ТОП просматриваемых книг сайта:
E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
Читать онлайн.Название E-Pack HQN Sherryl Woods 1
Год выпуска 0
isbn 9788413756486
Автор произведения Sherryl Woods
Жанр Языкознание
Серия Pack
Издательство Bookwire
–¿Y has pensado tú en lo que siente él?
–No. Solo intentaba dejarle las cosas claras. Fue una estupidez. Habíamos asaltado la nevera del hotel, habíamos salido a cenar fuera y estábamos viendo la puesta de sol. Apenas habíamos dado el primer sorbo de vino y lo único que le dije fue que no estábamos teniendo una cita.
–Y de inmediato él se vio en la misma situación en la que están Susie y Mack.
Jess miró asombrada a su abuela.
–¿Cómo puedes verlo con tanta claridad cuando a mí ni siquiera se me ha ocurrido?
–No importa cómo lo vea yo. ¿Es así como lo ha visto Will?
–Por desgracia, sí.
–¿Y puedes culparlo por haberse ido? Te juro que no sé lo que les pasa por la cabeza a tu prima Susie y a Mack, pero sí que puedo entender por qué otro hombre no querría verse en esa misma situación. A veces me gustaría espabilar a esos dos para que reaccionaran.
Jess se rio.
–Creo que a todos nos gustaría.
–Pues, hagas lo que hagas, no hagas lo que han hecho ellos. Si quieres a Will, ve a por él. Creo que es hora de que actúes. Estoy segura de que si te arriesgas, verás que Will no se niega. Recuerda que la vida es corta. Puede que ya pase de los ochenta y que haya tenido una vida plena, pero no hay garantías de que los demás vayáis a tener una vida tan buena como he tenido yo. No dejes que el amor se te escape solo porque estés asustada.
Habían llegado a la casita de su abuela con sus rosas en la valla y el pequeño estanque para los pájaros en el centro de un jardín de flores. La bonita casa parecía sacada de un cuento. Por lo menos, así era lo que siempre le había parecido a Jess. A veces se había preguntado cómo su abuela había soportado no estar en ella cuando se había mudado a su casa para ocuparse de todos ellos de pequeños.
–Gracias, abuela –dijo abrazándola y notando lo frágil que era. Tenía tanta fuerza interior y tanto carácter que a veces uno podía olvidar que ya no era joven–. Pensaré en lo que me has dicho. Siempre me dejas las cosas mucho más claras.
–Eso es porque he vivido más tiempo. Incluso con mis cataratas, aún hay muchas cosas que puedo ver. Te quiero, cielo.
–Yo también te quiero –respondió y esperó a verla entrar en casa antes de ponerse en marcha hacia el hotel y pensar en todo lo que habían hablado.
Tal vez su abuela tenía razón. Tal vez todas sus inseguridades al final no importaban y haberlo intentado y perder podría ser mejor que no haberse arriesgado nunca por encontrar el amor.
Connie había ido al vivero el domingo por la tarde después de que Jake la hubiera llamado para que la ayudara a cargar un pedido de plantas para un trabajo de paisajismo que se había pospuesto ya en dos ocasiones por la lluvia.
–No entiendo por qué no has llamado a uno de los chicos para que te ayude –dijo ella refunfuñando mientras llevaba plantas del invernadero al camión. La respuesta, claro está, era que su hermano sabía que a ella no tendría que pagarle…
Jake esbozó esa sonrisa con la que siempre se había ganado a las mujeres del pueblo y que había funcionado con Bree, pero que ya había perdido eficacia con ella.
–Porque quería comprobar por mí mismo que no te quedabas en casa sola y aburrida mientras Jenny está en la universidad –respondió sorprendiéndola–. No sé por qué no has querido venir a comer hoy a casa de los O’Brien. Me preocupas.
–Solo quería tener un día para mí sola –dijo negándose a admitir que le había dado miedo que apareciera Thomas y que ella no hubiera podido ocultar lo que sentía por él.
–Thomas ha preguntado por ti.
A Connie se le aceleró el pulso.
–¿En serio? ¿Estaba allí?
Jake se detuvo frente a ella y la miró a los ojos.
–Me ha dado la sensación de que se ha quedado decepcionado al no verte. ¿Por qué?
–No seas tonto –le contestó rezando para que el calor que estaba sintiendo no estuviera tiñendo sus mejillas–. Nos hemos visto mucho por el trabajo como voluntaria que desempeño para su fundación y seguro que quería preguntarme algo.
Jake no parecía muy convencido, pero no insistió más, por suerte. Justo en ese momento sonó el teléfono de ella.
–Tengo que contestar, podría ser Jenny.
Pero no lo era.
–Connie, soy Thomas.
Para su sorpresa, él parecía encantadoramente nervioso.
–Hola –respondió en voz baja y apartándose para tener algo de intimidad–. He oído que has venido a comer con tu familia.
–Sí, y esperaba verte allí.
–¿Necesitabas algo? ¿Querías que revisáramos los planes para el evento del sábado?
Él se rio.
–No, estoy seguro de que Shanna y tú lo tenéis todo bajo control. Además, Shanna ha ido a comer con Kevin, así que si hubiera tenido alguna pregunta, seguro que ella podría habérmelas respondido.
–Oh, claro.
–¿Qué haces? ¿Estás ocupada? ¿Te apetece tomar una taza de café o algo antes de que me vaya a Annapolis?
Connie miró sus pringosas manos, su ropa sucia y las viejas deportivas que se había puesto cuando había llamado su hermano. Apenas se había peinado y ni se había dado un toque de maquillaje. Si Thomas la veía ahora, lo aterrorizaría.
–Oh, Thomas, estoy hecha un desastre. Estoy aquí en el vivero ayudando a Jake a cargar unas plantas.
–¿Cuánto te queda para terminar? –le preguntó nada intimidado por la imagen que ella le había pintado de su estado físico.
–Unos quince o veinte minutos por lo menos.
–Pues entonces un par de manos más hará que acabéis mucho antes –dijo decidido–. Hasta ahora.
Colgó antes de que ella pudiera protestar. No estaba segura de qué era peor, si que Thomas la viera con ese aspecto o si dejar que su hermano viera cómo babeaba por ese hombre.
Se pasó un minuto debatiendo si entrar en la oficina, asearse y ponerse la ropa que guardaba allí para las ocasiones en las que trabajaba en el vivero en lugar de en la oficina.
Por desgracia, si recibía a Thomas con una ropa más limpia que la patena, él vería que se había cambiado por él y sobraba decir lo que pensaría Jake. Por eso decidió que se quedaría como estaba y que Thomas tendría que aguantarse. Así era ella… al menos en algunas ocasiones.
–¿Quién era? –le preguntó Jake al pasar por delante cargando con dos plantas.
–Thomas –respondió intentando calmar el tono de su voz–. Viene hacia aquí.
Jake dejó las plantas en la camioneta y fue hacia su hermana.
–¿Me quieres decir para qué viene?
–Para echarnos una mano.
–¿En serio? Casi hemos terminado. ¿Lo has invitado a venir?
–No. Solo le he dicho lo que estaba haciendo y se ha ofrecido a ayudar. No es para tanto.
Y cuando el coche de Thomas apareció y entró al aparcamiento, Jake dijo:
–Me estoy perdiendo algo, ¿verdad?
–Nada. Deja de sospechar tanto y se agradecido por la ayuda que nos va a prestar. Hasta podría ayudarte a llevar las plantas al jardín si se lo pidieras.
–Ya