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      Zuluaga, C. (2015). Leer a García Márquez. Bogotá, Colombia: Ediciones Uniandes.

      11. En este punto de la presentación, el término «historia» se asimila al vocablo inglés de story, es así aun cuando el mismo narrador anuncia que es «la verídica historia». «Verídico», aquí, no se vincula con, por ejemplo, el cálculo veritativo de la lógica simbólica, sino que el adjetivo tiene una relación irónica con la noción de verdad. Dicho relato será verídico muy a pesar de los hechos maravillosos que serán referidos.

      12. El orden mítico, en la obra de Nietzsche (2000), según entiendo, es una suerte de matriz polivalente que le permite al hombre 1) estar en el mundo: percibir e interpretar su realidad, y 2) tener una actitud creativa (poética) desde su sensibilidad, esto es, crear realidades y crearse a sí mismo. Esto de por sí es una «simbólica del conocimiento» (p. 101) que media entre el sujeto (mítico) y el mundo (creado míticamente). En este marco, entiendo que el mito no es un objeto del conocimiento sino una relación (sensibilidad particular) del hombre con el mundo y la deidad (universalidad), en la que se juega el infinito, el absoluto, de manera radical, sin grados ni cuotas. Ello es posible gracias a lo que Nietzsche denomina el milagro: «Toda cultura, si le falta el mito, pierde su fuerza natural sana y creadora: sólo un horizonte rodeado de mitos otorga cerramiento y unidad a un movimiento cultural entero. Sólo por el mito quedan salvadas todas las fuerzas de la fantasía y del sueño apolíneo de su andar vagando al azar. Las imágenes del mito tienen que ser los guardianes demónicos, presentes en todas partes sin ser notados, bajo cuya custodia crece el alma joven, y con cuyos signos se da el varón a sí mismo una interpretación de su vida y de sus luchas: y ni siquiera el Estado conoce leyes no escritas más poderosas que el fundamento mítico, el cual garantiza su conexión con la religión, su crecer a partir de representaciones míticas» (pp. 189-190).

      13. Las evaluaciones o consolidaciones realizadas por el cronista se expresan con la conjugación verbal en presente, que resalto en las siguientes citas: «Uno de los episodios más corrientes de la vida diaria es vengar una ofensa» (García Márquez, 1985, p. 5). «Quien decida correr los riesgos de esta aventura», «Cosechan arroz y tienen oraciones para que sea de buena calidad», «Se enamoran como católicos y como españoles» (p. 6). Ahora solo aporto un ejemplo de cada crónica, en «La herencia sobrenatural de La Marquesita», se lee: «Así explican los habitantes de La Sierpe la pérdida de uno de los poderes más útiles» (p. 10). En «La extraña idolatría de La Sierpe», se encuentra: «Hombres y mujeres concurren a ese lugar para depositar limosnas y solicitar milagros» (p. 16). En la última crónica, «El muerto alegre», inicia así: «El ataúd llega antes del amanecer. Entonces se transforma el ambiente, porque algo parece indicar a la gente de La Sierpe que lo que proporciona a la muerte una dimensión de pavor, no es propiamente el cadáver, sino la caja mortuoria» (p. 23).

      14. El profesor Zuluaga (2015) hace un exhaustivo ejercicio de revisar las columnas periodísticas que le habrían servido a García Márquez de «libreta de notas» (p. 49) y resultan indispensables para los lectores que «aspiran a conocer las costuras de su escritura, e intentar comprender el proceso creativo» (p. 50). En particular remito a los tres primeros capítulos de Leer a García Márquez. Me llama la atención, eso sí, que en «La prehistoria literaria de García Márquez» pasa por alto las crónicas de La Sierpe cuando McGrady (1972) y Gilard (1976), este último un autor conocido y trabajado por Zuluaga, las habían señalado como antecedente para el cuento «Funerales».

      15. Existe otro camino con cerca de 45 kilómetros menos, por Granada y El Roble, pero la carretera se encuentra sin asfaltar. Esto hace el recorrido tortuoso y lento.

      16. En otro trabajo de Sims (1978), en el que estudia el cuento «Los funerales de la Mamá Grande» en clave mítica, explica la siguiente vinculación entre la tradición oral y el mito: «Robert Kellogg and Robert Scholes define myth in terms of an oral tradition: ‘A myth, then, is a traditional plot which can be transmitted’» (p. 14). También cita a Warner Berthoff, para quien el mito es tanto lo dicho como el modo de contar. Explica Sims que Berthoff distingue entre las narrativas mítica e histórica, así: «Myths are told, and we do not know their particular origin. Histories… are reassembled. That is, we do not know myth as a making, only as a telling» (Berthoff, citado en Sims, 1978, p. 14).

      17. Me refiero al final de «La herencia sobrenatural de La Marquesita». Esta y la primera crónica conforman un ciclo donde La Marquesita y su herencia tenían vigencia. Las dos primeras crónicas sirven de explicación diacrónica a las prácticas culturales y religiosas posteriores en La Sierpe. Las otras dos crónicas registran prácticas sincrónicas y actuales de la idolatría a figuras menores, en relación con la gran matrona, como Jesusito, y deidades representadas en una tabla o un riñón. El carnaval es el hilo conductor dentro de la tercera y cuarta crónica, así como el vaso comunicante entre los dos ciclos. Esta degradación de las deidades, desde La Marquesita hasta Santa Tabla y San Riñón (Sims, 1987, p. 52; Corral, 1977, p. 84), tiene paralelamente una coincidencia en relación con la degradación de los poderes sobrenaturales. Se pasa de la «ciencia original de La Marquesita» (García Márquez, 1985, p. 13), que aun pudiendo dañar se empleaba para reparar, a la hechicería de los hombres vulgares: «el maleficio torcido que no edifica sino que destruye» (p. 13).

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