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Vencer o morir. Antonio Espino López
Читать онлайн.Название Vencer o morir
Год выпуска 0
isbn 9788412221329
Автор произведения Antonio Espino López
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
112. Cervera Obregón, M. A., 2011, 162-167.
113. Declercq, S. J. L., op. cit., 75. También niega el canibalismo dietético Ruvalcaba Mercado, J., op. cit., 125 y ss.
114. Para una crítica de la visión de los chichimecas como bárbaros, o más primitivos, en contraposición a los toltecas, máxima expresión de lo civilizado en aquel mundo, vid. Navarrete, F., 2011. Navarrete escribe: «Este proceso de convergencia cultural no se dio a partir de un centro hegemónico que irradiara sus bienes culturales a grupos periféricos y subordinados. Tampoco fue un proceso de evolución cultural en que los toltecas, más civilizados, prevalecieran sobre los chichimecas, más primitivos. Se trató más bien de la suma de un conjunto de procesos diferentes, pero relacionados entre sí, en que la creciente centralización política y control territorial impuestos por ciertos altépetl más toltequizados obligaron a otras entidades políticas a seguir pasos similares; a la vez la mayoría de los altépetl se chichimequizaron al expandirse a los ámbitos ecológicos de pie de monte y serranía». Ibid., 45.
115. Declercq, S. J. L., op. cit., 76-79.
116. Relación de Michoacán citada en ibid., 270.
117. Ruvalcaba Mercado, J., op. cit., 125.
118. Hassig, R., 2008, 293. Declercq considera en su tesis sobre el canibalismo ritual mexica que Hassig no prestó la suficiente atención a los aspectos rituales en el modo de hacer la guerra de los nahuas, al menos no en su trabajo de 1988, cuando León-Portilla, ya en 1956, había dejado sentada la importancia de la mística guerrera en los discursos de los nahuas. Michel Graulich sí prestó más atención a tal sugerencia. Declercq, S. J. L., op. cit., 75, 193 y ss.
119. Declercq, S. J. L., op. cit., 193 y ss.
120. Bueno Bravo, I., 2007, 158-175. Cervera Obregón, M. A., 2011, 54-59. Acerca de los tarascos, cuya capital, Tzintzuntzan, era una urbe de 25 000 a 30 000 pobladores, vid. Hassig, R., 1992, 152-154. Cabe decir que los grandes enemigos de los mexicas, como tarascos y tlaxcaltecas, no solo tenían sociedades evolucionadas y ejércitos profesionalizados, sino que contaban con casi las mismas armas, pues los tarascos no usaban átlatl, y con defensas corporales de algodón. Pero los mexicas tampoco pudieron conquistar a los chichimecas dada su condición de nómadas y sus aptitudes para la guerra de guerrillas. Hassig, R., 1992, 151.
121. Cervera Obregón, M. A., 2017, 74-89.
122. Al respecto, vid. León-Portilla, M., 1993, 251-257.
123. Acerca de este dios, vid. Heyden, D., 1989, 83-93.
124. Hassig, R., 1992, 140.
125. Bueno Bravo, I., 2007, 186-204. Hassig, R., 1992, 142.
126. Tirado Salazar, R. O., 2017, 359.
127. Aimi, A, op. cit., 41-49.
128. Ibid., 49.
129. Al respecto, vid. Carmona Fernández, F., 1993.
130. México-Tenochtitlan dispuso de 25 canales, de los que 14 se trazaron con un sentido o dirección de oriente a poniente, lo cual respondía a la lógica de tener muy presente la función compensadora del nivel del agua ante las crecidas del lago de Tetzcoco, que estaba precisamente al oriente de la ciudad. Luego, otros 9 iban de norte a sur, lo cual es natural pues su función era llevar el agua entre vasos que estaban comunicados por ellos. «En otras palabras, la función de los canales en la ciudad prehispánica era muy importante ya que servían como reguladores del nivel del agua que rodeaba la ciudad y, de esta manera, se lograba un equilibrio en el que podía coexistir la ciudad con la laguna». Tirado Salazar, R. O., op. cit., 384.
131. López Luján, L. y López Austin, A., 2011, 64-71.
132. Alonso de Santa Cruz señala cómo, tras la toma de la gran urbe mexica, «Hoy, puesto que el marqués del Valle, don Hernando Cortés, reedificó hasta parte de ella al modo de España, haciendo caballerizas para trescientos caballos y seis y siete herrerías, que a la continua hacían armas, están en ellas el visorrey y la audiencia y sus oidores y la casa de la moneda y la de la artillería y armas y todo muy anchamente aposentado». Santa Cruz, A., 1983, 346-357.
133. León-Portilla, M., 2005, 128. Miralles, J., 2004, 151-152. Cervantes de Salazar, F., op. cit., lib. IV, capt, IX.
134. Aimi, A., op. cit., 49-51.
135. Escribe López Austin de los macehualtin: «Tras cultivar sus tierras, acudían por turno a las destinadas al sostenimiento estatal, que se encontraban entre las del calpulli. Acudían también, por tandas, a aportar su fuerza de trabajo a las grandes obras erigidas por el gobierno estatal y bajo la dirección de la clase gobernante y a labrar las tierras que el estado tenía dispuestas para satisfacer sus gastos. El tributo era fijado por lo regular en productos agrícolas usualmente cultivados en cada región y en proporción a la productividad de la tierra. Las obligaciones militares de los adultos se cumplían con la participación en las guerras en calidad de tropa y los jóvenes estudiantes iban como cargadores de armas y vituallas». López Austin, A., op. cit., 253.
136. León-Portilla, M., 2005, 128-130.
137. Cervera Obregón, M. A., 2019, 64-78.
138. Diego Durán citado en Aimi, A., op. cit., 154-155.
139. Aimi, A., op. cit., 154, n. 148.
140. Ibid., 158-159.
141.