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trajeron y dispersaron la viruela en Australia y América; uno de los países más afectados fue México y, en particular, Tenochtitlan, la capital azteca, que en dos meses vio minada su población de 250 mil habitantes en un tercio. En las primeras dos décadas del siglo xx, en Europa, comenzó a extenderse la llamada “gripe española” que en un año provocó la muerte de entre 50 y 100 millones de personas. En pleno siglo xxi, las pestes son una amenaza latente: entre el 2002 y 2003, se sintió la presencia del síndrome respiratorio agudo grave (sars), en el 2005 la gripe aviar, entre el 2009 y 2010, la gripe porcina y, en el 2014, el ébola (Harari, 2016, pp. 16-21). Sin embargo, en los anales de la historia quedará registrado el 2020, como el año de la covid-19.

      En el caso de la covid-19, lo inédito es la rapidez cómo la pandemia brincó de un continente a otro; el ataque sorpresa a las instituciones de salud que no estaban preparadas para atender a los cientos de contagiados diariamente; el reclamo inmediato de la sociedad al Estado para que tome medidas de contención a la mortífera enfermedad; y la forma como reaccionaron las sociedades de los distintos países, dividiendo su percepción entre los que acataron inmediatamente las medidas de quedarse en casa y guardar la sana distancia usando el cubrebocas; mientras que otra parte reaccionó con indiferencia e incredulidad ante el eventual contagio, asegurando que era una artimaña de los gobiernos para desmovilizar a la gente, crear controles e imponer el super negocio de las vacunas. El hecho es que el problema existe y ha puesto en entredicho a la ciencia y su capacidad de predicción para tomar medidas ex ante, a los sistemas de salud de países desarrollados, en vías de desarrollo y a los más pobres; a los gobiernos y la direccionalidad de sus políticas y a la propia sociedad, que suele esperar a que las instituciones le resuelvan sus incidentes y problemas.

      Todo indica que asistimos al fin de una era. Ante lo viejo que muere, el mundo se reconfigura de norte a sur, de este a oeste. Estados Unidos pierde espacios que había ganado a partir de la crisis de 1929 y la segunda posguerra del siglo anterior, universos que está llenando la milenaria China, que ahora reconstruye la ruta de la seda para llegar a cada rincón del mundo.

      El paradigma dominante ha perdido fuerza en sus ideas. El mundo de hoy ya no podrá organizarse tomando solo en consideración la dinámica del mercado, la competencia, los negocios y las ganancias, por la evolución darwiniana, por el sálvese quien pueda. El escenario actual exige otras estrategias para reinventar las formas de convivencia: regular mercados, cooperación, solidaridad, sustentabilidad, vecindad, utopías, tal vez difícil de lograr, pero alcanzables cuando lo que está en juego es la preservación de la vida. ¿Exagerado? ¿Acaso no es esa la principal preocupación ante el asecho del coronavirus?

      El mercado ha dejado de tener la sabiduría que se le atribuyó, en el sentido de que todo lo ponía en su lugar, hasta lograr equilibrios perfectos. La realidad del siglo xxi indica que está agotado dejando como herencia un mundo donde cada vez hay más pobres más pobres y menos ricos más ricos. Como dice Joseph E. Stiglitz (2016), ahora hay que enfrentar “el precio de la desigualdad”; también pestes y pandemias, naturaleza devastada, océanos llenos de basura, descomposición social y que lo que antes eran bienes públicos gratuitos, serán privados y tendrán precio, el mejor ejemplo es el agua.

      Ante un mundo descompuesto, el reto es reposicionar el liderazgo del Estado, única institución que, de manera racional, puede planear haciendo uso de los instrumentos de los que dispone para hacer política económica: política fiscal, monetaria, manejo de tipos de cambio, aranceles y comercio exterior, como también acuerdos con los países y las instituciones del mundo. Para ello, se requiere claridad de objetivos y estrategias, honestidad, reglas fijas y claras para convenir con la empresa y la sociedad. Un horizonte con rutas de llegada, claras y precisas.

      Las tareas del Estado no son menores, son colosales. A la urgencia de aplicar medidas contra cíclicas a través del gasto público y la política monetaria, ahora hay que añadirle muchas más: el manejo de la pandemia, los problemas de inseguridad y violencia, la descomposición social y la educación, que ahora enfrenta el reto de superar lo presencial a través de las nuevas tecnologías, en cuyo manejo no son millones los iniciados.

      La sociedad discurre hacia una nueva realidad. Más temprano que tarde, tendrá que asimilar que el problema no es únicamente el aburrimiento causado por cuatro paredes, un techo y un piso, o tomar distancia ante un enmascarado que no conoce, a quien se ve de reojo con recelo; o que no son suficiente las compras de pánico, haciendo kilométricas filas para abastecer la alacena.

      Demasiadas cosas a la vez, para asimilarlas de un solo golpe. No debería haber espacio para el hastío, sino para el replanteamiento, la reflexión y la construcción de nuevas formas de convivencia. La suerte está echada, estamos ante acontecimientos que parten la historia. A la realidad de hoy no se le puede eludir desde el hastío, sino enfrentarla desde todas las trincheras. Porque como dijera Ryszard Kapuscinski: “No hay atajos en la historia” (1997, p. 1).

      El objetivo de este texto es documentar los efectos de la recesión 2019-2020, inducida por la covid-19, con especial énfasis en los países agrupados en el t-mec, como también analizar el eventual reposicionamiento del Estado para hacerle frente a través de medidas anticíclicas que vayan más allá de la expansión del gasto público para estimular la demanda agregada y el pleno empleo, e incluyan cambios internos que sean innovadores y alianzas con la sociedad en vía de asumir funciones protagónicas y activas. La metodología que se va a emplear es documental, descriptiva y analítica. Para describir el estado que guardan los países en los diversos bloques del mundo, se recurrió a la información estadística de instituciones supranacionales como el Banco Mundial (bm), el Fondo Monetario Internacional (fmi) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (ocde). Asimismo, se hace un recuento de las diversas corrientes explicativas de la evolución del Estado, en particular, en la arena donde convive con el mercado. La interpretación teórica se nutre de las visiones keynesianas y poskeynesianas.

      El capítulo se compone de varios apartados. Después de esta introducción, en el primer apartado, se dimensiona la recesión con base en las peculiaridades que tiene como fenómeno histórico de alcance inédito. En el segundo, se describe la situación de América del Norte, con énfasis de los impactos de la covid-19 en crecimiento; empleo, contagiados y fallecidos. Seguidamente, en el tercer apartado, se analizan los distintos ciclos del Estado, para explicar su tránsito de regreso ante la recesión y las demandas sociales vigentes. En la cuarta parte, se discute sobre la necesidad de buscar nuevas salidas al panorama prevaleciente, a través de vincular los intereses del mercado, el Estado y la sociedad. Finalmente, se plantean las conclusiones y se presenta la relación de referencias y bibliografía consultada.

      Algunas dimensiones de la recesión

      El 2020 quedará registrado en la historia de la humanidad como uno de los más aciagos de su evolución. Justo cuando el hombre atestigua el desbordamiento de su creatividad con los avances tecnológicos alcanzados en las etapas de la globalización, como el desarrollo computacional y la revolución de Internet con su masificación, la conexión en redes sociales, el Internet de las cosas, la miniaturización sin límites en la nanotecnología y la biogenética, los nanotubos de carbono y el grafeno, como también otras tecnologías disruptivas en las que se destacan la robótica avanzada y la tecnología artificial (Vieira, 2016, pp. 60-95), un enemigo invisible lo ha puesto de rodillas, la covid-19, sin que esa grandeza se haya podido activar para que la especie humana supere su cotidianidad; y es que “Con todo esto, parece imposible que aún muera gente, habiendo tanto remedio y salvaguarda”, dice Saramago (2016, p. 202). El hecho es que:

      La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, peor tragedia económica que la Gran Recesión de 1929. (Ramonet, 2020).

      En efecto, los datos son contundentes y con poca variación entre sí en la información estadística proporcionada por los gobiernos y las distintas instituciones supranacionales que siguen el comportamiento de las variables económicas y sociales. Desde la perspectiva de los campos de competencia del andamiaje mundial,

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