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El judaísmo y la literatura occidental. Lourdes Celina Vázquez Parada
Читать онлайн.Название El judaísmo y la literatura occidental
Год выпуска 0
isbn 9786074508604
Автор произведения Lourdes Celina Vázquez Parada
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
7 Mordecai Kaplan, La Civilización de Israel en la vida moderna, Ed. Mario Saban, s. l. 2006, pp. 36-38.
8 George Steiner, op cit., p. 112.
9 Citado en: Paul Mendes-Flohr, Encrucijadas en la Modernidad, p. 15.
q Edmond Jabès, El libro de las preguntas, Ed. Siruela, Madrid 2006, p. 126.
Introducción
En la historia y la crítica literarias, cuando clasificamos las obras solemos hablar de literatura hebrea, griega, latina o árabe, y no de literatura judía, cristiana o musulmana, porque lo hacemos según criterios lingüísticos o nacionales, y no a partir de las creencias religiosas de los autores. Sin embargo, la religión tiene muchas veces un fuerte impacto en la literatura, de manera que hasta los mismos libros sagrados (la Biblia, la Torá o el Corán, etc.), son considerados obras maestras de la literatura universal.
La clasificación de obras literarias también puede hacerse distinguiendo la época en que fueron escritas: literatura clásica, medieval o moderna. Esto no deja de presentar ciertos problemas: por ejemplo, el filósofo Séneca, quien escribió en latín y era originario de la península ibérica, es considerado representante de la cultura española, no obstante que España y la lengua española aún no existían en la época romana. Tampoco tiene sentido incluir en la literatura nacional italiana a Virgilio, Horacio y Cicerón ya que la lengua italiana, al igual que la castellana, apenas se estaba formando en la Edad Media.
Durante la época medieval, el hebreo y el latín se convirtieron en lenguas clásicas que poco a poco fueron dejando de usarse en la vida cotidiana. Los escritores empezaron a escribir paulatinamente en lenguas vulgares, como Dante Alighieri, quien utilizó el toscano en su Divina Comedia, lengua que gradualmente se convirtió en la italiana. En esta época el latín fue, más que una lengua literaria, la lengua de los eruditos. Las grandes obras de la literatura son cantares de gesta y novelas cortesanas escritas en un castellano, francés o alemán que hoy día difícilmente podríamos entender. Los teólogos, filósofos y científicos seguían utilizando el latín porque no encontraban términos científicos adecuados en las lenguas vulgares que apenas se estaban formando. Esto explica el porqué autores tan importantes como el teólogo Tomás de Aquino escribieron su obra en latín.
En la antigüedad los judíos fueron un pueblo que contaba con un territorio, lengua y cultura propias, pero ya desde la época romana se vieron obligados a dejar Palestina y dispersarse por todo el mundo; conservaron el hebreo como lengua culta, pero adoptaron las lenguas de los pueblos entre los cuales vivieron y en los cuales se integraron como minorías. Un ejemplo importante es el egipcio Sa’adia ben Yosef (882-942), quien fue precursor de Maimónides y suprema autoridad de los judíos de su tiempo, y tradujo la Torá al árabe.1 Para los judíos del Medioevo, el hebreo tenía la misma importancia que para los europeos el latín, porque sólo una minoría de intelectuales dominaba las lenguas clásicas. Cuando la Inquisición los expulsó de España en el siglo xvi conservaron el ladino o español de la época, en su exilio en los países orientales del Mediterráneo. Elias Canetti, quien nació en Bulgaria, cita en su autobiografía, escrita en alemán, algunos versos en ladino que aprendió en su infancia. De igual forma, los judíos alemanes que se vieron obligados a buscar nuevos hogares en el este de Europa conservaron el alemán, que luego se convirtió en un idioma propio llamado yiddish, y que podríamos considerar como una variante del alemán. La literatura escrita en yiddish es auténticamente judía porque sólo los judíos utilizaron este idioma; lo mismo podemos decir de la literatura del nuevo Estado de Israel escrita en hebreo moderno. Pero el gran problema del pueblo judío es que la mayoría no se expresa en un solo idioma que los identifique entre sí.
Nos enfrentamos ahora a la dificultad de aclarar lo que Hans Küng llama el “enigma del judaísmo”.2 Este teólogo católico siente un profundo respeto por la religión judía porque allí se encuentran las raíces del cristianismo. Para él es difícil definir los rasgos esenciales del judaísmo ya que, en estricto sentido, no se puede hablar de un pueblo judío en la actualidad. El Antiguo Testamento narra una historia continua hasta antes del nacimiento de Cristo; posteriormente, durante la ocupación romana de Judea se dan dos rebeliones en contra de estas fuerzas. En el año 135 el emperador Adriano convirtió Jerusalén en una ciudad pagana, prohibió a los judíos vivir allí y éstos se vieron obligados a emigrar a diferentes partes del mundo. En el siglo xvi, los judíos españoles y portugueses fueron expulsados de la península ibérica, por lo cual, y desde entonces, ya no podemos hablar en estricto sentido de un pueblo judío, señala Küng.
Actualmente la población judía en el mundo es de 13.2 millones de personas, de las cuales Israel alberga el 41%, cantidad similar a la que habita en los Estados Unidos de Norteamérica (5.7 millones) donde conforman sólo el 1.82% de la población.3 Los judíos de hoy adoptan la nacionalidad de los países en los cuales viven: son estadounidenses, ingleses, franceses, alemanes, árabes o iraníes, y judíos a la vez, ya que la ciudadanía se ha independizado de las creencias religiosas y de la pertenencia a un pueblo o una etnia. No forman una comunidad lingüística porque, con excepción del nuevo Estado de Israel, la lengua hebrea del Antiguo Testamento es una lengua clásica que dominan los eruditos, pero que no se usa en la vida cotidiana; el yiddish y el ladino, aunque son lenguas propias, no las dominan todos los judíos. Tampoco se puede hablar de una raza judía como hicieron los nacionalsocialistas, ya que los judíos del Antiguo Testamento eran semitas. Hans Küng explica que
desde las postrimerías de la época romana, personas provenientes de todas las tribus y pueblos imaginables se hicieron judíos mediante matrimonio y conversión. Algunos judíos orientales descienden, por ejemplo, de la etnia turca de los kasares; y otros de los falasha negros de Etiopía, por lo que el actual Israel se ha convertido en un Estado plurirracial con ciudadanos sumamente diversos en cuanto al color de la piel, el pelo y de los ojos.4
La religión queda entonces como único rasgo unificador; pero hay judíos que se mantienen al margen de la vida religiosa o sencillamente no creen en Dios. ¿Cuál es entonces la esencia del “ser judío”? Küng define a los judíos como una “enigmática comunidad de experiencias” o “de destino”5 que comparte una historia común. La construcción del nuevo Estado de Israel ha sido una experiencia atractiva para mucha gente que ha querido crearse una nueva existencia. Incluso se sospecha que algunos rusos que emigraron a Palestina no eran en realidad judíos, sino personas que simplemente buscaban una mejor situación económica fuera de su país.
Sea como fuere, el ser judío se ha venido definiendo a lo largo de la historia a través de las obras de sus grandes filósofos, teólogos y literatos. Por esta razón, el propósito de este libro es estudiar la cultura judía moderna (cuyas raíces encontramos en el siglo xix) y sus aportaciones a la cultura occidental a través de la literatura. Nos interesa en primer lugar la obra de autores judíos que han tenido fuerte presencia en la cultura de Europa occidental, Estados Unidos e Hispanoamérica, pero incluimos también obras de autores escritas en yiddish que han sido traducidas y difundidas en otras lenguas como el alemán, francés, inglés y español.
Ejemplo de ello es la obra de Isaac Bashevis Singer, figura central de la literatura judía del siglo xx. Isaac Singer escribió su obra en Polonia y Estados Unidos, en