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El judaísmo y la literatura occidental. Lourdes Celina Vázquez Parada
Читать онлайн.Название El judaísmo y la literatura occidental
Год выпуска 0
isbn 9786074508604
Автор произведения Lourdes Celina Vázquez Parada
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Agradecemos las aportaciones y sugerencias del Rabino Joshua Kullock, Sayri Karp, Felipe Herzenborn y Gabriel Gómez López, así como a la Universidad de Guadalajara que nos concedió una estancia sabática en Alemania para desarrollar y concluir esta investigación.
Lindau, Bodensee Primavera del 2012
Notas
1 Küng, Hans, El judaísmo, 4ª. edición, Trotta, Madrid, 2004, p. 35.
2 Ibid.
3 Jewish People Policy Planning Institute. www.cidipal.org
4 Küng, op. cit., p. 35.
5 Ibid.
6 Heinrich Heine, El rabino de Bacharach, Mirasol, México, 1940.
7 Joseph Roth, Job, Cal y Arena, México, 2001.
CAPÍTULO I
La cultura árabe-judía de la Edad Media
Desde los siglos viii al xii la cultura árabe-judía de la península ibérica y del Medio Oriente se encontraba mucho más desarrollada que la cristiana en el norte de Europa. Antes que los occidentales, los árabes asimilaron la cultura grecolatina. En el siglo x, por ejemplo, la vida cultural en Córdoba y Sevilla era más intensa que en Burgos, ciudad de residencia de los reyes católicos de España; en la región musulmana de Andalucía florecía la cultura como en ninguna otra parte del Mediterráneo. Ya entonces el mundo admiraba la famosa mezquita de Córdoba, compuesta por un inmenso bosque de columnas sobre las cuales se apoyan numerosas bóvedas. En el occidente cristiano del siglo viii nadie sabía construir arcos y bóvedas, por eso Carlomagno mandó traer alarifes de Andalucía para levantar su palacio. En el siglo xiii, Santo Tomás de Aquino escribió la obra fundamental de la filosofía escolástica, Summa Teológica, basándose en traducciones de la filosofía griega que se habían realizado del griego al árabe, y del árabe al latín. De gran importancia fueron para él las obras del filósofo árabe de Andalucía del siglo xii que nosotros conocemos como Averroes, y los árabes como Ibn Rushd. A este gran pensador corresponde el mérito de haber difundido la filosofía de Aristóteles en el mundo árabe. Los filósofos cristianos de la Edad Media lo acusaron de incrédulo y a veces, incluso, de ateo. En el siglo xix, el famoso autor de La vida de Jesús (1863), Ernest Renan, afirma en su libro Averroes y el averroísmo (1852) que no hay ninguna duda de la ortodoxia musulmana del pensador cordobés,1 pero a él no le interesa la religiosidad de Averroes, sino su riguroso racionalismo.
La visión de Ikram Antaki
En 1994 la escritora mexicana de origen sirio, Ikram Antaki, publicó un libro sobre Averroes y su contemporáneo judío Maimónides con el título El espíritu de Córdoba. Visión novelada de la cultura árabe-judía y su profunda concepción del hombre y del mundo.2 Este libro se conforma de diálogos ficticios entre Maimónides y un discípulo de Averroes, del cual dice:
Su doctrina era la de Aristóteles, modificada por los neoplatónicos, quiero decir que vio al gran griego a través del prisma de los comentadores neoplatónicos... desde el siglo x había varias traducciones en árabe de las obras de Aristóteles. Descubriéndolo, supo que había encontrado el camino de la filosofía auténtica, casado con el racionalismo científico... había rechazado, desde su primera juventud, la teología apologética que consideraba arbitraria e incierta, y había tratado de dar la imagen más completa posible del universo de la razón. El aristotelismo fue para él un método más que una doctrina.3
Ibn Rushd o Averroes era un gran admirador de la cultura griega y creía que “nada digno de atención” podía ser agregado a ella. Ikram Antaki describe cómo la filosofía tomó la forma de un sistema que compite con la religión y da “los mismos servicios, pasando por las vías de la razón, de responder a las cuestiones del sentido de la existencia,…”4 Al discípulo de Averroes, la autora hace decir que “la religión es la principal fuente de conflicto y de opresión en las sociedades, y la discriminación de un lado o de otro es un dato permanente e inherente al corazón humano”5. Son los iluminados puros quienes atizan el fanatismo, razón por la cual el discípulo de Averroes exclama: “¡Que el cielo nos proteja de los Santos!”6, ya que para él la santidad es “terrible, detestable y dañina”.7
Los regímenes islámicos de esta época fueron por lo general tolerantes y no oprimían a cristianos ni judíos; pero a Maimónides le tocó en su juventud una persecución de los judíos de Andalucía que lo obligó a emigrar a Marruecos y luego a Egipto. Su amigo le explica: “El Islam era una religión igualitaria, funcionando en el seno de una sociedad igualitaria, ésta que surgió en la Península. La igualdad es fácil en la pobreza, no así en la riqueza”.8 Los gobernantes de Andalucía, sintiéndose más débiles, querían aumentar su poder y presionaban a los judíos para que se convirtieran.
La intolerancia creció y muchos exigieron un Islam puro sin influencia de otras culturas. No vieron que los países musulmanes eran grandes y poderosos debido a las aportaciones científicas de otras culturas, sobre todo la griega. Sería absurdo exigir, señala Ikram Antaki, “la pacificación y vuelta a los fundamentos. ¿De qué pureza hablan? ¡Pobres tontos! Tendrían que volver a sus tiendas, en un desierto de Arabia, ya que todo lo demás es ajeno.”9 La presión de los puristas y fanáticos se hizo cada vez mayor, y esto ocasionó que a partir del siglo xii la cultura árabe musulmana entrara en decadencia. Los musulmanes fueron expulsados de la península ibérica y la cultura cristiana empezó a florecer y a superar al Islam, que perdió su liderazgo en el mundo.
Para el discípulo de Averroes, la civilización árabe no existía. La consideraba una amalgama de grandes culturas de la época que cabía en “un tonel inmenso: el genio matemático de los hindúes, la tecnología de los chinos, la administración de los bizantinos, el inmenso poder artístico de los persas... La filosofía y la ciencia de los griegos fueron comidas tragadas”.q Cuando los árabes se olvidaron de estos conocimientos fueron absorbidos por los cristianos medievales y por los judíos del norte. En El espíritu de Córdoba, de acuerdo con Antaki, Maimónides pregunta a su amigo “¿Cómo serán los judíos que viven en el norte? ¿Acaso entenderán esta cultura judeo-árabe nacida de nuestro encuentro?” Éste le contesta: “Son más bárbaros y más primitivos. Su pasado es menos refinado, su memoria es poco gloriosa. No entenderán.”w