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apostamos por el sujeto que es el niño/niña, más allá de las metodologías de interacción, de las temáticas que a esta población aluden, e incluso del objeto de estudio que podría ser la “objetivación” del niño/niña, el modo como se aproxima este sujeto que es el niño/niña, porque el acto de cuestionarse es un acto epistemológico en sí mismo.

      Si bien toda actividad fisioterapéutica es dialógica y relacional, máxime en el caso de la interacción con, por y para los niños/niñas, esta condición básica no parece una condición vinculante para nuestras acciones con estos colectivos. Las vinculaciones en este acto fisioterapéutico, si bien pueden ser meramente técnicas o tecnológicas, no siempre llegan a ser procesos de enriquecimiento mutuo. Para ello basta con pensar en ¿cuál es el acercamiento que hacemos a los preescolares, más allá del desarrollo motor normalizado, blanqueado, aburguesado y, dado todo esto, esperado y esperable?

      ¿Siempre han existido los niños/niñas?

      ¡La Historia de África ha sido contada por el cazador; ya es hora de que sea contada por el leopardo!

      Refrán africano

      El objetivo de este apartado será revisar un modo de leer una historia que sobre las “representaciones” de los niños/niñas se han dado en la historia, para aprovechar, desde este, la posibilidad de desnaturalizar la idea que tenemos los fisioterapeutas, algunos poco seguramente, de que la categoría en mayúscula NIÑO-NIÑA siempre ha estado allí, que estamos hablando de los mismos sujetos de derechos que nos propone la Modernidad.

      Quiero insistir en que son “representaciones” (Alcubierre et al., 2018), dado que “no” son los niños/niñas quienes escriben de sí mismos/as, escribimos “sobre” ellos, los interpelamos en una continua homogenización de ellos/ellas, en la arrogancia hegemónica de que tenemos un único correlato de las infancias.

      Así, fácilmente se podría caer en “la pérdida de los sustantivos críticos” (Santos, 2011), vaciando de sentido la variada y diversa posibilidad de comprender a estos colectivos. Algunos ejemplos pueden observarse en la figura 1.

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      Fuente: elaboración propia con base en datos de Timetoast (2012).

      Con seis años de diferencia, cualquier lector/a desprevenido logrará notar que las categorías que correlacionan a los colectivos de niños/niñas parecen diferir de acuerdo con la fuente que revisan, pero también con la variación que había tenido la revisión histórica del lugar enunciativo de estos ciudadanos, en el tiempo previo al COVID-19.

      Desde la fisioterapia, cuando se hace referencia al concepto de infancia, se alude a una serie de imágenes compartidas socialmente, como niños/niñas de corta edad, la escuela, los juegos de patio, los cuentos infantiles, el aprendizaje, el cuidado paterno y materno (Álvarez, 2011), la televisión, etc.; es decir, una serie de imágenes que forman parte del mapa epistemológico que se comparte colectivamente y que integran este concepto. Sin embargo, estas representaciones sobre la infancia no siempre se han referido a lo mismo, sino que han sido dinámicas en el tiempo, ligadas a los cambios sociales propios de toda sociedad.

      Si bien la formación en fisioterapia realiza un análisis del concepto de niño/niña y se apuesta porque el proceso de interacción con ello empezaría desde el momento de la concepción (embarazo o gestación), vamos descubriendo que las infancias no han existido a lo largo de esta mirada de historia lineal que nos proponen las arqueologías posibles de la categoría. Caminamos, no siempre con tranquilidad, bajo la hipótesis de que las categorías de niñez-infancia o creaturez (si esta última fuese posible) son una “construcción social” (Cortés, 2009).

      Revisemos desde ya esta hipótesis, antes de aludir a los anales de una historia.

      ¿Qué implica que es una construcción?

      Precisemos algunos aportes:

      •Que la niñez ha sido descrita e interpretada desde diferentes posturas, ideas y teorías que implican determinados discursos y prácticas que son producidos y reproducidos por diversas instituciones como los Estados, las Iglesias, las familias, los medios de comunicación y las academias, entre otros, y que tiene implicancias prácticas en la vida y en la relación de los niños/niñas entre sí y con los adultos.

      •Que la infancia no es dada, que requiere para hacer presencia social de otro actor que reconozca su existencia, su diferencia con el estado-condición-situación del que la interpreta.

      •Que la idea de infancia-niñez se construye y se reconstruye, en tanto entran en contradicción o en consonancia las distintas instancias capaces de definirla.

      •Que la construcción puede ser dinámica, pero también puede mantenerse en el tiempo y anquilosarse, darse por univoca y por verdadera.

      •Que los procesos de construcción social se relacionan con los procesos históricos, políticos, sociales y culturales que los anidan.

      •Que cada uno de nosotros tiene un lugar en esa construcción social sobre la infancia (Ministerio de Cultura y Educación-Dirección de Educación Superior, s. f.). Con ellos en mente, declaro que al hablar de la categoría de infancia se está haciendo referencia a una construcción histórica y cultural adultocéntrica, propia de la sociedad moderna, y que, en el caso particular de fisioterapia, parece estar vinculada a una mirada biologista, centrada en el modelo de salud-enfermedad (Lemus, 2010).

      La categoría infancia no es un hecho natural, pero lo hemos naturalizado, como los sostiene Ferré

      La constitución de la niñez como sujeto puede analizarse en la tensión estrecha que se produce entre la intervención adulta y la experiencia del niño/niña, entre lo que se ha denominado la construcción social de la infancia y la historia irrepetible de cada niño/niña, entre la imagen que se da de sí mismo/a y que una sociedad construye para la generación infantil en una época y en un lugar específico, así como la trayectoria individual de quien lo enuncia.

      Una rápida mirada a los acontecimientos históricos y sociales será suficiente para mostrarnos que los niños/niñas han sido testigos fundamentales de los cambios sociales, políticos y económicos, y de las consecuencias que estos cambios han producido en las diferentes épocas y sociedades. Pero la sociedad adulta no los ha reconocido como parte fundamental de sí misma y menos aún como sujeto social. De hecho, proyecta los problemas y situaciones de las infancias a una instancia futura, ¡bajo la falacia de que los niños/niñas son el futuro de los pueblos!

      Los griegos, por ejemplo, que parecen ser los —y digo “los” dado que son hombres, varones, de una elite particular, educados, con capitales— que nos presentan la primera de las acepciones que sobre estas personas se tiene, cobijan la infancia bajo la categoría de “creatura”. De este modo, cuando las mamás daban a luz, le presentaban el bebé al padre, como creador de esta nueva vida.

      Como creaturas eran “dados” por la naturaleza, quien (como fuente de esta vida), en caso de fallo, debía hacerse cargo de este error. Si este nuevo ser era considerado como débil o enfermo, o estaba en condición de discapacidad, podía rechazarlo/a. Estos chicos, en la mayoría de las ciudades griegas, eran abandonados en lugares especiales, adonde acudían otros padres para adoptarlos, pero si no tenían suerte, eran vendidos como esclavos. En Esparta, en cambio, estos niños/niñas eran eliminados, arrojándolos desde lo alto del monte Taigeto (Pigna, 2018), dando clara validez al infanticidio selectivo. Es importante recordar que algunas comunidades indígenas y raizales de Colombia aún tienen esta misma concepción y práctica de gestión ante los fallos de la cría.

      Importa decir que son los griegos, como padres de la filosofía, de las ciencias y las prácticas corporales, quienes también dan un lugar a un corto

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