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y perspectivas a las artes visuales que resultaran más adecuadas como «análisis»: mirar de cerca, participar y responder a las imágenes visuales como elementos de una situación cultural. La visualidad subyace a la posibilidad de que las imágenes importen. Por ello, como argumentaré, la visualidad es en sí misma una cuestión cultural.

      Pero, una vez que nos fijamos en mi producción sobre temas visuales, el editor de la serie y yo decidimos que sería más útil para los lectores de habla española hacer un libro más coherente, compuesto de fragmentos de trabajos anteriores pero conectados entre sí, actualizado y centrado en temas que consideramos relevantes en el clima actual, tanto en el ámbito político como en el académico, el filosófico y el estético. Esta idea hacía más difícil, si cabe, proponer una lista completa del origen de los textos, y los agradecimientos muestran indicios de esa dificultad. Pero así el libro tenía más sentido como libro.

      Para ello seleccionamos juntos los ensayos que consideramos más adecuados a la realidad actual. Luego, cuando empecé a organizarlos, me sorprendí a mí misma desviándome cada vez más de la idea de llevar a cabo una colección de ensayos y simpatizando con la tarea de realizar un «nuevo libro» a partir de fragmentos, conexiones y dispersiones. Al igual que mi libro Conceptos viajeros en las humanidades, publicado en español en 2009, los capítulos siguen direcciones diferentes, aunque al final todos ellos tienen un enfoque común.

      Este enfoque resultó ser, de manera más o menos imprevista, la temporalidad: los diferentes modos en los que las imágenes sacan a relucir cuestiones relacionadas con el tiempo. La relación paradójica entre las imágenes (fijas) y el tiempo siempre me ha intrigado, pero hasta hace poco no me había dado cuenta de la importancia del tiempo también como cuestión política. Parte de este conocimiento surgió de mi trabajo, junto con Miguel A. Hernández Navarro, en una exposición de vídeo cuyo fin era analizar y comprender la cultura «migratoria» en la que vivimos. Las analogías entre el vídeo y la migración hacían hincapié en la temporalidad, el soporte subyacente (en el mismo sentido en el que el lienzo es un soporte para la pintura) del movimiento, tan central en ambos.

      Otro de los enfoques consiste en un grado variable de autorreflexión, que va desde la toma de conciencia sobre cuál es mi posición como académica con respecto a un tema más o menos alejado –ya sea en el tiempo o en el espacio, o en ambos– a un compromiso analítico con los artefactos en cuya realización me he involucrado yo misma. Hacia el final del libro, esta autorreflexión me lleva a lo que he llamado «autoteoría». Se trata de una reflexión teórica que surge de mi propio trabajo con artefactos (en el comisariado) o con personas (en la realización cinematográfica) del que yo misma soy cómplice.

      Por último, lo que también une a todos los capítulos es un compromiso con los asuntos de Europa. Cuestiones tales como la migración, aun estando presentes en todos los tiempos y lugares, adquieren matices particulares en el contexto europeo. También me interesan los límites, los lindes o fronteras, no como muros erigidos para excluir a las personas, las cosas y las ideas sino como espacios de negociación y contacto. El movimiento hacia el exterior siempre ha sido de gran interés para mí. Considero la tendencia a mirar lo que ocurre a la vuelta de la esquina, por así decirlo, un camino tremendamente estimulante hacia el descubrimiento. El carácter interdisciplinar de mi obra refleja esa tendencia. No es casualidad que mis más estrechas colaboraciones con colegas hayan tenido lugar en Rusia (Este), Finlandia (Norte), Irlanda (Oeste) y, de la manera más intensa, en España (Sur), en particular en Murcia. Es, por tanto, un gran placer haber sido invitada por Miguel Ángel Hernández Navarro, uno de los directores de esta colección, a publicar un libro en español. Espero que este libro contribuya a reforzar mi vínculo con los colegas, artistas y activistas de habla hispana.

      Parte 1

      Cuestiones del análisis visual

      Los tres capítulos que componen esta primera parte del libro abordan cuestiones sobre el análisis, la historia y la política, partiendo de la idea de que el análisis visual de hoy día, vinculado o no a la historia del arte, debe desarrollar una metodología más clara si de verdad busca involucrar a las disciplinas establecidas. Aunque la visualidad está en el corazón del libro, y resulta central sobre todo en la primera parte, mis propuestas y pensamientos también atañen a los campos de estudio no visuales. Lo que generalmente llamamos «análisis visual» es una profunda exploración interdisciplinar de un campo que ni siquiera puede ser delimitado por el sentido de la vista.

      En el primer capítulo, el tema, dicho de manera simple, es el siguiente: antes de decidir sobre la forma de hacer un análisis visual, debemos reflexionar sobre las preguntas ¿por qué?, ¿con qué fines? A través de reflexiones críticas y de un ejemplo concreto voy asociando ideas sobre «cómo hacerlo». No obstante, el objetivo principal de este capítulo es el de poner al descubierto los problemas subyacentes a los estudios visuales, los estudios culturales y los estudios de la materialidad; es decir, abordar los esfuerzos interdis­ciplinares que tratan de remediar algunos de los principales inconvenientes de las disci­plinas establecidas y también de las así llamadas interdisciplinas. El más importante de estos inconvenientes es el estatus de las fronteras, basado en la tradición y cosificado dogmáticamente.

      El tercer capítulo ofrece un caso de estudio más profundo con el fin de demostrar el compromiso de las artes visuales con el análisis político de los artefactos visuales. Aunque el caso que presento no es explícitamente político y tiene que ver, sin reparos, con el «gran arte», también está relacionado con el feminismo y con la manera en la que este se enfrenta al arte canónico. La relación entre lo social y lo visual se mueve a través de lagunas históricas. En este proceso, el aspecto político del análisis visual se articula sobre la relevancia del viejo arte canónico en la cultura actual.

      [1] El término original, preposterous, tiene dos sentidos en inglés: i) «trastocado o invertido, que se sitúa en último lugar lo que debería ir primero», y ii) «contrario al orden de la naturaleza, al sentido común; es decir, irracional, absurdo». Ambas acepciones encajan con la concepción de historia que desarrolla Mieke Bal. En español disponemos de una palabra parecida pero ligeramente diferente: prepóstera (según la RAE: «trastocado, hecho al revés y sin tiempo»), pero, a fin de mantener y enfatizar el segundo sentido del término inglés, hemos optado por traducirlo como trastornada, pues abarca tanto la idea de invertir el orden regular de algo como la de tener el sentido perturbado. Proviene del latín tras («después») y tornar («volver»), resultando adecuada para un concepto de Historia que toma en consideración la confluencia de distintos tiempos de forma no lineal («lo que vuelve después»). Además, conecta con la idea de locura que Bal desarrolla más a fondo en los capítulos finales de este libro. [N. del T]

      Análisis

      Introducción: puntos de partida

      Para mostrarles honestamente lo que pienso y sin dilación, permítanme comenzar con unos cuantos puntos de partida. No los propongo como asunciones dogmáticas, sino como ideas que he ido desarrollando anteriormente y que continuarán desarrollándose en el curso de este capítulo. La interdisciplinariedad en las humanidades debe buscar su heurística y su base metodológica en los conceptos más que en los métodos. Los conceptos son las herramientas de la intersubjetividad: facilitan la discusión sobre la base de un

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