Скачать книгу

y vulnerable ante ellas al seguir con los ojos tapados. Es increíble la sensación que se siente al no saber qué es lo que va a suceder, qué es lo que expresan sus ojos, su rostro.

      Sentir su cuerpo torturando el mío es una delicia y más aún… sentir su calor. Alimenta mi deseo con sus suspiros, alentando y despertando de nuevo nuestra lujuria. Incansables e inagotables son mis deseos de sentir. Sujeta con una de sus manos mis muñecas; no me resisto. Estoy dispuesta a dejarme hacer. Está claro que no piensa ceder a mis súplicas. Su otra mano acaricia el contorno de mi pecho, lo estruja entre sus dedos pellizcando con picardía mi pezón, para que este se yerga tieso y duro. Juega con él antes de dar paso a su húmeda y hambrienta boca, que lo succiona una y otra vez con verdadera veneración. El movimiento de mis caderas y de todo mi cuerpo parece enfadarle un poco. Quiere que disfrute, pero no quiere dar rienda suelta a mis deseos, sino a los suyos.

      —Tus deseos serán complacidos, Volvoreta —murmura mientras sigue besando mis pezones—. Por eso no debes preocuparte.

      Le necesito dentro de mí. Necesito sentir como mi cuerpo se estremece cuando…

      Me muerdo con rabia los labios. Mi frustración al ver que no cede me enerva la sangre, pero a la vez me mantiene en una febril tensión que por otro lado… ¡me encanta! Es así, he de reconocerlo. Mi cuerpo lucha por sentir y mi mente por controlar mis ansias de poseerle. El fluir de sus caricias y el descenso ardiente de su lengua por mi vientre desata tempestades imposibles de apaciguar. Tiene que soltar mis manos… Síííí. Quiere vencer la distancia que le separa del delicioso néctar que fluye donde su sedienta necesidad quiere aliviar su sed.

      Mis brazos junto a los suyos van descendiendo a ambos lados de mi cuerpo, entrelazando nuestras manos. De este modo, evita soltarme para poder llegar a su objetivo y seguir manteniéndome donde él quiere. La cercanía de su boca, el roce de su cuello en esa parte tan sensible, incita a sentir desesperación... Su lengua continúa descendiendo por mi pubis hasta encontrar el principio de mi hendidura, donde se detiene a jugar. Poco a poco, su boca conquista de nuevo su deseo, ese que tanto anhela y que comienza a disfrutar complaciéndome en todo momento. Doblo mis piernas para que tenga mejor acceso a mi sexo, facilitando el juego excitante de su lengua, que recorre sin pausa cada recoveco y cada pliegue de mi vagina. Disfruto como una loca cada vez que succiona y pervierte a mi sobrestimulado clítoris. El placer es brutal. Los jadeos y suspiros que nacen de nuestras gargantas, y sobre todo de la garganta de Carlos, me confirman que está disfrutando tanto como yo. No puede estarse quieto, no para de moverse entre mis piernas.

      Cuando quiero darme cuenta, me suelta las manos y empuja hacia un lado mis piernas que están flexionadas para que me dé la vuelta. Boca abajo y con los brazos colocados sobre la almohada, se tumba sobre mí entrelazando de nuevo nuestras manos. Su erección me mantiene desconcertada. El calor ardiente que desprende su cuerpo, su olor y su boca pegada a la mía… Deseo de una vez por todas sentirle dentro.

      —Todo tiene su momento, Marian. Me gusta ver lo agitada que estás. Te excita tanto como a mí.

      —Carlos, por favor. Acaba con este tormento. Quiero sentirte dentro, que me hagas tuya, que me poseas… —digo casi extenuada por la elevada excitación a la que me tiene sometida.

      —Esto es un juego, Marian. Te lo recuerdo. Me voy a cobrar con creces lo que me has negado —dice con voz sensual y penetrante, alarmándome.

      Sin esperar un segundo más, una de sus manos recorre mi espalda hasta llegar a mis redondeados glúteos. Se detiene a jugar, a clavar suavemente sus dedos en la turgente carne, continuando por el pliegue y perdiéndose entre mis piernas, suave caricia que me hace estremecer y desear que estas se vuelvan más intensas. Sin demorarse, sus dedos se deslizan en mi interior acelerando, aún más si cabe, mi respiración, agitando mi cuerpo y enardeciendo el deseo. No puedo evitar elevar ligeramente mis caderas facilitándole el acceso a todo lo que quiera de mí. Una dolorosa sensación de deseo tensa todo mi cuerpo obligándome casi a gritar. Hundo mi boca en la almohada intentando sin éxito silenciar un afligido alarido. La sangre bulle por mi cuerpo sin descanso, no hay tregua. Saca sus dedos y los desliza con lentitud por toda la hendidura, de arriba abajo y de abajo arriba. Mi cuerpo tiembla sin parar, a la vez que escucho como respira con dificultad. Es una sensación muy excitante y un deseo tremendamente poderoso. Él tiene el poder y es consciente de que posee la llave del paraíso al que me quiere llevar.

      —Por favor… Por favor…

      —Lo sé, Volvoreta. Lo sé…

      —No puedo más. Quiero tocarte, abrazarte, tenerte dentro de mí ¯suplico.

      Tras mis palabras solo se escuchan nuestras turbadoras respiraciones. Sin pensárselo dos veces vuelve a penetrarme con sus dedos, haciendo que mis caderas se eleven agitadas por la inesperada invasión. No puedo parar de moverme. Mi cuerpo busca y busca ser resarcido de una vez por todas. Si no me da lo que quiero lo voy a buscar con mi cuerpo. Mis caderas siguen moviéndose al ritmo que él marca, pero no me importa, voy a buscar de una vez por todas mi placer.

      Al notar que mi cuerpo comienza a temblar saca los dedos de mi interior sin ningún tipo de contemplación, dejándome al borde del abismo, dejándome al borde de la frustración. Me rebelo e intento darme la vuelta, pero él, muy hábil, se tumba sobre mí obligándome a permanecer quieta.

      —Ya está, Marian… —murmura en un tono más que provocador.

      Sin más demora, busca con su sexo la entrada a mi cuerpo, al templo de su deseo…

      La unión se hace firme y resiste, pese a que mis caderas se mueven con furia. Trata de calmarme.

      —Shhhh. Tranquila…

      Su boca busca mi nuca y se pasea por ella dejando un reguero de atenciones que azotan con contundencia mi afán por culminar, pero me queda la frustración de no poder abrazarle, de no tocarle con mis manos y de acariciarle con mi boca…

      De nuevo, nuestros cuerpos empapados en sudor tiemblan al unísono. Sin más, su calor vuelve a alimentarme de sensaciones divinas y ante lo que evidentemente se avecina… decide parar, darme la vuelta y colocarse sobre mí. La emoción es brutal y más cuando vuelve a penetrarme. Poder abrazarle, tocarle, besarle… No soy capaz de explicarlo con palabras, solo se puede sentir. Nuestros cuerpos se fusionan y se mueven al mismo ritmo. Él entra y sale de mí haciéndome arder en su infierno, en su deseo. Las caricias no cesan y los suspiros acaban siendo gritos ahogados por nuestras bocas al juntarse. El estallido de placer es bestial. Y bárbara es la última envestida en la que culminamos el juego.

      Envueltos en sudor, jadeantes y extenuados, yacemos en la cama.

      Carlos levanta la venda de mis ojos y las lágrimas comienzan a brotar sin remedio. Nuestras miradas se buscan y se encuentran.

      —No quiero que llores, Marian.

      —No lo entiendes… —le digo con voz débil.

      —Lo que no entiendo es cómo te he podido hacer llorar —dice con mirada triste.

      —Lloro por amor, Carlos. Porque necesitaba sentirte, sentirme tuya. Necesitaba ver que seguimos siendo… los mismos.

      —Lo entiendo. Yo… —dice mientras aparta la mirada sin poder sostener la mía—. Quería demostrarte que somos los mismos, que venero tu cuerpo, tu piel, tus labios, tus ojos… ¡Dios! Me es más fácil demostrarte lo que siento hacia ti con caricias y besos que con palabras.

      Se me escapa una sonrisa al escuchar sus palabras y más cuando nuestros ojos se vuelven a encontrar.

      —Ya lo veo. Estabas loco por…

      —Loco por tenerte entre mis brazos, por sentirte y hacerte sentir lo que nunca habías sentido. Te he encontrado más relajada y dispuesta.

      —Había necesidad, Carlos.

      —Los dos necesitábamos que nuestros cuerpos hablaran por nosotros.

      —¡Ja, ja, ja! Tú has hablado perfectamente por los dos. Cogiste el mando y… solo existía tu voluntad.

      Reímos de nuevo.

Скачать книгу