmaba que esta propaganda había sido especialmente intensa, y se habían celebrado cerca de 350 actos en distintas diócesis. Pilar Bellosillo viajaba habitualmente con Mercedes Boceta, que era la secretaria del Consejo Superior. En 1942 visitaron juntas Ceuta, Melilla y Tánger, que entonces era un protectorado bajo la tutela de España. Allí quedaron muy impresionadas de la atención que los franciscanos dedicaban a la Acción Católica.

      Entre estos actos públicos eran muy relevantes las ceremonias de apertura y clausura de curso, las imposiciones de insignias a las nuevas socias, a menudo con escenografía muy espectacular, jóvenes ataviadas con traje negro y mantilla, autoridades y banderas. Existen numerosas fotografías donde puede verse a Pilar Bellosillo llevando dicho atuendo.

      Pero ya por entonces se iba viendo que era preciso que las actividades no se limitaran a la tarea de reconstrucción. Al ver la situación de la España de posguerra, el espíritu apostólico que movía a aquellas jóvenes exigía iniciar nuevas obras e intensificar la formación de la juventud a través de círculos de estudio, conferencias y cursillos, academias nocturnas, etc. La educación como instrumento de superación fue una constante que marcó para siempre a Pilar. El Consejo Superior de las Jóvenes de Acción Católica impulsó los estudios y programas sobre dogma, moral y liturgia. Se inauguró también una biblioteca que se inició con 500 volúmenes y se comenzó la publicación de diferentes revistas: Circular de dirigentes. Normas y Orientaciones, cuya tirada total en conjunto fue de 50.000 ejemplares. Solo en el año 1940, como consta en la memoria correspondiente, fueron 1.181 los centros en que se celebraron círculos de estudios con un total de 32.296 sesiones de trabajo, 242 cursillos y 1.639 conferencias.

      Las Jóvenes de Acción Católica organizaban numerosos actos piadosos: tandas de ejercicios espirituales a los que asistían miles de asociadas y de simpatizantes, retiros, peregrinaciones, misas de comunión como entonces se decía, porque al ser obligatorio el ayuno total desde la noche anterior para poder comulgar, había misas tardías en las que no se distribuía la comunión.

      Pilar Bellosillo se ocupó también de la acción en favor de las jóvenes obreras. Se crearon centros especiales para ellas y academias de formación similares a las que habían existido en la etapa anterior a la guerra, para las que se redactó un reglamento.

      En 1942 se inició la acción con jóvenes universitarias. Carmen Enríquez de Salamanca, que acababa de licenciarse en Filosofía y Letras, fue encargada de su organización. Se actuó con gran minuciosidad buscando en cada universidad las mejores candidatas posibles para ofrecerles asistir a un cursillo de formación que tuvo lugar en Algorta, en el colegio del Sagrado Corazón, en julio de 1942. Fue seleccionado un grupo entre las jóvenes que reunían dos condiciones: tener buen expediente académico y contar con la recomendación de dos instituciones de su localidad. Las clases fueron impartidas por profesores muy prestigiosos: Manuel García Morente, Alejandro Martínez Gil y Salvador Muñoz Iglesias. La directora del curso fue Carmen Enríquez de Salamanca y la secretaria Mª Luisa Fuertes. Asistieron estudiantes de las universidades de Madrid, Barcelona, Salamanca, Oviedo, Murcia, Santiago, Valencia, Valladolid, Zaragoza, Granada, La Laguna. Fue tal la eficacia del curso que el año siguiente se había creado la sección de universitarias de Acción Católica en todos los distritos de España. En agosto de 1943 se celebró un cursillo similar en el colegio del Sagrado Corazón de Placeres, en Pontevedra, con profesores como Jesús Iribarren y Baldomero Jiménez Duque. De esta sección de universitarias salieron años más tarde muchas de las dirigentes nacionales e internacionales: Sagrario Ramírez, Rosita Menéndez, Mª Jesús Fuertes, Carmen y Mary Salas, Piluca Rodríguez, etc.

      No hay constancia de que Pilar Bellosillo tuviera en esta época ninguna iniciativa personal especial salvo cumplir escrupulosamente sus tareas, trabajar en equipo y alejar toda tentación de protagonismo, quizá por marcar una diferencia con la etapa anterior. Sin embargo, hay que tener en cuenta que tenía sobre sí una gran responsabilidad ya que en el año 1942 la Rama de Jóvenes de Acción Católica llegó a contar con 100.000 asociadas, de las cuales 36.000 figuraban como activas, y se mantenían en funcionamiento 2.297 centros. Este fue para Pilar un período de preparación para las extraordinarias tareas que acometió más tarde.

      Ella misma ha escrito el proceso que siguió en su vida:

      «Descubro, siendo muy joven, que mi fe no es un privilegio para mi sola, sino una gracia que debo compartir, y que si estoy en la Iglesia no es solo para beneficiarme de ella, sino para ponerme a su servicio. La guerra civil fue, para cuantos la vivimos, una experiencia muy dura. Una vez terminada había mucho que reconstruir. Es el momento en el que tomo el compromiso de dedicarme al apostolado, compromiso que va a durar toda mi vida. Es el comienzo de una aventura personal apasionante que aún no ha terminado»1.

      De la actividad de Pilar Bellosillo en la Rama de las Jóvenes de Acción Católica no conocemos mucho más. Carmen Enríquez de Salamanca, que trabajó con ella en aquellos años, recuerda sobre todo que supo rodearse de gentes competentes a las que dejaba actuar sin ponerles límite. La segunda de las tres etapas de la Acción Católica descritas por Miguel Benzo, coincide en general con esta etapa de Pilar:

      «La Acción Católica posterior a 1939 respondió a una “pastoral de autoridad”. La ilusión de una unanimidad religiosa conquistada para siempre le hizo participar de un clima triunfal. Por eso, porque en el optimismo del momento se creía asegurada la orientación cristiana de toda la sociedad española, más que preocuparnos por dar testimonio en los distintos ambientes, más que de la atracción de los que no creen a la fe, más que de la inspiración cristiana de las estructuras sociales, la Acción Católica es la proclamación pública por parte de los seglares de su permanencia y fidelidad a la “cristiandad victoriosa”. Ese es el sentido que adquieren entonces las insignias, los estandartes y los desfiles espectaculares. La Acción Católica busca, más que la formación profunda de sus miembros, la presencia en todas las parroquias de España, en todas las ceremonias religiosas e incluso civiles»2.

       Presidenta nacional de las Mujeres

      En 1946, después de cumplir los 30 años, como indicaban los reglamentos, pasó Pilar a la Rama de Mujeres dejando el Consejo de las Jóvenes en manos de Carmen Enríquez de Salamanca. El traspaso de poderes fue muy cordial y tuvo lugar en una asamblea reglamentaria celebrada en Azpeitia donde se bailó el aurrescu en un ambiente festivo. Pronto fue llamada a formar parte del Consejo superior de las Mujeres de Acción Católica como secretaria de Propaganda primero, vicepresidenta después y presidenta desde 1952. Su presidencia marcó numerosos cambios y fue fecunda en obras.

      Los cambios, según su estilo de actuar, fueron suaves y paulatinos y solo se notaron pasado un tiempo. Pilar Bellosillo sustituyó en la presidencia a María González de Castejón, que era hija de los condes de Aybar. Todo el antiguo equipo de colaboradoras era de parecida extracción social: señoras en general cultas y dedicadas seriamente a su trabajo, pero sin cualificación profesional. Las reuniones reglamentarias se celebraban por las mañanas puesto que por la tarde tenían otros compromisos sociales. Para realizar el trabajo administrativo tenían contratadas a personas que eran tratadas con toda consideración y que recibían un salario justo, pero a las que no se consideraba miembros de la asociación.

      Al cabo de poco tiempo las nuevas vocales del Consejo eran mujeres más jóvenes, casi todas universitarias, con compromisos profesionales. Las reuniones empezaron a celebrarse por la tarde porque la mañana estaba dedicada a tareas del mundo laboral. Con el tiempo, las personas ocupadas del trabajo administrativo fueron socias de la Acción Católica que necesitaban una compensación económica para dedicarse a estos menesteres. Como consecuencia, sin notarse mucho, todo cambió. Hay que hacer constar en honor de las antiguas vocales que recibieron a las nuevas con la mejor disposición y hasta con alegría, puesto que valoraban la renovación

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