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el poliamor. A veces limitamos las formas que pueden adoptar nuestras relaciones: «Mi novio solo podrá ser mi novio porque ya tengo un marido». A veces intentamos la trayectoria tradicional con varias personas: Buscamos tener dos o tres parejas fieles con quienes convivir incluso antes de que sepamos qué quieren.

      El poliamor nos permite librarnos de las estructuras predefinidas de la monogamia. Una de las cosas increíbles que ofrece el poliamor es la libertad para acordar tener relaciones que funcionan para tus parejas y para ti. Las posibilidades no siempre son obvias, incluso para personas que han vivido en relaciones poliamorosas durante años. Por ejemplo, a menudo no hay necesidad de «dejar» una relación si algo (o alguien) cambia. Si se quiere, se puede mantener la conexión y darle otra forma diferente. Podemos construir relaciones que tienen la libertad de desarrollarse cómo quieran fluir de forma natural.

      Nos ayuda a darnos cuenta de que el amor mismo es maleable y cambiante. Su intensidad y naturaleza varía, y eso influye en su manera de fluir, en sus formas cambiantes. La monogamia nos dice que las relaciones exitosas, «de verdad», son todas parecidas. Las relaciones que duran mucho tiempo se consideran éxitos, independientemente del sufrimiento que haya habido, y a las que se terminan se las considera fracasos, independientemente de la felicidad de quienes han sido parte de ella. Todo lo que no sea sexualmente exclusivo, nos dicen, provocará caos, anarquía, ruptura de la familia.

      La monogamia nos dice qué podemos esperar. El poliamor, no. No hay modelos rígidos, solo matices y tonos de gris. Eso es al mismo tiempo una bendición y una maldición. El poliamor considera que las relaciones son, ante todo, algo personal minuciosamente adaptado a las necesidades específicas de todas las personas involucradas. Al mismo tiempo, no nos da un camino claro que seguir, no hay atajos hacia una «buena relación». Abandonar los puntos de referencia de la monogamia puede dar miedo. Sin ellos ¿cómo sabremos qué hacer?

      El ADN de las relaciones

      En el momento en que nos movemos de las relaciones cortadas por el mismo patrón a las adaptadas a cada persona, tenemos que empezar a pensar sobre qué es posible y qué no. El vasto potencial de las relaciones poliamorosas nos puede confundir. Una relación puede ser de muchas maneras, pero también tiene sus propios límites. Está limitada por lo que tú quieres –pero también por lo que cada miembro de la relación quiere, y lo que sus otras relaciones quieren, y el grado intrínseco de intimidad potencial entre tus relaciones y tú. Cada relación contiene un abanico de posibilidades. Esas posibilidades son entre las que has de elegir.

      Ese conjunto de posibilidades intrínsecas es el ADN de una relación. Los libros escolares se refieren al ADN como el diseño de un proyecto, pero no es correcto. Se usa un diseño para construir algo, como una casa. Esquematiza cómo será la casa: cada medida, cada detalle. Sin duda, te permite tener el control de cosas superficiales como la pintura o las cortinas, pero básicamente, sabes qué vas a obtener. Y una vez la casa está construida, cambiará poco.

      Por otro lado, el ADN de cada criatura diferente se parece mucho entre sí. Son largas cadenas de millones o billones de elementos que se repiten, las «letras» que construyen las «palabras» que son nuestros genes. Un boceto es un mapa, pero el ADN se parece más a una receta: un conjunto de instrucciones que le dicen a las células, paso por paso, cómo hacer crecer un organismo. Mirado al microscopio, el ADN de una criatura no se parece en nada a lo que será, del mismo modo que una receta no se parece a un pastel.

      Así que, imagina, que tienes una nueva semilla. Contiene el ADN de una planta completa, pero no es obvio lo que crecerá a partir de ella: ¿Será grande o pequeño? ¿Caduco o perenne?¿Silvestre y resistente o delicado y necesitado de muchos cuidados? Puedes influir mucho en cómo crece esa semilla, o si llega a brotar en absoluto, dependiendo de cómo la cuides. Pero nunca vas a obtener una sandía de una semilla de cebolla. En el mejor de los casos, obtendrás una cebolla más grande. Y algunas plantas parecen absolutamente decididas a sobrevivir: puedes plantarlas a la sombra y olvidar regarlas, y ellas no dejarán de crecer.

      Las relaciones –como todo organismo vivo, pero no como los edificios– crecen, cambian y pasan por ciclos. Algunas dan fruta y otras flores, e incluso habrá ocasiones en las que parece que no están dando nada en absoluto. Pasan las estaciones del año y pueden morirse.

      Por eso cuando decimos que las relaciones tienen ADN, y no un proyecto diseñado, queremos decir que las relaciones, al contrario que los edificios, están vivas. La sociedad nos da un proyecto diseñado sobre cómo deben de ser las relaciones: un hombre, una mujer, 2’4 criaturas, un jardín, reuniones de madres y padres en el colegio, valores tradicionales. Proponemos relaciones en las que no cabe diseñar un proyecto, relaciones que son tan únicas como las personas en ellas. Las relaciones no necesitan ser producidas en serie de acuerdo con instrucciones de fabricación: podemos cultivarlas para que cubran nuestras necesidades.

      Esa es la razón por la que comparamos el trabajo que supone cuidar tus relaciones con el trabajo de cuidar un huerto. Tu huerto crecerá sano, o no, dependiendo del tiempo que inviertas y la habilidad que tengas para regar, quitar la maleza, abonar, seleccionar y colocar tus plantas (tu esfuerzo para cuidar de la relación), así como de la riqueza de la tierra y de la exposición al sol (tu trabajo personal). Pero las cosas en tu huerto tienen vida propia, las plantas pueden llegar a crecer o no, pueden dar fruto o no, pueden necesitar más cosas o que haya cosas que no les afecten en absoluto.

      Y a veces pueden tener un resultado que no te esperas. Las relaciones buscarán su propia expresión, da igual todo lo que intentes contenerlas o controlarlas. Del mismo modo que no puedes mirar una semilla desconocida y decir qué brotará de ella, no puedes comenzar una nueva relación y saber cómo va a desarrollarse. Si insistes en plantar la nueva semilla en la sombra sí o sí, o si insistes en forzar una nueva relación para encajar en un determinado molde, y funciona... será por casualidad.

      Atiende a las necesidades de lo que hayas decidido plantar en tu huerto. Asegúrate de que hay espacio suficiente para lo que quieras añadir y que tienes el tiempo y la energía suficientes para cuidarlas. Recuerda, también, que el objetivo de un huerto es, en última instancia, alimentar a quien cuida ese huerto. Si has llenado tu huerto de boniatos y quieres algunas vitaminas, está bien hacer espacio para un poco de kale y zanahorias. Si la sombra del gran roble que has cuidado durante décadas está dando tanta sombra a todo tu huerto que nada más puede brotar, podrías podar con delicadeza algunas de las ramas del árbol para permitir que pase la luz. Y si algo de lo que estás cultivando ya no te está alimentando, si está acaparando tu tiempo y recursos y los de las otras plantas en tu huerto, sin dar ningún fruto, no tiene un derecho innato a estar en tu huerto. Y si resulta que es tóxica para ti o para quienes te importan, está bien arrancarla.

      Ser flexible

      Un valor fundamental que fomentamos en este libro es la flexibilidad. Hay una gran variedad de tipos de relaciones poliamorosas diferentes, por lo que requieren un grado de flexibilidad mayor que la mayoría de las estructuras relacionales. La flexibilidad no se produce de manera natural; puede ser difícil abandonar lo que hemos pensado toda la vida sobre cómo «deben ser» las relaciones. Habiéndonos acostumbrado a un número limitado de modelos de relación, a veces es abrumador intentar hacerse una idea de todos los tipos de relación que pueden funcionar.

      En el capítulo 1 mencionamos varios enfoques personales en el poliamor. Esos diferentes puntos de vista dan como resultado, como puedes imaginar, tipos muy diferentes de relación. Dado que el poliamor nos invita a construir relaciones a la medida de las necesidades de las personas involucradas, eso demanda que pensemos detenidamente sobre nuestras relaciones para construirlas en consonancia.

      Las relaciones poliamorosas abarcan el espectro que va desde familias estructuradas que conviven a redes informales de personas que no cohabitan, y todos los tipos de configuraciones posibles entre una y otra. Las formas de estas relaciones reflejan las diferentes necesidades de estructura o flexibilidad de sus miembros, de cohesión o independencia, de relación y contacto o de necesidad de espacio personal.

      Si estás construyendo un huerto, puedes comprar las semillas que se convertirán en las plantas que

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