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quien “le hizo consentir en presentarse en el convento imperial de Santo Domingo de México para que tomara el hábito de la orden, asegurándole que los frailes le recibirían con los brazos abiertos”.[48] Sin embargo, la iniciación de Gregorio López como fraile dominico se suspendió; cuando quiso vestir el hábito los superiores, sin que se conozca la causa, se negaron a concedérselo, y Gregorio regresó a su ermita para seguir llevando la misma vida.[49] De todos modos seguía manteniendo buenas relaciones con los frailes de la orden de predicadores; basta recordar que su Tratado del Apocalipsis que investigamos fue escrito por la petición de fray Juan Cobo, un misionero dominico distinguido, quien trabajó muchos años en China, aprendió el idioma y fue conocido como astrónomo.

      La propuesta general que transciende la obra de Gregorio López era presentar la historia mundial como el desarrollo del diseño de Dios acerca de la humanidad a través de diversas etapas de la historia. El plan cronológico que propone el ermitaño consiste en la superposición de la narrativa apocalíptica en el panorama histórico real conforme el esquema que él mismo elaboró. Según López, los propios acontecimientos del Apocalipsis comienzan con el reinado de Trajano y acaban en los principios del siglo iv, cuando el cristianismo se legaliza por el emperador Constantino y el papa Silvestre ata a Satanás por mil años. Al terminar esos mil años, ya en el siglo xiv, aparecen los pueblos Gog y Magog para entrar en la batalla final con el pueblo de Dios, lo que conlleva al último paso de la historia que, a su vez, anuncia el triunfo de la Nueva Jerusalén celeste, el gozo y la esperanza de todos los cristianos que no habían entrado en avenencia con el mundo caído. Según señalan Josep Ignasi Saranyana y Ana de Zaballa,

      En los escritos de los franciscanos españoles y novohispanos, como en el caso del fray Jerónimo de Mendieta, el optimismo escatológico alcanza su auge y se vuelve una suerte de ideología utópica. Según señala Elsa Cecilia Frost, “lo primero que llama la atención es que Mendieta, en vez de apoyarse en los textos tradicionales, parece rehuirlos”. Mendieta crea

      Gregorio López, al contrario, evita caer en el extremo mostrado por fray Mendieta. Todos los desastres escatológicos descritos en el Apocalipsis, todos los “dragones, bestias y serpientes” llegan a ser objeto de unas explicaciones más atentas, profundas y fundamentadas en la base de múltiples fuentes, tanto religiosas como profanas. Además de eso, cualquier imagen apocalíptica, por más siniestra que sea, se contextualiza y se concretiza históricamente en su contexto concreto. De esta manera López busca un equilibrio interpretativo, evitando tanto el extremo del milenarismo elitista como el de los revolucionarios, convencido de que la mayoría de las profecías apocalípticas ya se habían cumplido en la época tardorromana, dentro del paradigma de la escatología realizada. Más aún, como lo veremos en el libro, el espíritu milenarista se encontrará bastante debilitado en su obra y mayormente se sustituirá por la pasión y por el estudio histórico-concreto.

      El enfoque preterista presupone la percepción de los acontecimientos descritos en el Apocalipsis como las profecías que pertenecen a la historia cristiana de los siglos i-iv y que ya se habían cumplido. Se trata sobre todo de la destrucción del templo hierosolimitano, de le victoria del cristianismo sobre el paganismo, etcétera. El representante más conocido de ese enfoque es el comentarista español Luis Alcázar (1554-1613), por su obra La investigación del sentido arcano en el Apocalipsis (Vestigatio arcanae sensus in Apocalypsi), que fue del gusto de algunos protestantes; conviene destacar que entre las fuentes de su inspiración Alcázar menciona también a Gregorio López, lo cual demuestra la resonancia excepcional de su Tratado de este último autor. No cabe duda de que este enfoque ha mostrado su eficacia porque a pesar de la tentativa de “atar” todas las imágenes del Apocalipsis a los acontecimientos concretos, de todos modos no se quita la perspectiva escatológica común del libro. Así lo vemos en el narrativo de López: todo ya pasó; incluso el “reino milenario” ya pertenece al pasado, sin embargo, el Juicio Final y el surgimiento de la Jerusalén celeste se pospone en el futuro; las fechas del cumplimiento de aquellas profecías nadie las sabe.

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