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Traducción María Cóndor, Editorial Siruela, Colección El Ojo del Tiempo, Madrid, 2ª. ed. 2008, pp. 111-112.

      Introducción

      En la historia y la crítica literarias, cuando clasificamos las obras solemos hablar de literatura hebrea, griega, latina o árabe, y no de literatura judía, cristiana o musulmana, porque lo hacemos según criterios lingüísticos o nacionales, y no a partir de las creencias religiosas de los autores. Sin embargo, la religión tiene muchas veces un fuerte impacto en la literatura, de manera que hasta los mismos libros sagrados (la Biblia, la Torá o el Corán, etc.), son considerados obras maestras de la literatura universal.

      La clasificación de obras literarias también puede hacerse distinguiendo la época en que fueron escritas: literatura clásica, medieval o moderna. Esto no deja de presentar ciertos problemas: por ejemplo, el filósofo Séneca, quien escribió en latín y era originario de la península ibérica, es considerado representante de la cultura española, no obstante que España y la lengua española aún no existían en la época romana. Tampoco tiene sentido incluir en la literatura nacional italiana a Virgilio, Horacio y Cicerón ya que la lengua italiana, al igual que la castellana, apenas se estaba formando en la Edad Media.

      Durante la época medieval, el hebreo y el latín se convirtieron en lenguas clásicas que poco a poco fueron dejando de usarse en la vida cotidiana. Los escritores empezaron a escribir paulatinamente en lenguas vulgares, como Dante Alighieri, quien utilizó el toscano en su Divina Comedia, lengua que gradualmente se convirtió en la italiana. En esta época el latín fue, más que una lengua literaria, la lengua de los eruditos. Las grandes obras de la literatura son cantares de gesta y novelas cortesanas escritas en un castellano, francés o alemán que hoy día difícilmente podríamos entender. Los teólogos, filósofos y científicos seguían utilizando el latín porque no encontraban términos científicos adecuados en las lenguas vulgares que apenas se estaban formando. Esto explica el porqué autores tan importantes como el teólogo Tomás de Aquino escribieron su obra en latín.

      Sea como fuere, el ser judío se ha venido definiendo a lo largo de la historia a través de las obras de sus grandes filósofos, teólogos y literatos. Por esta razón, el propósito de este libro es estudiar la cultura judía moderna (cuyas raíces encontramos en el siglo xix) y sus aportaciones a la cultura occidental a través de la literatura. Nos interesa en primer lugar la obra de autores judíos que han tenido fuerte presencia en la cultura de Europa occidental, Estados Unidos e Hispanoamérica, pero incluimos también obras de autores escritas en yiddish que han sido traducidas y difundidas en otras lenguas como el alemán, francés, inglés y español.

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