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niño (y no de la niña), en tanto se analizan discursos (poemas, fábulas y cuentos), así como las imágenes (pinturas, esculturas, etc.), y se enfoca en un sujeto pasivo, pero con una fisonomía diferencial, en la cual el lugar de los hoyuelos (en el rostro) lo caracterizan en el ámbito teatral (Hernández, 2003), ya que son “adultos con rol de niños”.

      Serán los mismos griegos, quienes al poner silencio sobre lo que el niño, dado que la niña no aparece claramente reconocida como miembro de vital importancia hasta que llegue a su rol reproductor, acuñan el nombre de infante, es decir, “sin voz” (Hoyos, 2017).

      Y es esta categoría la que incluso pervive en instancias del nivel de representación de la Organización de las Naciones Unidas para la Niñez (Unicef), que llega hasta nuestros días; revisemos su definición institucional:

      La infancia es la época en la que los niños y niñas tienen que estar en la escuela y en los lugares de recreo, crecer fuertes y seguros de sí mismos y recibir el amor y el estímulo de sus familias y de una comunidad amplia de adultos. Es una época valiosa en la que los niños y las niñas deben vivir sin miedo, seguros frente a la violencia, protegidos contra los malos tratos y la explotación. Como tal, la infancia significa mucho más que el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la edad adulta. Se refiere al estado y la condición de la vida de un niño, a la calidad de esos años. (United Nations International Children´s Emergency Fund [Unicef], 2005)

      En esta declaración se observa la correlación de infancia con un intervalo de tiempo (época), relacionada con las actividades para resolver “sus” necesidades primarias, ¿la de estar institucionalizado? ¿en la escuela? A estas concepciones, la historia podría probarnos cómo van llegando quienes estudian esta línea de sujetos en tanto vulnerables, desvalidos, y digo “van”, dado que los estudios sobre estos sujetos de derecho en la Amerindia son relativamente recientes, y más centrados en problemas sociales propios de la región, pero pocos (por no arriesgar un casi nulos) en la relación con las infancias mesoamericanas o prehispánicas (Rodríguez y Manarelli, 2007).

      Para los/las fisioterapeutas, es vital entender lo epocal, ¿de qué intervalo o intervalos del ciclo de vida estamos hablando? Por ello, la historia de las infancias a la que aludimos son perspectivas eurocéntricas, en su mayoría, es decir, estudian y analizan su propia línea endogámica de historia, dándole legitimidad a un camino cronológico que partía su historia en un a. de C. (antes de Cristo) y d. de C. (después de Cristo), que ahora mismo parecería más ser un a. de C. (antes del COVID-19), y después de él (d. de C.).

      Ya en 2015, en el marco de un encuentro de la Asociación Colombiana de Estudiantes de Fisioterapia (Acefit), empecé a tensionar este modo de homologar a los niños/niñas como una condición estable, uniforme, regulada y normada bajo una única sombrilla conceptual, que implica no reconocer la existencia de los siguientes intervalos intercomunicantes de poblaciones:

      •Desarrollo embrionario del movimiento corporal humano (MCH).

      •Neonato: aparentemente sano o no, prematuro o no.

      •Infancia temprana: mil días (12-18-24-30).

      •Niño/niña: 3-8.

      •Prepúber: 8-11.

      •Adolescente: 12-14.

      •Juventud inicial: 14-17.11.

      En ello apostaba por el marco normativo colombiano, el cual sorprende, por ejemplo, que a la madre, como “madre”, la ley la reconoce en tanto el fruto del parto esté vivo (Congreso de la República de Colombia, 2017); ante ello cabe preguntar: ¿qué sucede con el duelo requerido con o sin licencia de maternidad en Colombia?, ¿qué sucede con el proceso medicalizado para aquella “madre” que para mí lo es desde la gestación, ante la pérdida de su hijo/a?

      Como se puede apreciar, esta apuesta de subgrupos o subdivisiones connota profundas reflexiones por parte de los fisioterapeutas, no solo relativos a los instrumentos de evaluar-cosificando las infancias para ser metrizadas, y de la caja de herramientas necesarias para “atenderlos”, que son de por sí preocupaciones legítimas de la profesión, sino porque evidencian invisibilizaciones intencionadas de asuntos que son de importancia radical en este presente que no da espera de los niños/niñas de nuestros países.

      Sostengo que, como profesionales del MCH, esta interacción “no” espera a la presencia extrauterina del fruto de la gestación, sino que la unidad madre-hijo/a son sujetos de interés y de responsabilidad en la interacción propia del fisioterapeuta.

      Dado estos aportes presentados, no es posible hablar de “a” infancia, sino de “las” infancias, dado que aludimos siempre a tránsitos múltiples, diferentes y cada vez más afectados por la desigualdad, es posible, sin embargo, situar algunos procesos globales y comunes que las atraviesan (Carli, s. f.).

      Pero como bien lo expresó Jorge Iván Agudelo (Canal Corporación Universitaria Adventista Colombia [Unac], 2020), “el mundo de la industria no está para lo humano, y mucho menos para la madre o el niño/a”, dado que la sociedad capitalista rampante en la que se instala este tiempo del confinamiento, me pregunto por el lugar de nuestra profesión como garantes de la vida, del nacimiento, de estos colectivos que comprenderían las infancias.

      Quiénes son los niños/niñas de nativos e inmigrantes en pedagogía

      Este apartado pretende poner en tensión el lugar profesional en el ámbito de la infancia, para presentarla desde las comunidades discursivas que aluden a concepciones particulares, peculiares y variopintas de las infancias, el niño/niña. Encuentra el desarrollo motor como excusa-carnada de ejemplificación, dado que es en ella en la que los fisioterapeutas comenzamos el cuadro comprensivo de las infancias.

      El desarrollo motor del ser humano se refiere a las sucesivas transformaciones por las que pasa un óvulo fecundado hasta convertirse en sujeto de derechos y luego en un adulto (Maganto y Cruz, 2008). De hecho, el movimiento fue requisito necesario para que un óvulo que se desplaza, se mueva y transite por una trompa uterina, se encuentre con uno o varios espermatozoides, que también en movimiento, en verdadera carrera, logran fundirse para hacerse vida humana. Tal vez por ello, la fascinación por este lugar de seguridad que implica a un fisioterapeuta el pararse argumentativamente en este campo de saber, del desarrollo motor.

      Comprender esta categoría implica hablar de un tema que es tanto intersectorial, como proceso continuo, progresivo y complejo. Si bien no tengo claro si podría afirmarse que también es asunto interdisciplinar. Ahora bien, el desarrollo psicomotor está mediado, influenciado, vitalizado y catalizado por factores genéticos y del medio ambiente; también son los factores sociales, emocionales y culturales los que interactúan entre sí de forma dinámica y modifican de forma significativa el potencial del crecimiento y desarrollo (Thelen, 1989). El desarrollo motor es la solución de posibilidad para tener experiencias comunicativas, cognitivas (Longobardi, Spataro y Rossi-Arnaud, 2014, p. 3), sociales y, apuesto también, democráticas. No por nada nos referimos a la acción política continuada como movimiento social.

      Posibilitar el movimiento, aprender y enseñar a moverse y tener experiencias de movimiento, son resultados tangibles del comportamiento del cuerpo humano de niños/niñas, que el campo de la medicina, la psicología, la terapia ocupacional, la fisioterapia y, seguramente, otros campos de saber también han explorado, han querido, incluso, predecir (Nuysink et al., 2013), interpretar y, por supuesto, evaluar, en términos de evidenciar la iatrogenia que producen nuestros bien intencionados tratamientos sobre el desarrollo ulterior de nuestros/as niños/niñas. Estudiamos cómo impacta al sistema de salud, la política pública sobre temas evidentemente relacionados con el movimiento (Rangel, Martin, Brown, García y Falcone, 2008, p. 206), la accesibilidad al espacio público, los controles prenatales y la nutrición de la gestante, pero no logramos ubicar el tema en el marco del derecho. Leído así, pareciera que este tema es del campo de la salud, y que la educación, el bienestar, la historia, la filosofía o el derecho, poco o nada tienen que aportar al análisis del mismo.

      Para poner un marco interpretativo a esta falacia interdisciplinar, permítanme compartirles los

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