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las universidades como el “lazo de unión” entre el pasado y el presente, y aun como parte de un largo proceso civilizatorio, como la continuidad institucional de aspiraciones nacionales y locales que fortalecen su identidad, sus misiones y funciones en la vida social, económica, política y cultural.2 En la retórica oficial, institucional y política, se suele afirmar con frecuencia que antes de la formación de los países modernos (vale decir, de las repúblicas y los modernos Estados nacionales, formados entre los siglos XVIII y XIX), muchas universidades ya estaban ahí, en formas primarias, participando en la configuración de las propias sociedades locales. ¿Es posible sostener esa afirmación de continuidad? ¿Qué papel juegan los “mitos fundacionales” en la construcción histórica de las universidades? ¿Cuáles son los momentos de ruptura y de “reinvención” de la universidad? ¿Cómo se adaptan las universidades a los cambiantes contextos sociales? ¿Cómo y por qué se convierten en “objetos” de la acción de los gobiernos?

      DIMENSIONES Y PERSPECTIVAS DE UNA INSTITUCIÓN COMPLEJA

      Es común que, en la bibliografía especializada acerca del tema, se distingan dos formas de abordaje de la sociología histórica de las universidades (Collins, 1996; Clark y Neave, 1992). Una afirma la tesis de que la historia institucional de las universidades consiste básicamente en la historia de las disciplinas, las profesiones y las escuelas que le dieron origen, identidad y trayectoria. La otra perspectiva afirma que la “invención” de la universidad significó la transformación sustancial de las formas de organización, legitimación y representación de los saberes técnicos, humanistas y científicos, lo que imprimió a la autonomía intelectual y académica de las disciplinas una autonomía ampliada de carácter institucional. Esta historia de tensiones autonómicas entre la institución y las disciplinas, entre legos, sabios y eruditos, fue formulada con toda claridad por Kant en su célebre texto “El conflicto de las Facultades”, publicado originalmente en 1794.

      Estas dos perspectivas, sin embargo, bien vistas, son complementarias. La sociología histórica de las universidades es deudora de la sociología histórica de las disciplinas y de las profesiones. Así como la figura de la universidad no se reduce a la historia de sus funcionarios y burocracias ni a sus relaciones con el poder eclesiástico, monárquico o estatal, la historia de las disciplinas tampoco ocurre en entornos socioinstitucionales vacíos o en ausencia de tensiones y conflictos con nuevos saberes y con otras disciplinas. Aunque la medicina, la jurisprudencia, la astronomía o la filosofía son disciplinas cuyos orígenes son anteriores a la universidad, es cuando surge esta nueva institución en el siglo XII que esas mismas disciplinas se reorganizan con nuevas reglas, actores y relaciones de poder.

      Así, es pertinente reconocer que las relaciones de las universidades con sus entornos socioinstitucionales son histórica y sociológicamente complejas. En el caso hispanoamericano, lo fueron tanto en la época colonial como en la era de la independencia y la constitución de las repúblicas latinoamericanas, y lo son en la época moderna y contemporánea. Esa complejidad puede ser analizada en tres grandes dimensiones: la histórica, la política y la sociológica. La primera implica un esfuerzo de reconstrucción de la peculiar configuración de las universidades, al atender sus orígenes, contextos, relatos y trayectorias. En particular, implica un análisis diacrónico que permita distinguir los distintos periodos, ciclos o etapas, sus rupturas y continuidades, sus tradiciones, símbolos, principios articuladores, momentos de cambio, ambigüedades y tensiones. La dimensión política tiene que ver con las relaciones de poder que establece la universidad con sus entornos, un vínculo “interno” y otro “externo”, que permite apreciar el papel de la universidad como un espacio donde confluyen de manera conflictiva la lógica del saber y la del poder. Finalmente, la dimensión sociológica supone el análisis de las representaciones sociales de la universidad en los entornos locales y nacionales, su importancia en la generalización de las prácticas académicas y en la formación de las creencias, los deseos, los imaginarios y las expectativas sociales de los grupos y estratos que se relacionan con la universidad, como un mecanismo de acceso legítimo a la distribución de los capitales simbólicos (grados, títulos, reconocimientos) que provee la propia universidad a sus miembros.

      Estas preguntas, dimensiones y perspectivas de análisis acerca de las universidades latinoamericanas tienen que ver con comportamientos sociales e institucionales que no surgieron en el vacío histórico, social o político. Son la expresión de intereses, prácticas, ideas y valores fuertemente arraigados en los diferentes contextos nacionales, que proveen de cierto sentido de continuidad y de cambio, a veces de ruptura, a la propia figura de la universidad. ¿Cómo se forman esos valores, ideas e intereses? ¿De qué manera articulan el “sentido” institucional universitario? ¿Qué tipo de comportamientos socioinstitucionales se derivan de las formas y estructuras organizativas en que se expresan los valores e intereses de las universidades latinoamericanas?

      El argumento general de este ensayo pretende explorar algunas explicaciones, ofrecer respuestas y nuevas hipótesis a estas cuestiones. Se sostendrá que, en el caso latinoamericano, el poder institucional universitario significa el poder autónomo de la universidad, lo que constituye el eje de las historias institucionales y sociales universitarias. El “poder autónomo” es la expresión de las relaciones de tensión y conflicto que guardan la legitimidad política y la representación social de las universidades en distintos contextos nacionales y locales. Esos dos elementos socioinstitucionales (legitimidad y representación) explican la autoridad de la universidad en el campo intelectual, político y cultural, así como la configuración de las representaciones colectivas (esencialmente de carácter simbólico), que se construyen dentro y fuera de la universidad.

      Para explorar estas cuestiones, el texto está organizado en dos partes. En la primera, se describen los objetivos, alcances y límites del estudio general, además de los que corresponden a los tres grandes periodos de análisis (colonial, republicano y moderno), se presentan los antecedentes y la perspectiva analítica general del ensayo, que descansa fundamentalmente en el uso del enfoque de la sociología histórica. También se desarrollan las conjeturas e hipótesis que sirven como punto de arranque del estudio y una síntesis del esquema metodológico del proyecto, al considerar el foco analítico del estudio (el análisis del poder autónomo de las universidades en el contexto latinoamericano), así como sus limitaciones y potencialidades.

      En la segunda parte del ensayo se ofrecen algunos resultados relacionados con los tres casos institucionales a estudiar (las universidades de Santo Domingo, San Marcos y de México), en cada uno de los tres periodos seleccionados. Asimismo, se incluye, a manera de conclusiones, una breve nota final sobre la era contemporánea de las universidades latinoamericanas (1980-2015), donde se enlazan los procesos de reforma y, en algún sentido, de reconstrucción del poder autónomo universitario a finales del siglo XX y comienzos del XXI, de sus dispositivos de legitimación político-institucional y de representación social, en el marco de las políticas de incentivos, de calidad y de evaluación que predominan en el contexto político y de políticas que caracteriza las relaciones de las universidades con sus entornos públicos y privados en los años recientes.

      Finalmente, cierra el texto con un epílogo a manera de recuentos de las limitaciones del ensayo, pero también de un balance y perspectivas generales respecto a la noción del tiempo en las ciencias sociales y sus implicaciones acerca de las relaciones entre el largo plazo y la construcción de una sociología histórica de las universidades en América Latina y el Caribe.

      Para concluir esta introducción, es importante señalar que entre 2018 y 2019 fueron publicados dos avances de la investigación que dio origen a este libro. Ambos textos son, por supuesto, de mi autoría. Uno fue el artículo “100 años después. Autonomía y poder universitario en América Latina”, publicado en la Revista Latinoamericana de Educación Comparada (2018, vol. 9, núm.13, pp. 77-92). El otro es “El poder universitario en América Latina”, publicado en la Revista Mexicana de Sociología (2019, vol. 81, núm. 1, 117-144). Esto explica que algunos pasajes del libro retomen elementos de ambas publicaciones.

      1 La cifra y la relación de las 31 universidades hispánicas aparece en el texto clásico de Rodríguez (1973). Sin embargo, estudios posteriores señalan inconsistencias en la enumeración de esas universidades y proponen ajustarlas,

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