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que emerge un mecanismo en mí: “me asusto” y comienzo a buscar explicaciones en mi cabeza como para entender lo que está ocurriendo y, al no encontrarla, comienza a crecer en mí una bola de rabia, como si sintiera que están tocando nuevamente esas heridas de niña y busco defenderme de dos formas; una sintiendo que es injusto y me está afectando como víctima o como teniendo que luchar y pasar po encima de los demás en arrogancia. Al parecer mis sombras: “victimización y la arrogancia”.

      Hace un tiempo, pensando en situaciones en que se veía comprometida la dignidad, recordé a mí hermana y me encontré escribiendo:

      “A ella le cuesta tomar decisiones relacionada con una pareja, si bien ella sabía que él no quería nada serio con ella y estaba sufriendo, ella continuaba con él por miedo a quedarse sola ajustándose a las decisiones que él tomaba. Creo que le falta seguridad en sí misma, confianza en ella para tomar sus propias decisiones.”

      Al verla llorar, débil, sufriendo, y que su pareja no la valora y que no la ve, me duele, pero también me enoja verla resignándose por un poco de amor. Al hablar con ella, la cuestioné desde mi arrogancia como queriendo entregarle algún arma para defenderse y mostrarle que tal vez ni siquiera es amor lo que él estaba dándole, pero en mi conversación interior solo surgía la pregunta ¿cómo ella no es capaz de decidir y confiar en ella y decidir? ¿cómo deja que la pasen a llevar así?

      Pero, en realidad, lo que estaba viendo era mi imagen en el espejo, tenía resonancia directa conmigo y el espacio de mis miedos y faltas de seguridad al sentir que otros toman el poder y espacios de incertidumbre y vulnerabilidad los que no sé habitar y que necesitan ser defendido.

      Se me aparece el miedo como una emoción primaria, como “el origen”. Me parece que aprendí del miedo mucho antes que llegara a este mundo, creo que recibí el miedo de mi madre, de su abandono, de su pena, de sus frustraciones y del desamor vivida por ella mucho antes de mí.

      Al llegar al mundo sentí miedo al abandono, a la falta de compañía, de cuidados, de abrazos, de cariños, de atención, de mimos y seguridad. Creo que aprendí a sentir miedo del miedo y a no saber qué hacer con ellos.

      ¿Cómo siento el miedo? Es helado, es obscuro, se cierra mi campo visual, se agita mi respiración, se inhala incertidumbre, me habita el caos, se cierra mi mente y busca escapar en procura de alguna certeza que me alivie, se cierra mi garganta y no salen palabras, mis pies se agitan, mis manos se inquietan, sudan y luego se paralizan, mi piel se eriza y el estómago se contrae. No hay un orden, muchas veces estuve y he estado frente a él, a veces me paralicé, otras arranqué y en otras me disfracé para no ser vista por él.

      Estuve muchas veces frente al miedo y sigo estándolo, pero hoy lo reconozco, soy capaz de mirarlo de frente y preguntarme ¿qué miedo está apareciendo?

      Algunos ya son conocidos, otros parecieran ser nuevos, pero me miro y los miro con profunda compasión y los abrazo y me abrazo buscando quietud, preguntándome ¿qué posibilidades me estará queriendo entregar? Es una sensación muy nueva, una forma distinta de relacionarme con el miedo, me hace sentir que su poder disminuye y que puedo amigarme con él. “Te miro, te reconozco, te siento y te abrazo”.

      Desde la rabia, mi cuerpo es grande, con un gran orificio en la boca del estómago, ojos pequeños, mi campo visual se cierra, respiración agitada, manos grandes que buscar castigar y cobrar por el daño realizado, siento que debo pasar por encima del otro ganándole y haciéndolo sentir disminuido como lo hacía mi madre cuando nos castigaba y nos golpeaba. Me imagino siendo un león que necesita defenderse.

      Desde aquí, mis juicios están relacionados con “Debo ser más fuerte y pasar por encima de los demás”, “buscar palabras inteligentes que me permitan defenderme” “yo tengo el poder sobre los demás” y termino cobrándoles a los otros lo que yo creo que son sus errores y abandonos.

      Desde la victimización, me parece que busco llamar la atención de los otros a través de la pena que pudieran sentir hacia mí; de esa forma alcanzo su atención y soy vista, creo que en esos momentos mi cuerpo se empequeñece, siento que de alguna manera los otros se acercan a mí. Me digo: “si yo me muestro débil, los otros sentirán pena por mí y me querrán”, ¿si yo he sufrido tanto. cómo no me van a querer?

      Me he visto en discusiones con otras personas preguntándoles, ¿por qué me haces esto?, ¿por qué me abandonas?, ¿hasta cuándo me haces esto?

      Siento que esta sombra me ha resultado en ocasiones y he logrado que los demás estén cerca de mí, pero también he visto que, al final, igual se alejan y pasado un tiempo ya se cansan de la misma historia y similar comportamiento.

      Si pudiera identificar la luz de mi sombra con máscara de victimización, creo que es la resiliencia y la valentía (otras máscaras) que he usado hasta ahora para ser quién estoy siendo y vivir la vida que he tenido, cuidándome a mí misma, manteniéndome a salvo. Y que de alguna forma han servido como la espada y los hilos de Ariadna en la leyenda del Minotauro que me han guiado hasta hoy. Sin embargo, pareciera que hoy esta máscara de victimización ya no está siendo tan cómoda.

      Desde la arrogancia, pareciera que busco ser vista, de cierta manera admirada. Mi mirada está por encima de otros y mi voz es más ronca y rebuscada, como si quisiera mostrarme más inteligente, siento mi cuerpo en contracción. Desde aquí me digo: “habla, no te quedes callada, de lo contrario, no te verán”, “no dejes que el otro te diga que hacer” “yo puedo sola, no necesito a nadie más”, “si pido ayuda, te verás inferior”, “si me muestro débil, me veré indigna”.

      Las acciones que realizo desde aquí tienen relación con el reconocimiento, valoración y la sobre exigencia, como, por ejemplo; tener muchos trabajos y trabajar entre doce y catorce horas y hablar, hablar y no escuchar.

      Acciones que resiento desde mi cuerpo; dolor de espalda, no poder dormir, cansancio extremo; costos que no quiero seguir empeñando.

      Al escuchar mi relato, mis cuentos y mis narrativas hasta aquí, siento que de alguna manera entré en el eterno retorno de Nietzsche en búsqueda de sentido tal como es mencionado por Echeverría interpretando a Nietzsche en “Mi Nietzsche” “los seres humanos se verán confrontados con la necesidad de generar por sí mismos contenidos de sentidos que le serán necesarios para vivir. Sin embargo, estos contenidos de sentidos tendrán inevitablemente a “disiparse”, generando nuevas crisis de sentido” (Echeverría R. , Mi Nietzche, La Filosofía del Devenir y el Emprendimiento, 2013, pág. 212).

      Escuchando mis propias palabras y de alguna manera viéndome atrapada en mi propio laberinto, tal como Teseo aferrado al hilo de Ariadna, deseo diseñarme de otra manera y ser jardinera de mi propio devenir, ¡ya no quiero estar ahí!, quiero tomar el hilo de mis luces ver mis posibilidades y comenzar a ser la creadora de una nueva “YO”, eligiendo una nueva forma de devenir, una nueva forma de diseñar estratégicamente mi identidad. (DEI).

      Hoy quiero contar otra historia de mí misma, quiero tener otra narrativa y tejer nuevos sentidos para mí, quiero tener otros juicios, otro lenguaje y otras acciones, quiero como menciona Echeverría “que de acuerdo con las historias que nos contemos, nos constituimos en distintos observadores y con ello definimos diferentes posibilidades de acción” (Echeverría R. , pág. 186) quiero ser una observadora distinta, una persona distinta, por tanto lo escrito anteriormente, aunque algunas palabras se escuchen como en presente declaro “QUE YA ES PARTE DE MI HISTORIA”.

      Hoy me veo frente a esta desesperación, y puedo pedir ayuda y escuchar mi corazón, conectarme con mi dolor y mis miedos y comprender que, si bien estos no se irán, puedo conectarme con ellos y quedarme un minuto para observar qué está emergiendo en mí.

      Darme cuenta de que no tiene que ver con el ser que tengo en frente, sino que tiene que ver con una relación y conexión conmigo misma,

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