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de diciembre: A las 23:00: Utilización de herramientas de piedra.

      Hasta hace 70.000 años los primitivos Homo sapiens seguían siendo seres insignificantes integrados a la Naturaleza, con cerebros reptilianos que les permitía realizar las funciones básicas de comer, dormir y cuidarse de otros depredadores, hasta que Homo sapiens pudo crear historias y contar chismes, dando inicio a la Revolución Cognitiva. Es así como el descendiente del mono mutó en animal racional, y esto en un cortísimo tiempo comparado al transcurrido desde la bipedestación y articulación de palabras. Fue el genoma HAR-1 el que hizo posible que el mono se convirtiera en filósofo, quizá por eso lo llaman: “El Gen de Dios” o “Genoma cultural”. Francis Crick, uno de los científicos que desarrolló la secuenciación del ADN (premio Nobel de Medicina en 1962), consideró “imposible” que este gen haya aparecido como resultado de la evolución humana. Entonces, ¿cómo apareció?, ¿cómo nos llegó la inteligencia? (Como veremos, los sumerios tienen interesantes teorías al respecto).

      •31 de diciembre:

      A las 23:46: domesticación del fuego.

      A las 23:56: Última glaciación.

      A partir de esta última glaciación, los deshielos causaron inundaciones a nivel planetario a las que se unió la caída de un cometa, según teoría del Diluvio.

      •31 de diciembre a las 23:59: Pinturas rupestres en Europa.

      Durante el último minuto de este hipotético Calendario Cósmico, la chispa del arte empezó a fluir en la creatividad humana.

      •31 de diciembre a las 23:59:20”: Aparece la agricultura

      Durante milenios los primitivos sapiens se dedicaron a la caza y a la recolección, trashumando entre regiones y climas en busca de alimentos, hasta que el trigo hizo su aparición y las tribus empezaron a formar pequeños asentamientos que debían cuidar de la rapiña de otras tribus.

      •31 de diciembre las 23:59:35”: Aparece la civilización neolítica.

      La agricultura toma preponderancia y las aldeas y poblados empiezan a florecer. Se domestica animales, surge la alfarería y los telares. La talla de piedras permite crear armas de caza más sofisticadas. Procesan miel, bebidas y harinas.

      Faltan 25 segundos para concluir el último día de este hipotético año, y la civilización humana recién empieza a emerger.

      Somos una progenie muy joven que tiene su origen en la Tierra como resultado de un Big Bang y de infinidad de mutaciones y cambios genéticos que han ido de la mano con cambios climáticos, reajustes planetarios y pandemias de toda índole. Desde el comienzo de la vida nuestras células evolucionaron de manera asombrosa hasta convertir al humano en la especie dominante de este paraíso terrenal. Si observamos las amebas, los lagartos, los simios, y toda la vida animal y vegetal, comprobaremos que somos el resultado de una evolución que no entiende de orígenes divinos, pues somos un fruto relativamente nuevo para este ser vivo llamado planeta Tierra, o madre Tierra, o Pachamama como la veneran los quechuas. De ella recibimos los elementos esenciales para la vida: agua, oxígeno, nutrientes, y toda su belleza natural para vivir la vida aquí en la Tierra, en este tiempo y en este espacio.

      Cada vez que intentamos salir al espacio exterior debemos producir las condiciones atmosféricas de vida planetaria dentro de las cápsulas espaciales, puesto que cualquier condición adversa produciría la muerte del cuerpo. Por eso la Tierra es nuestra casa cósmica, y, como estamos comprobando en estos tiempos de coronavirus, sufrimos las consecuencias de su letal fragilidad. Habitamos un planeta que gracias a su interrelación con el Sol produce la fotosíntesis que permite el desarrollo de la vida. Sin esta simbiosis no sobreviviríamos. De hecho, los peores momentos de la humanidad fueron ocasionados cuando el Sol fue taponado por nubes volcánicas que impidieron el desarrollo fotosintético del entorno natural, y sólo pudimos resurgir cuando “el dios Sol” volvió a lucir.

      Nos hemos casi extinguido en numerosas ocasiones y hemos vuelto a renacer tras cada desbarajuste ocurrido, adaptándonos a las glaciaciones, calentamientos globales, terremotos, maremotos, erupción de volcanes, tormentas, tornados, tifones, huracanes, hambrunas, pestes, pandemias, sequías, guerras, y, aun así, hoy superamos los 7.500 millones de terrícolas en tiempos de pandemia. La transmutación de especies hará que aparezcan nuevos especímenes y se extingan otros, y la secuenciación de los genomas de las futuras generaciones se irá adaptando a las mutaciones y cambios atmosféricos que se vayan produciendo, como ha ocurrido en cada proceso planetario desde que empezó a florecer el Árbol de la Vida.

      Todo lo que existe se encuentra metido dentro de esa burbuja cósmica creada por el Big Bang que expandió y sigue expandiendo energía por todos los confines del Universo, energía representada por estructuras moleculares, átomos, protones, neutrones, leptones, quarks, gluones, neutrinos, cuerdas, bosón de Higgs, pues todo es energía, nada existe sin energía, tal como lo afirma la Física Cuántica. La mente es energía, igual que los pensamientos o deseos. Nicola Tesla definió la energía cósmica sutil o taquiónica, como:

      “La energía de la fuerza vital, infinita, sin dimensiones, sin una dirección precisa que fluye a través de cada ser y a través de los espacios de las moléculas del cuerpo humano”. (…) “Una energía ilimitada y muy potente que se encuentra en todo el espacio”.

      Ésa es la energía libre que Tesla intentó implantar a principios del siglo XX, pero debido a su bajo costo fue silenciada a fin de imponer a las empresas eléctricas de Rockefeller, Edison y Westinghouse, miembros de una Elite que ya gobernaba al planeta y se hizo con el control de la energía eléctrica que hoy consumimos y sufragamos.

      Ya hemos visto que el espacio no tiene vacío, que está compuesto de Energía y Materia Oscura, y sabemos que el cuerpo humano está formado por átomos, y cada átomo es energía en movimiento. Esa energía tuvo muchos nombres a lo largo de la historia, y los primeros seres pensantes vieron en el Sol su principal fuente de energía porque les daba vida, y lo llamaron Dios. Los egipcios llamaron Sekhem a la energía espacial de luz que trae la sanación. Los hindúes llaman Prana a la fuente de energía vital, llamada Chi por los chinos. En Japón la llaman Ki, una energía dinámica y sutil presente en todo lo existente. Los pitagóricos estudiaron la energía vital para curar enfermedades. Los griegos la llamaron Physis. Hermes Trismegisto la llamaba energía sutil-vital. Platón la llamó Nous. Los sufíes, Barakah. Hipócrates atribuía las enfermedades a los desequilibrios energéticos. Einstein dijo: “No existen dos entidades físicas fundamentales (algo material e inmaterial) sino sólo una: la energía. La masa no equivale a la energía: la masa es energía”.

      La energía que nutre a los cuerpos humanos viene de la madre Tierra, que la recibe del Sol, de la galaxia y del Big Bang como punto de partida; miles de millones de años de evolución cósmica, y el Big Crunch como punto finito. Éste es el origen y el final de nuestra existencia. De ahí venimos, del primer instante de la Creación dado que formamos parte de esa energía primigenia, y cuando dejemos el cuerpo humano, la energía seguirá su curso porque no se extingue, y continuará después del Big Crunch.

      Llegados a este punto podemos afirmar que, desde el instante del Big Bang, toda la Creación es Energía, desde las galaxias a los agujeros negros y al vuelo del moscardón, lo mismo que todo pensamiento, toda palabra y toda acción: todo es Energía. Vivimos dentro de un cuerpo repleto de átomos que son energía pura, y el cosmos es un conglomerado de energía. Para muchos, Dios es la fuente de la Creación, y toda fuente de creación es energía. Einstein comprobó que la materia es energía en concentración, y así surgió la bomba atómica, el mayor poder energético creado por el hombre, hasta ahora.

      Éste es el origen del Universo que habitamos. Éste el origen de nuestra existencia. El Big Bang como punto de partida, miles de millones de años de evolución cósmica, y el Big Crunch como punto final.

      En el siguiente capítulo analizaremos lo ocurrido durante los últimos 10 segundos del Calendario Cósmico de Carl Sagan, que es cuando finaliza la prehistoria y comienza la historia de Homo sapiens.

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