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que él optó por ser cauteloso y se limitó a decir:

      –Vale, mensaje recibido.

      –¿Vas a devolverle la llamada?

      –¿Para qué?, ¿para oírla parlotear sobre lo mismo? Por esta noche paso, ya la llamaré mañana. Al menos ahora ya sabes de primera mano a qué estamos enfrentándonos.

      –Me considero advertida –le aseguró, antes de dar un paso hacia él–. ¿Podríamos seguir con lo que teníamos pensado hacer, por favor?

      Él le bajó uno de los tirantes del vestido, y besó su hombro desnudo antes de susurrar:

      –Estoy deseándolo.

      –Yo también.

      La alzó en brazos, y la llevó al dormitorio. Vaciló por un instante en la puerta mientras una oleada de dudas le inundaba la cabeza, pero respiró hondo y se internó en lo que deseaba con toda su alma que fuera un camino con futuro.

      Emily llamó el domingo por la mañana a B.J. para despedirse, ya que quería que el niño estuviera enterado de sus planes con antelación, y antes de marcharse rumbo al aeropuerto fue en busca de su abuela. La encontró en la cocina del Castle’s, ayudando a Jerry a preparar desayunos.

      –¿Te vas ya? –le preguntó la anciana con desaprobación, mientras batía unos huevos.

      –Sí, en un par de minutos, pero antes me gustaría hablar contigo.

      –Aquí está todo controlado, Cora Jane. Anda, ve a hablar con ella –se apresuró a decirle Jerry.

      Ella asintió y condujo a Emily hacia un reservado situado en la parte posterior del restaurante que, a menos que el local estuviera abarrotado, era de uso exclusivo del personal.

      –¿Qué opina Boone al ver que vuelves a marcharte?

      –Él lo entiende, abuela; además, volveré el fin de semana que viene como muy tarde.

      Los ojos de Cora Jane se iluminaron al oír aquello.

      –¡Eso no lo sabía!, ¿por qué no me lo ha dicho nadie?

      –Puede que porque ni Gabi ni Samantha acaban de creérselo. Mira, en realidad quería preguntarte acerca de Jodie Farmer.

      –¿Qué ha hecho esta vez?

      –Lo dices como si la creyeras capaz de hacer cualquier cosa.

      –Es una mujer agradable en todos los aspectos, menos en lo que respecta a Boone. Le tiene entre ceja y ceja desde el día en que se casó con su hija, y desde la muerte de Jenny se ha empeñado en hacerle sentir culpable. Alguien tendría que hacerla entrar en razón, pero su marido no tiene las agallas necesarias. ¿Por qué me preguntas por ella?

      –Porque una de sus amigas me vio cenando con Boone, y la llamó enseguida para avisarla. Para cuando llegamos a casa de Boone, ya había un mensaje suyo en el contestador reprochándole que estuviera conmigo. Él lo apagó y no la oímos terminar, pero me quedó claro que no estaba entusiasmada con la noticia ni mucho menos.

      –No me extraña; si fuera por ella, Boone habría tenido que lanzarse a la tumba de Jenny para que le enterraran junto a ella… aunque seguro que habría preferido que falleciera él en vez de su hija.

      –¿Le trata así por su dolor como madre?

      –Eso creía yo, pero a veces me pregunto si estoy siendo demasiado benévola y resulta que lo que pasa es que se trata de una mujer muy vengativa. Te aconsejo que te mantengas apartada de su camino si puedes, y que no hagas caso de nada de lo que ella diga.

      –Pero Boone sí que se toma a pecho todo lo que le dice, ¿verdad?

      –Sí. Lamentablemente, las palabras de Jodie tienen el poder de herirle y de hacerle dudar de sí mismo. He intentado que el pobre ponga la situación en perspectiva, pero ella se aprovecha del sentimiento de culpa que él tiene por lo de Jenny.

      –Sí, eso es justo lo que yo imaginaba. ¿Se te ocurre cómo podría ayudarle?

      –Por suerte, Jodie está en Florida, así que en teoría no tendrías que hacer nada. Desde allí está limitada a la hora de lanzar su veneno.

      Emily no estaba tan segura de que eso fuera cierto, porque lo más probable era que la vía de información que mantenía a Jodie al tanto de todo lo que pasaba allí funcionara en ambas direcciones; aun así, de momento no tenía sentido buscarse problemas. En caso de que fuera necesario, ya habría tiempo de sobra para idear una estrategia cuando regresara del viaje.

      –Una última cosa más: ¿La crees capaz de intentar quitarle a Boone la custodia de B.J.?, ¿estoy dándole yo la excusa perfecta para que lo haga?

      –¡Eso es una barbaridad! –exclamó Cora Jane, atónita.

      –Él cree que es una posibilidad real, y la mera idea está matándole.

      –Si le llevara a los tribunales, Jodie perdería la demanda –afirmó su abuela con contundencia.

      –Pero, mientras tanto, la situación sería horrible.

      Aunque la propia Cora Jane estaba impactada por lo que acababa de oír, le acarició la mejilla y le aconsejó con ternura:

      –No te niegues la posibilidad de ser feliz con Boone por culpa de esa mujer.

      –Es que no quiero ser la culpable de que le haga daño.

      –Si lo intenta, Boone contará con todos nosotros.

      –Gracias, abuela –le dijo, aliviada al verla tan convencida de que todo iba a salir bien–. Bueno, tengo que irme ya.

      La anciana se puso de pie y le dio un fuerte abrazo antes de ordenarle:

      –Vuelve pronto, aquí somos muchos los que te queremos.

      –Y yo os quiero a vosotros –le contestó, sonriente.

      –¿Eso también incluye a Boone? Por eso has querido tener esta conversación conmigo, ¿verdad? ¿Por fin estás preparada para admitir que aún le amas?

      –A lo mejor.

      Los ojos de su abuela se iluminaron.

      –¡Gracias a Dios! ¡Ya era hora de que los dos recobrarais la sensatez!

      –Aún tenemos muchas cosas por definir –le advirtió Emily.

      –Eso es algo normal en una relación, siempre surge algo nuevo con lo que hay que lidiar. La vida no es estática… si lo fuera, te garantizo que te aburrirías como una ostra.

      –Creo que Boone y yo tenemos claro que lo nuestro nunca va a ser aburrido –admitió, con una carcajada.

      –¡Ahórrate ciertos detalles, jovencita!

      Emily se echó a reír de nuevo.

      –No pienso hablar contigo de mi vida sexual, te lo aseguro. No quiero arriesgarme a que decidas contraatacar hablándome de la tuya.

      Cora Jane la miró boquiabierta, pero al cabo de un segundo esbozó una amplia sonrisa y rezongó en voz baja:

      –¡Yo jamás haría algo así!, ¡qué barbaridad!

      Emily notó que no negaba que tuviera una vida sexual, y eso bastó para que no pudiera dejar de sonreír mientras iba camino del aeropuerto.

      Boone se reclinó en la silla de su despacho, cerró los ojos y repasó mentalmente la información que Pete acababa de darle acerca de las posibles ubicaciones de futuros restaurantes. Expandir su negocio podía resultar arriesgado. Si quería que tanto la calidad de la comida como el servicio a los clientes se mantuvieran de forma consistente, tenía que tener a alguien controlando las cosas en cada local. Pete era el que se encargaba de viajar de un lado a otro, pero tener que cubrir demasiado terreno podría impedirle hacer bien su trabajo.

      Había

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