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(Echeverría R. , Por la Senda del Pensar Ontológico. Segunda edición, 2015, pág. 435) surge del pragmatismo y de la corriente filosófica americana y hace referencia a la interacción a conceptos como el Observador, el Sistema, la Acción y Resultados y que es leído de derecha a izquierda.

      El modelo creado por Echeverría busca despertar el desafío de tomarlo como una “Actitud fundamental ante la vida”

      Resultados: Son el producto de nuestras acciones. Cuando miramos estos resultados, nos estamos refiriendo a lo que estamos obteniendo en la vida y en nuestra forma de existir que se generan a partir de la forma que actuamos, desde allí podríamos evaluar nuestro comportamiento y preguntarnos ¿si lo que estamos obteniendo es el tipo de vida que queremos? O tal vez preguntarnos si ¿estamos generando las relaciones qué queremos? O si ¿nos gusta cómo estamos siendo?, por tanto, los resultados que estemos teniendo podría ser un buen indicador para mirarnos y saber si lo que estamos mirando nos inquieta o queremos continuar siendo como estamos siendo.

      Acción: Corresponde a lo que hacemos en cada situación particular. Si deseo entender mis resultados o tal vez modificarlos, debemos aceptar que ellos remiten a las acciones que tanto nosotros como otros realizan. Por otra parte, en las acciones hay cinco determinantes que podría influir en la forma de accionar, entre ellas: predisposición biológica, capacidad de adquirir nuevas plasticidades, tecnologías, factores emocionales, habitualidades.

      Observador: Es la forma como hacemos sentido de lo que acontece. “Se trata de la manera como interpretamos la situación que enfrentamos y las acciones que emprendemos dependen de las interpretaciones que realizamos sobre lo que está sucediendo” (Echeverría R. , Escritos Sobre Aprendizaje: Recopilaciones., 2018, pág. 27).

      Sistema: Los seres Humanos no somos seres individuales, somos seres sociales que convivimos con otros. El ser que somos nos constituimos a partir de la particular forma de insertarnos en el entorno social al cual somos insertos. “la individualidad de cada uno se desarrolla y que lo hace ser el tipo de persona que es, recoge y está marcado por las condiciones históricas y sociales que a cada uno le corresponde vivir” (Echeverría R. , Escritos Sobre APrendizaje: Recopilación., 2018, pág. 29).

      Aprendizaje de primer orden: Aprendizaje, que estando conscientes de que es necesario cambiar acciones para obtener resultados diferentes, decidimos cambiar a nivel de acciones.

      Aprendizaje de Segundo Orden: Estos aprendizajes requieres de un cambio más profundo que solo a nivel de acciones, requiere un cambio a nivel del observador. Se requiere de un cambio a nivel de observador.

      Al mirar estos tres elementos de manera horizontal observamos que los resultados son producidos por acciones y estas suelen condicionarse por el tipo de observador que las realizan y a su vez están condicionado por el sistema en que están insertos, por tanto, para lograr cambio más profundo es necesarios introducir cambios en el sistema en que opera el observador.

      Aprendizaje Transformacional: Este tipo de aprendizaje opera a nivel del observador, pero a niveles de profundidad distinta, en la forma de ser, de devenir y de diseñarse frente a sus sistemas, acciones y resultados que quiere obtener.

      “Cuando el observador evalúa los resultados y le satisfacen, suelen confirmar la validez de su observación y de su actuar y sigue actuando igual.

      Cuando el resultado no le satisface suele tener dos opciones: A pesar de no estar satisfecho sigue actuando igual, o bien busca aprender” (Newfield Consulting, 2019)

      En búsqueda de interpretarme surge en mí, el siguiente perfil unitario:

      Hasta ahora he navegado entre mi historia y estructura, entre emociones, palabras y sensaciones en mi cuerpo.

      Me invito a mirar con ojos de águila la unión de los elementos; mis emociones emergen, mi cuerpo se conmueve y mi mente corre, es como en palabras de Echeverría “los dominios primarios de mi biología o ejes del observador; cuerpo, emoción y lenguaje estuvieran tomados de la mano en todo momento y a cada instante para comprender mi actuar, mi decir y mi sentir en un sistema dado y que dada mi historia y estructura me conforma en la particular observadora que estoy siendo de cierta comprensión coherente”. (Echeverría R. , El Observador y su Mundo, Volumen II, 2010, pág. 162)

      En palabras de O. (Anzorena) en su artículo “Distinciones y características de la práctica del coaching ontológico”, se denomina Estructura de Coherencia a “la relación de interdependencia que se establece entre los dominios del observador y es por esto que en los procesos de cambio más profundos no basta con modificar la interpretación para que la persona esté en condiciones de llevar a la práctica las nuevas acciones, sino que es necesario que se produzca una transformación en la estructura de coherencia, es decir, que podamos producir un desplazamiento en el mismo sentido tanto en la emoción como en la corporalidad, para así poder articular una nueva coherencia en el observador”.

      Así, en búsqueda de mi estructura de coherencia me parece que, dado que me incorporé en un sistema familiar en donde conviví con hechos de pérdidas, abandono, violencia, falta de cuidado, silencios emocionales, vulneraciones sexuales y falta de cuidados por las personas que debían haberme protegido, es que, en mi proceso de constitución de persona, proceso de individualización y con el objetivo de buscar seguridad y resguardo, aprendí a caminar de la mano de distintas luces y sombras.

      Entre ellas aprendí a: encerrarme en mí, a no expresar mis emociones, a vivir en el miedo e inseguridad, a cuidar celosamente lo que creía mío, a callar lo que sentía, a no usar mi palabra para comprender y ser comprendida, como centro de la confianza (Sánchez, 2018), a arrancar del dolor, a sentirme víctima del desamor, a sentirme huérfana en mi soledad, desconectada de mí y de mí cuerpo, a buscar fuera de mí la seguridad, a abandonar y abandonarme, a ser arrogante buscando incansablemente que me vieran, que me valoraran y que me quisieran “como un intento por hallar comprensión y reconocimiento como individuo único y singular por parte de los demás mediante la compasión ajena” tal como menciona Maximiliano Hernández (Hernández, 2018), haciendo de esta búsqueda el sentido de mi vida.

      Me sentí ignorada, con mucha pena y rabia y lo único que me quedó como recurso, fue defenderme del mundo utilizando ciertos patrones, como la victimización y la arrogancia castigadora y cobradora buscando la reparación propia por no ser valorada, que, en palabras de Aristóteles y de manera metafísica “se prefiere sobre todo a sí mismo” mencionada en “La gran moral, capitulo. XXVI (Azcárate, s.f.)” y que frente a la posible ceguera de los demás, pasé por encima, pero que en definitiva no tiene que ver con los otros, sino que con mi propia seguridad.

      Creo que, frente a esos hechos, me transformé en una niña solitaria, asustada e insegura, que no entendía por qué ocurrían las cosas y que hoy frente a situaciones parecidas me siento amenazada siendo la misma niña en cuerpo de adulta, diciéndome a mí misma “otra vez estás frente al abandono, al desamor, falta de cuidado y desvalorización” “no me están viendo” “me están ignorando”, “me van a abandonar”, “me van a traicionar” “mi dignidad está vulnerada”.

      Me asusto, me da miedo y siento que debo defenderme y arrancar del dolor lo más rápido posible para no volver al eterno retorno. Es quizás como afirma D. Goleman en 1966 (Golemam, s.f.)cuando hace referencia a “El secuestro de la amígdala en la inteligencia emocional: ¿por qué puede importar más que el IQ? Como “respuesta emocional inmediatas y abrumadoras, y fuera de toda medida con el estímulo real, ya que ha realizado una amenaza emocional mucho más significativa”.

      Es como si mi cerebro emocional o amígdala recibiera un estímulo desde el tálamo que coincide con alguno de mis recuerdos o emociones pasadas y me indicará que es una amenaza, una lucha, situación de vuelo o congelamiento, activándose mi eje Hipotálico -hipófisis -suprarrenal y secuestrara a mi cerebro racional y actúo como si solo necesitara defenderme y arrancar, como una forma de defender mi libertad y valor en igualdad con otros, validándome y otorgándome valor a mí misma, el cuál

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