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darle una oportunidad a Will.

      –No importa –insistió Jess–. No le des demasiada importancia a esto, yo no lo haré.

      –Bueno, de todos modos, seguro que es una de esas citas que ha sacado el sistema informático.

      –Seguramente. Pero mejor que no vaya a venir. Últimamente lo único que hacemos es discutir –forzó una sonrisa–. Será mejor que vayamos a la casa. A la abuela le gusta que comamos a la una.

      Abby vaciló.

      –¿Seguro que estás bien?

      –Totalmente –se plantó una sonrisa en la cara, más para practicar para el resto de la familia que con la intención de que Abby se la creyera–. Estoy deseando ver los diseños de papá.

      –Yo también –admitió Abby siguiéndola por las escaleras–. Me ha prometido que el presupuesto es muy razonable, al menos para la reforma del ático. ¿Sabías que también estaba diseñando una casa? ¿Y eso?

      Jess asintió.

      –Le mencioné algo sobre construir una si alguna vez tengo familia. Le dije que no era nada que necesitara de manera inmediata, pero ya conoces a papá.

      –Ha pensado en Will y ya está dispuesto a reservar iglesia. Claro que, si Will y tú dejarais de jugar y dejarais las cosas claras…

      La mirada de Jess hizo callar a su hermana, al menos por el momento. Ahora lo único que tenía que hacer era sufrir un poco durante la comida y ver esos planos sin dejarles ver que se sentía decepcionada por la ausencia de Will.

      Si superaba esa prueba, tal vez podría probar suerte en la compañía de teatro de Bree.

      La cita de Will estaba siendo un desastre. Había estado tan distraído que la mujer, una abogada de Annapolis que había trabajado con Connor en Baltimore, perdió la paciencia.

      –¿Por qué me has pedido salir? –le preguntó Anna Lofton.

      Will se obligó a mirarla a la cara. Tenía unos ojos marrones que parecían estar atravesándolo y suponía que le venían muy bien en un tribunal.

      –Me parecía que teníamos algunas cosas en común.

      –A mí me parecía lo mismo, pero desde que nos hemos sentado es como si no hubieras estado aquí. ¿Ya estás saliendo con alguien?

      –No –se apresuró a decir, asombrado por su perspicacia, pero reacio a admitir que tenía razón en lo que decía.

      Ella se rio.

      –Has respondido demasiado rápido. ¿Quién es ella? ¿La chica que has perdido?

      Will suspiró.

      –Nunca he llegado a tenerla, y siento mucho cómo está yendo esta cita. No debería haberte pedido salir hoy. Ha sido una reacción instintiva.

      –¿Ante qué?

      –Créeme, si te lo dijera, no haría más que hacerme parecer más cretino de lo que ya crees.

      Ella se rio con ganas.

      –Ahora sí que veo ese sentido del humor que tanto me gustó ver en tus e-mails.

      Will sonrió.

      –¿Y si probamos otro día? Podría ir mejor.

      Anna sacudió la cabeza.

      –No hasta que olvides a esa mujer. Si eso sucede, llámame. Me gustas, Will Lincoln, pero no quiero perder el tiempo. Pero muchas gracias –miró a su alrededor–. Te doy las gracias por haberme dado a conocer Chesapeake Shores. Me gusta este pueblo. No sé por qué no había venido nunca. La próxima vez tendré que venir a pasar un fin de semana.

      –Hay un hotel genial.

      –¿Por qué parece que me lo estés diciendo con pesar?

      –La mujer que lo regenta…

      A Anna se le iluminaron los ojos.

      –Ah, es ella. Entonces ahora sí que voy a tener que volver. ¿Cómo se llama el hotel?

      –La Posada en Eagle Point –dijo con renuencia–. Te encantará. Tiene unas vistas magníficas del mar y una chef estupenda.

      –¿Esa mujer también es la cocinera?

      –No, ella solo es la propietaria.

      Anna se levantó.

      –Bueno, puede que no tardemos mucho tiempo en volver a vernos.

      Will dejó dinero sobre la mesa y la acompañó hasta su coche.

      –De nuevo, siento mucho cómo ha salido todo. No es un buen reflejo del funcionamiento de Almuerzo junto a la bahía.

      –Oh, no sé. Yo creo que la persona que ha creado el sistema es genial. Por desgracia, tú sientes algo por otra persona y apuesto a que eso no se lo has dicho al sistema informático.

      Will se rio.

      –No. Intento no decírselo a nadie. Por desgracia, en este pueblo casi todo el mundo ya lo sabe.

      –Parece que tiene la maldición de todo lugar pequeño. Saluda a Connor de mi parte.

      –Lo haré. Conduce con cuidado.

      La vio arrancar su deportivo y alejarse. Y solo cuando ya no podía verla, suspiró. En otras circunstancias, tal vez incluso cualquier otro día, esa mujer lo habría atraído.

      Pero, por el contrario, sabía que solo sería una sustituta de Jess, un modo de demostrarle a todo el mundo que no sentía nada por ella. Irónicamente, lo que esa tarde había demostrado había sido exactamente lo contrario.

      Capítulo 9

      Jess intentó fingir algo de entusiasmo ante los diseños de su padre el domingo por la tarde. Mick la miraba con curiosidad cuando ella asentía de vez en cuando y se limitaba a murmurar:

      –Está bien…

      –Bueno, pues ya está –dijo él perdiendo la paciencia–. He hecho esto para ti, Jess. ¿Es que ya no te interesa?

      Jess enfureció ante la acusación, que le resultó muy familiar.

      A su padre le había costado mucho aceptar el problema de su déficit de atención y en más de una ocasión después de que se lo hubieran diagnosticado le había sugerido que lo único que pasaba era que no estaba aplicándose en el colegio. Tras cuatro hijos que habían sido brillantes, Jess había resultado frustrante para él. Y esa misma frustración estaba volviendo a oírla hoy en la voz de su padre.

      Antes de poder responderle con brusquedad, Abby, como siempre, medió para calmar las cosas.

      –Claro que no. Los diseños son impresionantes, papá, y estoy segura de que a Jess le encantan.

      Jess forzó una sonrisa.

      –Sí, papá. Y te agradezco mucho todo el tiempo que has invertido en ellos.

      –Entonces, ¿qué problema hay? –le preguntó no satisfecho del todo–. ¿Tu actitud tiene algo que ver con el hecho de que Will no haya venido hoy?

      –Deja a Will fuera de esto –le ordenó Jess irritada–. La reforma del ático no tiene nada que ver con él. Es mi proyecto –se giró hacia Abby dispuesta a terminar la conversación sobre Will–. ¿Qué te parece el presupuesto? ¿Podemos afrontarlo?

      –Si papá puede hacer la mayor parte del trabajo y puede ceñirse al presupuesto que nos ha dado, creo que podemos hacerlo.

      Por fin, Jess demostró algo de entusiasmo. Hasta el momento, dejando a Will de lado, no había querido hacerse ilusiones. Desde que había estado a punto de tener que cerrar el hotel, Abby había controlado sus cuentas. Aunque le había resultado humillante tener que recurrir a su hermana para que le pagara las deudas,

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