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Nosotros los anarquistas. Stuart Christie
Читать онлайн.Название Nosotros los anarquistas
Год выпуска 0
isbn 9788437083155
Автор произведения Stuart Christie
Жанр Документальная литература
Серия Historia
Издательство Bookwire
La Unión Socialista General de Trabajadores, dirigida por Largo Caballero, en esa época era mucho más grande que la CNT. En febrero de 1916 tenía 76.304 militantes y en marzo de 1917 ya contaba con 99.530. Después del desastroso fracaso de una huelga política general en apoyo de un movimiento asambleario de clase media en agosto de 1917 y de la posterior represión violenta, los socialistas quedaron traumatizados y renunciaron formalmente a toda pretensión y aspiración política radical. A finales de 1917, se había convertido en un sindicato socialdemócrata claramente reformista comprometido a trabajar en el marco de los parámetros legales fijados por el Estado. A los ojos de los trabajadores y campesinos de España, la burguesía liberal, los socialistas parlamentarios y los sindicalistas colaboracionistas de clase perdieron toda su credibilidad. Habían demostrado ser incapaces de solucionar los problemas sociales y económicos que afectaban al pueblo español, especialmente la cuestión crucial de la tierra. El argumento anarquista de que esos problemas no podían resolverse en el marco del sistema ganó mayor credibilidad. En una situación tan polarizada, la única fuerza capaz de hacer frente a una clase gobernante cohesionada e intransigente era la formada por los trabajadores y campesinos de la revolucionaria y anarcosindicalista CNT. Las masas de pobres empezaron a reunirse entorno a sus banderas rojas y negras.
En el invierno de 1918, se organizó en Barcelona un Congreso Nacional de Grupos Anarquistas para discutir su relación con la CNT. Al mismo asistieron delegados de todas las regiones de España. El congreso, dirigido por un delegado del Comité Nacional de la CNT, recalcó la necesidad de una mayor implicación anarquista en el movimiento sindical, especialmente en los comités. Hasta este momento, muchos anarquistas se habían mantenido al margen de la CNT, y los que desempeñaban un papel activo en el sindicato evitaban deliberadamente los puestos de responsabilidad. Después de muchas discusiones, los grupos anarquistas optaron por la entrada masiva en la CNT, decisión que tuvo un tremendo impacto en el desarrollo político de la CNT.
El empujón que el anarcosindicalismo recibió había estado precedido por un fuerte impulso ese mismo verano en el Congreso Regional de la poderosa CNT catalana en Sants (28 de junio-1 de julio de 1918). Fue entonces cuando la CNT comenzó a madurar como sindicato anarcosindicalista. Este congreso, que representaba a cerca de 74.000 trabajadores (alrededor del 30 por ciento obreros catalanes) decidió sustituir su estructura tradicional de unión de artesanos por la del Sindicato Único, el tipo de sindicato industrial que reunía a todos los oficios de la misma industria. Esos sindicatos industriales se organizaron en federaciones locales, de distrito y regionales. Organizándose industrialmente, pretendían sentar las bases de una nueva sociedad den tro de la estructura de la vieja. Las sedes de la CNT no se reservaron exclusivamente para los asuntos del sindicato; se convirtieron en centros comunitarios sociales y culturales en donde se fundaron escuelas gratuitas en la línea de las escuelas Ferrer para enseñar materias tan diversas como esperanto, vegetarianismo, medicina naturista, control de natalidad y emancipación femenina.
El congreso de Sants también decidió abolir las cuotas argumentando que fomentaban la burocracia, la cautela y un mayor interés por cuestiones insignificantes. El único cargo que cobraba en el Comité Regional Catalán del Sindicato, tal como se llamaba a la CNT catalana, era el secretario. También se acordó organizar un programa de reclutamiento y de propaganda anarcosindicalista a escala nacional que, dado el ambiente revolucionario de la época, tuvo un éxito arrollador. En el sur agrícola, las asociaciones de trabajadores de la industria y de campesinos se afiliaron en bloque. A finales de año, la CNT presumía de tener 345.000 miembros. El estado respondió encarcelando a los propagandistas de la CNT e ilegalizando de nuevo al sindicato.
Fue, sin embargo, una importante huelga de principios de 1919 lo que dio a la CNT la victoria industrial que necesitaba para consolidar su reputación de sindicato más combativo y más grande de España. En enero de 1919, la dirección canadiense de la compañía eléctrica redujo los salarios de un grupo de trabajadores sin previo aviso. Cuando ocho empleados que protestaron por la arbitrariedad de la medida de la dirección fueron sumariamente despedidos, la CNT convocó a sus miembros a una huelga que tendría lugar el 4 de febrero. La huelga «canadiense», tal como se denominó al conflicto, rápidamente dejó de ser una serie de huelgas solidarias esporádicas para convertirse en una impresionante huelga general de alcance local el 21 de febrero. Al quedar Barcelona sin electricidad, las autoridades declararon el estado de sitio y llamaron al ejército. Detuvieron a muchos líderes sindicalistas. La disputa acabó con la victoria del sindicato el 19 de marzo, fecha en que los empresarios cedieron y readmitieron a los trabajadores despedidos, y accedieron a pagar una parte de los salarios perdidos. El gobierno de Romanones, por su parte, soltó a algunos de los presos de la CNT y, el 3 de abril introdujo la jornada de ocho horas. Notando su debilidad, la CNT reemprendió la huelga para obligar al gobierno a liberar al resto de los presos. Las autoridades respondieron obligando a Romanones a dimitir e iniciando una masiva campaña de represión contra la CNT en Barcelona, campaña que duró desde abril hasta agosto de 1919. La perniciosa tensión en la ciudad no se aplacó hasta finales de 1923 y principios de 1924.
Con posterioridad a la sangrienta represión de Barcelona, la CNT celebró su segundo Congreso Nacional en el teatro La Comedia de Madrid en diciembre de 1919. Para entonces, la CNT contaba con 715.000 miembros, aproximadamente el triple que la UGT.[5] De la cifra total, 427.000 eran trabajadores industriales catalanes; 132.000 del Levante; 90.000 de Andalucía y Extremadura; 28.000 de Galicia; 24.000 del País Vasco; 26.000 de las dos Castillas; y 15.000 de Aragón. Es posible que fuera la influencia de la gran cantidad de andaluces y extremeños –trabajadores que experimentaban el duro poder del capitalismo todos los días de sus vidas, y que vivían y trabajaban en condiciones de extrema pobreza, víctimas de la arbitraria justicia de clase de los terratenientes y sus representantes– lo que inclinó la balanza de en el seno de la CNT hacia la posición anarquista revolucionaria.
Con independencia del origen o la causa, el ambiente revolucionario e intransigente de las bases de la CNT en 1919, especialmente entre los agricultores del sur, se reflejó en las importantes resoluciones aprobadas por el congreso. Resoluciones que confirmaron que la CNT era una organización anarcosindicalista imbuida del espíritu de la Alianza y que se hacía eco de la meta fijada en los congresos de Saint Imier y Córdoba de la Primera Internacional celebrados cuarenta y siete años antes, en 1872 –¡el comunismo libertario!
Al congreso: –Los delegados abajo firmantes, conscientes de que la tendencia con más fuerza manifestada en las organizaciones de trabajadores de todos los países es la que busca la liberación completa, profunda y absoluta de la humanidad en términos morales, económicos y políticos, y considerando que esa meta no podrá conseguirse hasta que las tierras, los medios de producción y los mercados se socialicen y el arrogante poder del Estado se desvanezca, sugieren al congreso que, de acuerdo con los postulados esenciales de la Primera Internacional de Trabajadores, declare que el objetivo fijado de la CNT en España es el comunismo anarquista.[6]
El Congreso Nacional de La Comedia también decidió adoptar las reformas estructurales introducidas por la CNT catalana el año anterior. Igual que en Cataluña, la sensibilidad respecto a los peligros de oligarquización y el deseo de garantizar la mínima tensión entre los líderes y las bases de la organización, llevaron al Congreso a decidir que sólo los secretarios de la Federaciones Regionales y el secretario del Comité Nacional cobrarían un salario. Todos los demás miembros de los comités nacionales y regionales y los que desempeñasen cargos de responsabilidad en el movimiento se verían obligados a continuar desempeñando su oficio para ganarse la vida. Para facilitar las cosas, el Congreso decidió que todo el Comité Nacional fuese reclutado de entre la militancia confederal de una determinada región. Siempre, excepto durante los primeros años de la dictadura