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      Todavía está el coche de Alan en el aparcamiento.

      Monto en mi BMW y me voy a casa.

      —¡Hola chicos! —digo al abrir la puerta mientras doy buena cuenta de lo humedecida que está mi braguita.

      A simple vista parece que no están, pero enseguida aparecen los dos por el pasillo que conduce a las habitaciones.

      —¡Ey! ¡Ya estás aquí! ¡Ja, ja, ja! —dice Andrea al verme.

      —Sí… —sonrío—. Ya soy toda vuestra.

      Andrea me da un fuerte abrazo dejando enseguida paso a Carlos.

      Él me agarra por la cintura e inmediatamente acabo abrazada y devorada por sus labios.

      —Te he echado de menos, Volvoreta.

      —Y yo a ti, Carlos.

      —Andrea y yo lo hemos pasado genial.

      —Ya veo… —le digo embobada ante una de sus más seductoras sonrisas.

      —Hubiera estado mejor si nos hubieras acompañado.

      —Lo sé, pero no podía ser. He tenido una reunión de vital importancia para los intereses de la compañía. Era imprescindible mi presencia.

      —¿Tan indispensable eres para ellos? —Me mira expectante ante mi respuesta mientras rodea mi cintura con sus brazos.

      —No se trata de eso, Carlos. Consiste en que me he currado como una loca posesa ese proyecto. Conozco todos los pormenores, las cifras, todo. La compañía cuenta con un consejo un tanto escéptico y había que convencerles con precisos argumentos para que aceptaran la inversión.

      —Eres una mujer inteligente y con mucho talento. Entiendo que les guste tu forma de trabajar.

      —¿Sabes una cosa? Estoy aprendiendo más de lo que nunca imaginé. Es una fantástica oportunidad la que estoy teniendo.

      —Te veo muy contenta.

      —No lo voy a negar. Lo estoy por varios motivos, pero principalmente por uno.

      En ese momento un pensamiento pasa fugazmente por mi mente: “uno de ellos es por mi empapada braguita”. Me ruborizo.

      —¿Cuál?

      —Vosotros. Necesitaba teneros aquí, conmigo. Que vierais que estoy bien, que esto es lo que me gusta y lo que quiero en mi vida. También quiero que sepas que te necesito a ti, Carlos, más que todo lo que me rodea en este momento. Sin ti, todo esto no tiene sentido para mí. Ya sé que muchas veces he hablado como si quisiese tirar la toalla y regresar a casa. Sé que es cuestión de tiempo que termine adaptándome a todo esto.

      —Marian… —dice con tristeza alejándose de mí.

      Andrea se retira a su habitación al ver que la cosa se pone un poco difícil.

      —Ahora no es el momento. Mañana hablaremos sobre lo nuestro.

      Se vuelve para mirarme.

      —Tienes razón… Ahora no es momento de hablar. Lo haremos mañana. Vamos a disfrutar de la velada que nos tienes preparada —dice con una escueta sonrisa.

      Estamos dispuestos a vivir la noche. Andrea se ha enfundado un bonito y ajustado vestido de corte asimétrico en color verde esmeralda, dejando suelta su abundante melena pelirroja. Una preciosidad de mujer. Carlos lleva unos vaqueros ajustados y una bonita camisa blanca, rematando el conjunto con una americana negra. Y yo me he puesto un bonito vestido ajustado en color negro con una especie de corpiño bien ceñido al cuerpo que realza mis pechos. Las cintas cruzadas de la parte delantera le dan un aire sexi al look. Y cómo no, unos preciosos zapatos que acentúan mi estilizada y algo más delgada figura. Remato el conjunto con una larga trenza despeinada cayendo sobre mi hombro. Voy totalmente diferente a lo que acostumbro. Algo llamativa para mi gusto, pero Tania fue la artífice de este look que por otro lado me resulta algo gótico y me gusta. Mis labios llaman poderosamente la atención por el toque de rojo rubí aterciopelado.

      Esta vez, mi maquillaje es un poco más atrevido que otras veces, pero me apetece. Quiero sorprender a Carlos y creo que lo he conseguido al acentuar mi sonrisa.

      —Estás muy sexi —me dice al oído al mismo tiempo que su juguetona mano resbala por la curvatura de mi trasero—. No te pienso perder de vista en toda la noche. Eres pura tentación, Volvoreta. Me vas a tener toda la velada babeando.

      Le miro un instante con una sonrisa boba hasta que suena el timbre de la casa.

      “¡Qué raro!”, pienso.

      Abandono los brazos de Carlos para ir a abrir la puerta. Miro por la mirilla y veo a mi querido vecino Alex delante de mi puerta.

      “¿Qué querrá?”, me pregunto un tanto extrañada.

      Al abrir, me veo sorprendida por su arrolladora entrada y más sorprendida aún cuando veo que mueve las caderas de forma exagerada a cada paso internándose en mi salón y haciéndose dueño de la situación.

      —¡¡Hooooola, chicos!! ¡Ja, ja, ja! Soy el vecino de Marian. Me llamo Alex —dice proclamando como un loco.

      “¡¡Madre de mi alma!! ¡¡Se ha vuelto loco!! ¡¡Dios!! ¡Parece haberse comido toda la producción anual de plumas! Menudo exagerado…”, digo para mis adentros.

      Alex se va directo hacia Carlos intimidándole con su forma de expresarse y sus ademanes afeminados. Él intenta guardar las distancias, pero Alex no está dispuesto a ceder. Pretende tocarle el trasero a mi chico. ¡Ja, ja, ja! Y Carlos pone una cara de mosqueo de aquí te espero.

      —Alex… —intento llamar su atención—. Estos son Carlos y Andrea.

      —Sí, sí, sí. Ya lo creo, vecinita… ¡Ja, ja, ja! Menos mal que se me ha ocurrido presentarme sin más, sino ya veo que no me hubieras presentado a este diamante en bruto… —dice acariciando el brazo de Carlos y poniendo cara de viciosillo.

      ¡¡Señor!! ¡Ja, ja, ja! ¡¡Se ha vuelto loco!!

      Veo como Andrea disfruta con la situación y como Carlos intenta en todo momento alejarse de las garras de aquel personaje. Porque lo tengo clarísimo, Alex está actuando de esa forma para que Carlos no se moleste porque yo tenga un vecino como amigo. Sabe muy bien que todos los hombres piensan igual: mientras él tenga entre las piernas lo mismo que ellos no se pueden fiar de él. Me parto de risa al verles. Todo un espectáculo… A Carlos comienzan a entrarle los sudores y yo no sé qué hacer con Alex para que le deje tranquilo.

      —Alex, por favor. Te quiero presentar a mi mejor amiga, mi hermana, mi todo. Esta es Andrea.

      Gira la cabeza para mirarla sin soltar a Carlos que lo tiene sujeto por los antebrazos. Se la está jugando. Va a terminar con su paciencia y no quiero ni imaginar cómo puede terminar el asunto. ¡Ja, ja, ja!

      Opto por separarles. Cojo a Alex por el brazo y me lo llevo con Andrea que disfruta del momento con mofa. Él cede ante mi imposición, pero eso sí, sin dejar de lanzar besos y lengüetazos al aire, dedicados exclusivamente a mi chico.

      No puedo contener la risa. Le presento a Andrea y Alex le propina un beso en cada mejilla.

      —Vaya…, pelirroja. Uf… No me gustan las pelirrojas. De morena estarías más mona —dice sin dejar de aletear sus manos por delante de su cara.

      Andrea no deja de reír, aunque parece estar mordiéndose la lengua para no soltar alguna burrada que yo más tarde pueda recriminarle.

      —Encantada, Alex —dice mi amiga apenas sin fuerzas por culpa de la risa.

      —Vamos, Alex. Tenemos que irnos. Tenemos mesa reservada. Ya te veremos y tomaremos algo juntos antes de que regresen a España.

      —Eso espero, mona —dice aleteando de nuevo sus manos esta vez por delante de mi cara.

      Yo estoy que me muero por reír a mis anchas. Si lo

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