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y amplio alcance.

      Pilar Bellosillo estudió con su equipo la forma de llevar a cabo esta acción en España. Apoyando un proyecto que la Comisión de Apostolado Rural, presidida por Ángela Rosa de Silva, venía considerando desde hacía tiempo, se pensó en actuar en primer lugar en favor de las mujeres casadas del medio rural, que tenían mayor necesidad y menores oportunidades de acceder a la cultura. Hay que tener en cuenta el elevado índice de analfabetismo rural femenino que entonces había en España.

      La Sección Femenina había acometido una tarea de formación doméstica y familiar que quedaba reducida al ámbito de la familia. Mientras que la Acción Católica, siguiendo el espíritu de las organizaciones internacionales, intentó abrir el horizonte de la formación de las mujeres, más allá de lo puramente familiar, iniciando un camino innovador. El proyecto del equipo de Pilar Bellosillo intentaba un plan de formación «integral», en el que se incluía el cultivo de todas las facetas de la persona, siguiendo los documentos de la UNESCO, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la JOC francesa, y también de la pedagogía de Paulo Freire. Las primeras publicaciones de este autor en España aparecieron en la Editorial Marsiega en el año 1972, en la colección Fondo de Cultura Popular, dirigida por Mary Salas.

       Presidenta de las Jóvenes de Acción Católica

      Esa labor se realizó en centros especiales, creados con esta finalidad y localizados siempre que era posible fuera de los templos y las sacristías para facilitar la asistencia de las personas más alejadas de la Iglesia, porque se decidió que los Centros de Formación debían distinguirse bien de los de Acción Católica.

      Desde el primer momento se vio claro que esta educación, muy ambiciosa en su planteamiento, no podía abordarse sin una cierta profesionalización de las educadoras. Pilar Bellosillo insistía en que la buena voluntad no era suficiente. Para conseguir esta profesionalización se pensó, por una parte, en formar a estas instructoras a través de un curso largo y exigente; y por otra, que recibieran una retribución económica.

      El primer curso para instructoras se dio en Madrid del 27 de marzo al 30 de abril de 1959. Se trataba de una experiencia piloto que requería un régimen de internado de mes y medio de duración. Asistieron 40 mujeres seleccionadas por las diócesis de Albacete, Astorga, Bilbao, Calahorra, Cartagena, Cuenca, Huelva, Madrid-Alcalá, Orihuela, Pamplona, San Sebastián, Santiago, Sevilla, Tenerife, Toledo, Tudela, Tuy, Valladolid, Vitoria y Zaragoza. Los temas eran: formación religiosa, cívica y social; familia: deberes conyugales y educación de los hijos; cultura general elemental: geografía, historia, matemáticas, ciencias naturales, puericultura; medicina de urgencia; economía doméstica, cocina y valor nutritivo de los alimentos, y pequeñas industrias rurales: avicultura, apicultura y cunicultura. La formación familiar y doméstica, a cargo de Ángela Rosa de Silva y Esperanza Luca de Tena, tuvo mucha importancia porque se pensó que esta faceta de la personalidad de la mujer no debía descuidarse aunque se intentara ampliar y superar. La formación social y cívica estuvo a cargo de Tomás Malagón, consiliario de la HOAC y autor de la Semana-Impacto. Intervinieron también María Sabater, directora de la Escuela Familiar y Social de Madrid que formó en España a las primeras asistentes sociales, y Leonor Meléndez, doctora en Sociología. La formación religiosa estuvo a cargo de Carmen Bellosillo.

      Las enseñanzas prácticas, como apicultura, avicultura y cunicultura, que entonces se pensó que podrían ayudar a que las mujeres del mundo rural tuvieran unos ingresos supletorios que mejorasen su débil economía, se impartieron en la Casa de Campo a cargo de responsables de Sindicatos respectivos. Pero se suprimieron en cursos sucesivos porque tras una cuidadosa evaluación, se vio que no resolvían lo que se pretendía.

      Al finalizar el curso había que superar dos exámenes escritos. Pilar Bellosillo pidió la opinión personal de cada una de las participantes sobre la finalidad de los centros. Para dar importancia y solemnidad a esta iniciativa, tanto este primer curso como algunos de los posteriores, fueron clausurados por el nuncio y el obispo consiliario de la Acción Católica, monseñor Zacarías de Vizcarra, que hizo la entrega de diplomas. Entre las nuevas instructoras se eligió a Mary Carmen Aldeanueva para que actuara como instructora nacional, responsable de supervisar los centros que se fueran abriendo en las diócesis. Empezó su trabajo el día 1 de junio de 1959.

      Las características generales de esta experiencia piloto, con ciertas modificaciones fruto de la experiencia, fueron repitiéndose cada año. El segundo curso para instructoras tuvo lugar en Soria y el tercero en Bilbao. Una de las instructoras que se formó en este cursillo, misionera de OCASHA (Obra de Cooperación Apostólica de Seglares Hispano Americanos), partió después para Chile, para desarrollar la misma iniciativa en ese país.

      La presidenta nacional, Pilar Bellosillo, y la vocal de Apostolado Rural, Ángela Rosa de Silva, visitaron al ministro de Educación, Jesús Rubio y García Mina, para mostrarle el programa y pedirle una ayuda económica. Únicamente consiguieron que el Ministerio comprara 500 ejemplares del libro Para ti, mujer, editado por la Comisión de Apostolado Rural.

      De aquellas 38 instructoras que estaban en posesión del diploma que se exigía para poder abrir un centro de Formación Familiar y Social, algunas empezaron a actuar inmediatamente. En el curso siguiente funcionaban ya centros en Valladolid, Medina del Campo, Benavente, Vigo, La Coruña, Lorca, Yecla, Sevilla, Tudela y Valencia. En Soria había cuatro, en Noviercas, Agreda, Olvega y Burgo de Osma, respectivamente.

      Enseguida se hizo patente que la obra de los centros empezaba a tomar una dimensión que exigía dotarles de autonomía fuera del secretariado de Apostolado Rural. Pilar Bellosillo y Ángela Rosa de Silva de común acuerdo juzgaron conveniente crear al efecto una Comisión Nacional bajo la responsabilidad directa de Mary Salas, una de las vicepresidentas del Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica. De esta comisión formaron parte las vocales del Apostolado Rural y del Apostolado Obrero. En ella tuvo también un papel relevante Mary Carmen Aldeanueva, contratada como directora técnica, que había completado su formación, obteniendo la titulación de asistente social.

      Los Centros de Formación Familiar y Social tuvieron desde un principio el carácter de entidades de educación de adultos en un sentido moderno que no se limitaba a impartir unas enseñanzas, sino que atendía conjuntamente al saber, al ser y al hacer de las personas; entidades educativas cuya finalidad era preparar a las mujeres de los medios populares para que fueran capaces de estar a la altura de las exigencias de una sociedad en mutación. En contraste con lo que hacía entonces la Sección Femenina, y muy conscientes de ello, las Mujeres de Acción Católica, impulsadas por Pilar Bellosillo y su equipo, se propusieron superar la formación para la vida familiar y doméstica y propiciaron la apertura al mundo y a las responsabilidades de la vida ciudadana. Estos centros tenían como objetivo lograr mujeres libres y responsables, esposas capaces de comprender, madres mejores, consumidoras avisadas, amas de casa más eficaces, ciudadanas conscientes y cristianas por elección.

      En un documento interno mecanografiado de los años sesenta, la Comisión de los Centros, de la que formaban parte Mary Salas, Mary Carmen Aldeanueva, Mª Inés Carrera, Ángela Rosa de Silva y Juliana Gómez, expuso cómo entendían entonces estas expresiones. El texto dice literalmente lo siguiente:

      «Mujeres libres y responsables. El ser humano se distingue por ser racional y libre, pero parece que la mujer, al revés que el varón, estuviera dispensada de usar la razón. Calificada de intuitiva y sentimental, queda casi reducida al instinto. En el mejor de los casos, puede regirse por las “razones del corazón” que la razón no entiende. Pero la mujer, como el varón tiene que tomar decisiones, resolver problemas, ser eficaz en su acción.

      Mejores esposas y madres, se habla constantemente de la crisis de la familia, se buscan y ensayan nuevas fórmulas de convivencia que respondan a las necesidades de los tiempos. Aún no sabemos cómo será la familia del futuro, pero no cabe duda de que el papel asumido por la mujer será diferente. En primer lugar, ya desde ahora no acepta convertirse en una función, sino que aspira muy legítimamente a lograrse como individuo. Por

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