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del amplio marco de lo que en verdad sucedió: 187 texanos se hicieron fuertes en el Álamo, en desafío a las tropas de Santa Anna, y a la larga fueron derrotados por los mexicanos. En un artículo titulado “Mitos y realidades sobre el Álamo”, Walter Lord ha aclarado gran parte de este incidente.24 Puesto que el mito del Álamo les ha servido a los angloamericanos de justificación principal para sojuzgar al chicano histórica y psicológicamente, es pertinente que vuelva a relatarse brevemente la historia del Álamo.

      La mitología texana presenta a los héroes del Álamo como amantes de la libertad que defendían sus hogares; presuntamente todos eran buenos texanos. En la realidad, dos terceras partes de los defensores habían inmigrado recientemente de Estados Unidos, y solo media docena de ellos llevaba en Texas más de seis años.25 Por otra parte, la moral de los defensores es dudosa. Sobre esto arroja mucha luz la obra Olvídate de El Álamo, de Rafael Trujillo Herrero, a pesar de su parcialidad confesa.26 Trujillo sostiene que Estados Unidos de América fue una nación agresora y que su nombre debe ser cambiado por el de Estados Unidos de Angloamérica. Para él, el uso de “América” simboliza las ambiciones angloamericanas de conquistar todo el hemisferio occidental. Según Trujillo, los hombres del Álamo eran unos aventureros y no los idealistas virtuosos que presentan frecuentemente los historiadores texanos. Trujillo revela que William Barret Travis era un asesino; mató a un hombre que le había hecho proposiciones amorosas a su mujer. En lugar de confesar su crimen, Travis permitió que se juzgara y se condenara a un esclavo por el asesinato, abandonó a su mujer y a sus dos hijos y huyó a Texas. James Bowie era un hombre sin escrúpulos que se había enriquecido en la trata de esclavos y había llegado a Texas en busca de minas perdidas y más dinero. Y el decadente Davey Crockett, legendario ya en su tiempo, guerreaba por el gusto de guerrear. Muchos más de los hombres del Álamo habían llegado a Texas en busca de riquezas y de gloria; los que habían respondido al llamado a las armas de Áustin eran los menos. Estos defensores no eran hombres a quienes pueda clasificarse como pobladores pacíficos que defendían sus hogares.

      El folklor sobre el Álamo rebasa los nombres legendarios de los defensores. Según Walter Lord, está repleto de medias verdades dramáticas que se han aceptado como hechos históricos.27 Se nos ha presentado a los defensores del Álamo como héroes desinteresados que sacrificaron sus vidas para ganar tiempo para sus compañeros de armas. Se nos ha dicho que William Barret Travis advirtió a sus hombres que estaban perdidos y trazó con su espada una raya en el suelo que debían cruzar los que estuviesen dispuestos a luchar hasta el fin. Supuestamente, todos cruzaron la raya, incluyendo a uno que estaba en una camilla y pidió que lo pasaran al lado de los combatientes. La situación sin esperanza y la valentía de los defensores del Álamo han sido dramatizadas en muchas películas de Hollywood.

      La realidad es que el Álamo tenía poco valor estratégico, que sus defensores contaban con que recibirían ayuda y que el Álamo era la mejor fortaleza al oeste del río Misisipi. Si bien se trataba de solo unos 180 hombres, contaban con 21 cañones para enfrentarse a los ocho o diez de los mexicanos. Los angloamericanos eran expertos tiradores y tenían fusiles de 200 metros de alcance; en contraste, los mexicanos estaban mal equipados, insuficientemente entrenados, y armados de mosquetes de poco calibre y de solo 70 metros de alcance. Además, los defensores, escondidos tras las gruesas murallas del Álamo, tenían blancos fáciles en los mexicanos que estaban a campo abierto. O sea, mexicanos inexpertos, mal equipados y mal comidos atacaron a soldados profesionales bien armados. Por último, del estudio de todas las fuentes confiables resulta dudoso que Travis hubiera trazado una raya en la arena. Las mujeres y los no combatientes que sobrevivieron en San Antonio, no hablaron del incidente sino muchos años después, una vez que el cuento se había difundido ampliamente y el mito se había convertido en leyenda. Además, uno de los hombres, Louis Rose, escapó.28

      El cuento más difundido es probablemente el del presunto heroísmo y la última batalla del anciano Davey Crockett que, al final, murió “peleando como un tigre”, matando mexicanos con sus propias manos. Eso es un mito: siete defensores terminaron por rendirse y fueron ejecutados; Crockett fue uno de ellos.29

      La importancia de esos mitos es que han servido para sustentar una falsa superioridad de los anglo-texanos sobre los mexicanos, a quienes se ha presentado como asesinos despiadados y traicioneros. Esta estereotipia condicionó las actitudes angloamericanas hacia los mexicanos y sirvió de racionalización, tanto para la posterior agresión estadounidense contra México, como para el mal trato de los chicanos. Es también significativo que los “defensores” del Álamo cuyos apellidos son hispánicos hayan sido excluidos de la lista de héroes texanos.

      Como ya se ha dicho, el Álamo carecía de valor estratégico militar. Fue una batalla donde dos tontos se enfrascaron en un conflicto inútil. La resistencia de Travis significó para Santa Anna un retraso de solo cuatro días en su plan de campaña, puesto que los mexicanos tomaron San Antonio el 6 de marzo de 1836. Al principio, la defensa del Álamo no tuvo ni siquiera valor propagandístico. Después, el ejército de Houston fue menguándose, abandonándolo muchos voluntarios para acudir en ayuda de sus familias que huían de la avanzada del ejército mexicano. Además, la mayoría de los anglo-texanos no estaban orgullosos del Álamo y sabían que habían sido derrotados malamente. No obstante, a la larga el incidente tuvo como consecuencia la ayuda masiva de Estados Unidos, que envió voluntarios, armas y dinero. El estribillo “Recuerden el Álamo” se convirtió en llamado a las armas para los angloamericanos, tanto en Texas como en Estados Unidos.30

      Con la derrota del Álamo y de la guarnición de Goliad, al sudeste de San Antonio, Santa Anna se hizo dueño de la situación. Persiguió a Sam Houston hasta sacarlo del territorio texano al noroeste del río San Jacinto. Santa Anna se enfrentó a Houston en una escaramuza el 20 de abril de 1836, pero no aprovechó la ventaja que tenía. Pensando que Houston atacaría el 22 de abril, Santa Anna y sus hombres se acomodaron a descansar para la batalla. Los texanos, sin embargo, atacaron el 21 de abril, a la hora de la siesta mexicana. Santa Anna había cometido un error grave: sabiendo que Houston tenía un ejército de mil hombres fue sumamente descuidado en sus precauciones defensivas. El ataque lo pescó totalmente desprevenido. Los gritos de “Recuerden el Álamo” y “Recuerden Goliat” se oían por todas partes.

      Muchos historiadores han recalcado la violencia y la crueldad de los mexicanos en Texas. No hay duda de que en los encuentros con los texanos Santa Anna no daba cuartel; pero por lo general se ha soslayado la violencia de los angloamericanos. La batalla de San Jacinto fue literalmente una matanza de fuerzas mexicanas. Se hicieron pocos prisioneros. A los que se rendían “se les apaleaba y apuñalaba, incluso cuando se encontraban de rodillas. La matanza… se sistematizó: los fusileros texanos se arrodillaron y disparaban continuadamente contra la apretujada masa de soldados mexicanos”.31 Los texanos mataban a los meskins que huían. El conteo final de muertos fue de 630 mexicanos y solo dos texanos.

      La batalla de San Jacinto suscitó bastante orgullo entre los angloamericanos, tanto en Texas como en Estados Unidos. Sin embargo, la viuda de Peggy McCormick, propietaria de los terrenos donde se dio la batalla, mostró con mayor ingenuidad los sentimientos de su raza hacia los mexicanos. “Protestó enérgicamente porque los cientos de cadáveres de mexicanos insepultos desmerecían su propiedad”. Poco después de la batalla pidió a Houston que sacara de sus tierras a “esos mexicanos apestosos”. Houston le contestó: “¡Señora, sus tierras serán famosas en la historia como el lugar clásico donde se obtuvo la gloriosa victoria de San Jacinto!”. La señora replicó: “¡Al diablo con su gloriosa victoria! Llévese sus mexicanos apestosos”. El éxito del sorpresivo ataque de Houston puso fin a la guerra. Santa Anna fue capturado y no tuvo más remedio que firmar la cesión del territorio. En octubre, Houston fue elegido presidente de la República de Texas.32 La victoria en Texas preparó el camino para la guerra entre Estados Unidos y México. Incitó sentimientos antimexicanos y alimentó el nacionalismo de la joven nación angloamericana. Es cierto que oficialmente Estados Unidos se había mantenido neutral, pero en realidad aportó grandes e cantidades de hombres, armas y dinero para sus colegas angloamericanos. Desde luego, no todos los angloamericanos aprobaron la guerra, pero cuando esta se desarrolló muchos respaldaron a los angloamericanos de Texas. La consciencia de la lucha sostenida por los anglo-texanos

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